CIUDAD DE MÉXICO, martes, 20 enero 2009 (ZENIT.org).- El futuro de la sociedad depende de lo fuerte, auténtico y visible que sea el testimonio de las familias católicas, afirma el caballero supremo de los Caballeros de Colón.
Carl Anderson estuvo la pasada semana en Ciudad de México para intervenir en el VI Encuentro Mundial de Familias al que asistieron diez mil participantes. Su discurso el pasado viernes se tituló «Familia y solidaridad».
Anderson habló con ZENIT del contenido de su intervención acerca del concepto de solidaridad, sus impresiones sobre este encuentro mundial y cuál considera que es el mayor reto hoy para la familia cristiana.
–El tema de su conferencia fue «Familia y solidaridad». ¿Por qué solidaridad?
–Anderson: La respuesta más breve sería que el tema me fue propuesto. Aunque fue un término importante para Juan Pablo II. Obviamente por lo que sucedió en Polonia y Europa oriental, en los años 80 y 90 del siglo XX, pero especialmente pienso que fue parte de su visión de renovación para la Iglesia y la sociedad.
Entender dicha solidaridad en sentido cristiano es realmente comprenderla como una comunión del ser para los otros, y esta fue una cuestión nuclear para Juan Pablo II, en cuanto a la teología del cuerpo, y a su entera comprensión de la persona humana como ser en relación con otros. Por tanto, esta es la idea de solidaridad en la familia, y de la familia como modelo para la sociedad más amplia; de testimonio de comunión y solidaridad y de una vida para los otros: primero en la familia, pero también fuera, en la comunidad de la sociedad más amplia.
–Usted pasó de la idea de unidad a la de solidaridad, describiendo el pensamiento de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. ¿Cómo llegó a esta conclusión?
–Anderson: Lo que para mí es notable, aunque quizá en la sabiduría de la Providencia es justo lo que debe ser, es que obviamente Juan Pablo II y Benedicto XVI son personas diferentes –tienen diferentes especializaciones e intereses– pero hay un gran paralelismo entre sus dos modos de pensar.
Ver a Benedicto XVI completar y construir alrededor de las ideas que Juan Pablo II introdujo en cuanto a solidaridad, unidad y comunión de personas y lo que esto significa, y verle hacer progresar esta idea, ampliarla y profundizarla, pone de manifiesto precisamente la continuidad de la enseñanza de la Iglesia, y la tradición y vida de la Iglesia. Por tanto, es algo bueno y pienso que somos afortunados con estos dos grandes papas de la historia de la Iglesia.
–La idea de solidaridad en la familia parecería algo que debería darse casi espontáneamente. ¿Piensa que la solidaridad es algo natural en la sociedad y nunca algo desintegrador?
–Anderson: Pienso que una de las mayores aportaciones de Juan Pablo II es la idea de que esto no son ideas, sino que actualmente construyen la verdadera estructura de la existencia humana como parte del diseño del Creador. Si pensamos en los dos grandes mandamientos –amor a Dios y al prójimo–, el amor se integra en la verdadera vocación de la persona humana, en su verdadero centro. Y entonces no debería sorprendernos que la estructura de la existencia humana esté diseñada de tal manera que nos lleva a este tipo de relación entre nosotros. Y esta es una de las más importantes aportaciones, pienso, que hizo Juan Pablo II al magisterio de la Iglesia, y creo que ahora estamos sólo empezando a ver lo importante que es y las amplias implicaciones que tiene.
–¿Cuáles son los mayores desafíos para la familia hoy en Estados Unidos?
–Anderson: Es difícil saber por dónde empezar. Ciertamente, hay obvias presiones económicas, sociales y culturales. Pero pienso que el gran reto que afronta la familia cristiana es descubrir lo que significa ser cristiano. Lo que significa decir Jesús es el Señor. Creer lo que decimos en el Credo, y vivir esta vida primero en la familia y luego fuera en la sociedad. Ser verdaderos testigos.
Hace cuarenta años, el padre Joseph Ratzinger, hablando a un grupo de estudiantes, dijo que lo que turba a muchos cristianos, más que la cuestión de la existencia de Dios, es la cuestión de si el Cristianismo supone una diferencia distintiva, si hay algo nuevo en la sociedad que vemos a nuestro alrededor que provenga del Cristianismo. Y este tipo de testimonio distintivo, pienso, que es un desafío que afronta la familia cristiana fundamentalmente.
¿Hay diferencia entre la sociedad secular y el modo en que los cristianos contraen matrimonio, generan a sus hijos, educan a sus hijos, el modo como trabajan, el modo en que tratan a sus empleados, el modo en que tratan a sus clientes y el modo en que votan? ¿O no se distinguen de la sociedad secular?
Si no hay distinción, entonces volvemos a la gran cuestión del padre Ratzinger, entonces ¿qué fue lo nuevo que trajo Jesús? Pienso que este es el desafío de las familias cristianas.
–El presidente electo Barack Obama asume su cargo. Muchos estadounidenses ven este mandato como un giro en el país. ¿Qué futuro ve para Estados Unidos en 2009?
–Anderson: Pienso que la mayoría de la prensa –excluida esta agencia– se va a los extremos. Creo que las expectativas que ha suscitado el presidente electo Obama son muy, muy altas. El reto que afrontan Estados Unidos y el mundo son tan grandes, que requieren que todos se comprometan a buscar soluciones y a trabajar juntos para encontrar soluciones significativas.
Pero, desde su retórica de campaña, especialmente en temas de familia, en temas pro vida, si se mueve en esa dirección, supondrá grandes desafíos a muchos creyentes que reconocen la santidad de la vida, ya sean católicos, protestantes o judíos, incluso no creyentes. Creo que las expectativas son muy altas para el nuevo presidente, y todos desean que encuentre alguna vía de salida en muchos de los asuntos económicos y de política exterior.
–Una última cuestión. ¿Qué debería, quien asistió física o espiritualmente a este evento, llevarse del VI Encuentro Mundial de Familias?
–Anderson: El futuro de esta sociedad depende de la familia, del futuro de la familia. Es el decisivo lugar de encuentro hoy entre la Iglesia y la cultura. Pero el testimonio de las familias católicas debe ser auténtico, debe ser fuerte y debe ser tal que la comunidad que la rodea lo pueda ver.
Debe ser tal que refleje –y pienso que el Papa Benedicto ha hecho en este sentido un gran camino– la alegría de ser seguidor de Cristo, de manera que quien no es cristiano pueda mirar a la familia católica y decir: este es un modo de vida que me gustaría tener, en el que me gustaría participar. No es una serie de «noes», es una serie de «síes», y es un modo de vivir lleno de alegría, un modo de vivir plenificante. Y deseo participar en ello.
Por Karna Swanson, traducido del inglés por Nieves San Martín