ROMA, martes, 29 julio 2008 (ZENIT.org).- El superior general de los Hermanos de las Escuelas Cristianas ha acogido como un motivo de aliento la instrucción vaticana sobre la autoridad y la obediencia, pues recuerda a los religiosos el objetivo supremo de su vida: «la búsqueda de la Voluntad de Dios».
El hermano Álvaro Rodríguez Echeverría, sucesor de san Juan Bautista de La Salle, ha comentado para Zenit la instrucción «El servicio de la autoridad y la obediencia» emitida en mayo por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
«A nivel general la primera impresión que se despierta en mí al leer el documento», reconoce, «es que se trata de un escrito motivador, evangélico, humano, equilibrado que sabe hacer los matices necesarios y que refleja un gran respeto por las personas y las diversas situaciones en que se pueden encontrar, a pesar de la dificultad que el lenguaje clásico continúa teniendo, por ejemplo al hablar de autoridad y obediencia o de superior y súbditos».
El superior de La Salle, nacido en Costa Rica, reconoce que «me parece fundamental y es muy claro a lo largo del documento que tanto la autoridad, o lo que podríamos llamar el ministerio de animación, como la obediencia están supeditadas a la búsqueda de la Voluntad de Dios, que son dos facetas de un mismo objetivo».
«Y que este objetivo es final, fundamental e incondicional. Se trata por consiguiente de una autoridad obediente y de una obediencia proactiva. Por consiguiente no las podemos situar en una dimensión vertical en la cual una subordina a la otra sino, más bien, en una dimensión horizontal en donde las dos como ‘obediencia de la fe’ en términos paulinos buscan únicamente la Voluntad salvífica de Dios», aclara.
Los Hermanos de las Escuelas Cristianas dirigen instituciones educativas en 83 países del mundo, que hoy día cuentan con casi un millón de alumnos.
A continuación, el hermano Álvaro Rodríguez señala algunos aspectos que le han parecido particularmente positivos.
«En primer lugar me parece muy honesto al señalar los límites que puede tener el documento –afirma–. El fondo cristológico me parece también muy bien logrado. Valoro positivamente las citas que se hacen, que a diferencia de otros documentos recientes, abarcan un abanico más amplio. Las citas de los santos son muy interpelantes lo mismo que las de los documentos de Pablo VI con su gran riqueza. Las tres partes en que se divide me parecen excelentes».
El superior confiesa que «la primera parte la siento más, como una fundamentación teológica de una obediencia que tiene como objetivo final y supremo la búsqueda de la Voluntad de Dios, de ese Dios que nos presenta el Evangelio, que quiere que todos tengan vida en plenitud y lleguen al conocimiento de la verdad y que no ha enviado a su Hijo para condenar sino para salvar».
«La segunda y la tercera parte nos hacen ver que comunión y misión deben ser las coordenadas de todo ministerio de animación y de gobierno, cuya finalidad no es otra que favorecer el testimonio cristiano del amor encarnado en una espiritualidad de comunión y promover a nivel de misión un mundo más humano en donde todos puedan sentirse amados por el Padre y llamados a ser hermanos y hermanas».
«Tal es el Reino de Dios soñado por Jesús, sueño que debe seguir llevándonos a nuevas búsquedas y a nuevas realizaciones particularmente en favor de aquellos más pobres, pequeños, excluidos o desprotegidos. Este impulso es el que espero despierte en cada uno de nosotros este documento vaticano», concluye.