MÉXICO, sábado, 18 de julio de (ZENIT.org–El Observador).- Publicamos el comunicado que ha emitido la Oficina de Prensa de la Conferencia del Episcopado Mexicano anter la violencia que flagela al país.
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La Sagrada Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín, revela, desde los comienzos de la historia humana, la presencia en el hombre de la ira y la codicia consecuencias del pecado original. El hombre se convirtió en el enemigo de sus semejantes.
La Escritura precisa lo que el quinto mandamiento prohíbe: «No quites la vida del inocente y justo» (Ex 23,7). La ley que proscribe el homicidio posee una validez universal: que obliga a todos y a cada uno, siempre y en todas partes a acatarla; entonces, ¿qué está pasando hoy en México?, ¿hasta dónde nos va a llevar la situación de inseguridad y violencia?
Ríos de tinta están corriendo en los periódicos y en otros medios que no dejan de hablar de muerte y venganza pero, ¿dónde comienza todo esto?, la raíz de ésta y otras violencias radica en el seno familiar.
La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su educación moral y a su formación espiritual. El papel de los padres en la educación tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. El derecho y el deber de la educación, son para los padres primordiales e inalienables.
Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Testimonian esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma. Los padres han de enseñar a los hijos que lo material no lo es todo en la vida, hay valores y principios que son imprescindibles para la vida de la persona. El ejemplo y el saber reconocer los errores por parte de los padres ayudarán a los hijos a diferenciar lo que es importante y dejar lo superfluo.
Cuando hablamos de inseguridad y violencia, fácilmente nos escudamos y echamos este compromiso al gobierno y a las fuerzas policiales adjudicándoles el fracaso de operativos y la falta de respeto a los Derechos Humanos por las fuerzas del orden. No dudamos que se cometan abusos y es obligación del poder político y policías respetar los derechos de la persona, pero, tenemos que hacer hincapié que la familia y la educación en la escuela es la llave para encontrar la clave de este rompecabezas.
La solución no está afuera, todos somos parte de ella y debemos comprender que, trabajando en conjunto la sociedad civil y los Poderes de la Unión, nada ni nadie nos podrán vencer en la lucha por la paz y la concordia en México.
México necesita de grandes reformas estructurales y dejar atrás complejos que nos estancan en la mediocridad y el fracaso, echando la culpa a los demás sin caer en cuenta que todos somos parte de esta situación.
Ante tantas muertes sin sentido, nos queda decir que sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano.