El secreto de las instituciones caritativas católicas

El cardenal Cordes sobre los primeros Ejercicios Espirituales para responsables de estos entes

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 11 julio 2008 (ZENIT.org).- El secreto de las instituciones caritativas católicas no está en sus recursos humanos sino en la fuente de su amor, explica el cardenal Paul Josef Cordes.

El presidente del Consejo Pontificio Cor Unum llegó a esta conclusión al trazar para Zenit un balance del primer ciclo de Ejercicios Espirituales que el organismo vaticano convocó del 1 al 6 de junio de 2008 en Guadalajara (México) para los responsables de las Caritas diocesanas y nacionales del continente americano. 

En el retiro, dirigido por el padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., predicador de la Casa Pontificia, participaron también algunas organizaciones caritativas católicas que actúan en el mismo territorio, como la Sociedad de San Vicente de Paúl.

Según ha hecho saber Cor Unum, «esta iniciativa es aplicación directa de la primera encíclica del Papa Benedicto XVI, Deus Caritas Est, y quiere ser un estímulo para profundizar la formación  espiritual de todos aquellos que actúan en favor de los organismos católicos de ayuda y asistencia».

–Por primera vez, los responsables de algunas instituciones caritativas de la Iglesia se reunieron en un retiro continental para meditar y orar. En aquellos días se produjeron emergencias mundiales, como la crisis de los precios de los alimentos que deja hambrientas a las poblaciones de los países en vías de desarrollo. ¿No ha sido una pérdida de tiempo?

–Cardenal Cordes: Efectivamente, podría parecer así, al menos a nivel práctico. Creo sin embargo que se puede hacer un servicio mejor a favor de los pobres sólo cuando las personas que se dedican a las actividades caritativas tienen un profundo y sólido arraigo en Cristo y en la vida eclesial. 

Este encuentro ha sido una fuerte inversión: la eficacia de la acción caritativa de la Iglesia no depende, como afirma Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas Est, sólo de la profesionalidad o cantidad de las intervenciones. Lo que caracteriza la intervención caritativa es su inserción en la vida misma de la Iglesia, el hecho de llevar a los hombres un mensaje de esperanza y de amor, el amor de Dios precisamente por los que más sufren. Esto convierte la ayuda en un acto de Caridad, como lo entiende la Sagrada Escritura.

El Santo Padre afirma que una actividad de ayuda cristiana debe ser en primer lugar profesional y eficiente, pero que esto por sí solo no basta. Justo en torno a este punto, el «no basta», hemos querido organizar estos Ejercicios Espirituales en Guadalajara. Hemos podido constatar que, aunque las diócesis en algún modo tienen ya en cuenta también el aspecto espiritual, las personas tienen una gran sed de encuentros de este tipo. Uno de los participantes, al final de los Ejercicios, me dijo: «Eminencia, vuelvo a mi diócesis, a mi trabajo, como recargado, y con un gran y renovado deseo de seguir sirviendo, ayudando al prójimo así como nos pide la Iglesia».

–La Iglesia católica es definida por muchos «la ONG más grande del mundo». ¿Está de acuerdo con esta definición? ¿Cuál es la diferencia entre la Iglesia y cualquier otra ONG?

–Cardenal Cordes: El padre Cantalamessa, que ha dirigido el retiro con sus conferencias, ha afrontado a menudo este argumento. La caridad más grande consiste en ayudar a nuestro prójimo ofreciéndole, junto a la ayuda concreta, también el bien más grande, más inefable: Cristo mismo. La Iglesia está llamada, por tanto, a asistir a los pobres, los necesitados, las personas golpeadas por calamidades en sus necesidades materiales; pero junto a esto, quien actúa como cristiano –es decir partiendo de su fe– está llamado a llevar el amor que Dios como Padre tiene por cada hombre, especialmente por quienes sufren.

Las ONG están habituadas a reflexionar sobre los problemas del mundo, como las catástrofes, el hambre, la sequía, las migraciones, la guerra, para poder afrontar sobre todo políticamente y técnicamente estos desafíos. Dando prioridad a estos aspectos prácticos y organizativos de las intervenciones, se pierde fácilmente el aspecto espiritual profundo. Desde el punto de vista cuantitativo y con categorías puramente sociológicas, podemos ciertamente confirmar que la Iglesia católica es la más grande ONG del mundo, pero este «primado» nos interesa muy poco. La Iglesia quiere ser un signo, hacer visible el hecho de que ninguna persona ha quedado fuera nunca de la mirada paterna de Dios aunque esté golpeada por una miseria destructiva, terrible y deshumanizadora. Y, no menos importante, anunciar que existe una vida eterna.

Además de esto, hay un segundo argumento: la gran fuerza de la Iglesia se encuentra en el hecho de que a menudo quienes actúan en ella viven «encarnados», arraigados, en las realidades concretas, en su territorio: están presentes, provienen de aquellas mismas situaciones de sufrimiento, les conocen personalmente. Por otro lado, contamos con un recurso extraordinario: la mayor parte de los voluntarios ofrecen su ayuda gratuitamente. Se comprometen ya antes de la llegada de fondos o medios por parte de otros.

–El Papa envió un mensaje a los participantes para invitarles a intensificar su amistad con Cristo. Dirigiéndose a los responsables de grandes instituciones de ayuda, parecería que este mensaje no afronta su especificidad: la ayuda, el desarrollo… ¿Comparte este juicio? 

–Cardenal Cordes: Un impulso pastoral no debe subrayar tanto las cualidades ya practicadas por quienes escuchan; sino más bien  aspectos a veces dados por descontado y que deben en cambio ser reforzados. El Papa piensa que, para afrontar mejor los problemas reales, hace falta como fundamento y punto de partida la amistad con Cristo. Esta amistad  hace al agente de la caridad un Buen Samaritano, según el modelo y el ejemplo de Cristo.

–El padre Raniero Cantalamessa ha dicho que la Iglesia no sólo debería trabajar con los pobres sino que debe ser pobre. ¿Qué significa y cómo ve esta invitación?

–Cardenal Cordes: El padre Cantalamessa, que ha afrontado verdaderamente el núcleo del problema, subrayó lo importante que es la manera en que la Iglesia se presenta al ayudar a los pobres. En este sentido, puso como ejemplo a la beata madre Teresa de Calcuta. La Iglesia se hace creíble por la manera con la que se presenta ante las diversas pobrezas. Es significativa la anécdota muchas veces citada de aquel periodista que, visitando la Casa de los Moribundos en Kalighat, tras haber visto el trabajo de las religiosas que cuidaban a los pacientes, exclamó: «¡Yo no haría esto ni por un millón de dólares!», a lo que la madre Teresa respondió: «¡Ni yo tampoco!». La madre Teresa había comprendido, en su carisma de ayuda a los más desgraciados, que en cada pobre estamos sirviendo a Cristo. Frente al pobre, ante Cristo mismo, si no me presento pobre, no viviré la verdadera caridad. 

–¿Ha habido reacciones de los participantes a esta nueva experiencia?

–Cardenal Cordes: Sí, muchos testimonios de satisfacción y gratitud. Estamos preparando ahora una publicación en las diversas lenguas con algunas experiencias, como recuerdo para los participantes. Además, algunos participantes han puesto ya en la agenda llevar estos ejercicios a sus diócesis, de acuerdo con el obispo local.

–Es la primera vez que un organismo de la Santa Sede organiza un encuentro de estas características. ¿Habrá otros? 

–Cardenal Cordes: Es lo que deseamos, vista la alegría y el entusiasmo experimentado, vivido y referido por los participantes. De corazón, sinceramente, espero que esta experiencia pueda repetirse también en los otros continentes.

Por Jesús Colina, traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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