Modelo actual de “verdadero pacificador” en san Gregorio Magno, propone el Papa

Benedicto XVI dedica la audiencia general al Padre y Doctor de la Iglesia

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 28 mayo 2008 (ZENIT.org).- «Verdadero pacificador» en un tiempo «desesperado», san Gregorio Magno sigue demostrando que la paz y la esperanza se obtienen de Dios, recuerda Benedicto XVI.

Siguiendo las catequesis sobre los Padres de la Iglesia, el Papa dedicó la de este miércoles, en la audiencia general, a uno de los mayores de la historia, quien fue romano pontífice del año 590 al 604.

«Gran Papa y gran Doctor de la Iglesia», san Gregorio, que joven había alcanzado la cumbre los cargos civiles como gobernador de Roma, decidió retirarse e iniciar una vida monacal dedicada al estudio de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia

Por su experiencia y cualidades, pronto fue nombrado enviado papal a Constantinopla y posteriormente secretario del pontífice. A la muerte del Papa Pelagio II, Gregorio fue elegido su sucesor en la Sede Petrina.

«Intentó resistirse, incluso buscando la fuga, pero todo fue inútil: al final tuvo que ceder» -relató Benedicto XVI–; «reconociendo en cuanto había sucedido la voluntad de Dios, el nuevo Pontífice se puso inmediatamente al trabajo con empeño».

«Fue doble su constante orientación en la compleja situación» de entonces: «promover acuerdos en el plano diplomático-político» y «difundir el anuncio de la verdadera fe entre las poblaciones», sintetizó.

San Gregorio «se preocupó de la conversión de los jóvenes pueblos y de la nueva organización civil de Europa», de manera que «los Visigodos de España, los Francos, los Sajones, los inmigrantes en Bretaña y los Longobardos fueron los destinatarios privilegiados de su misión evangelizadora», subrayó Benedicto XVI.

En particular, afligía en aquel tiempo a Italia y a Roma, tanto civil como eclesialmente, «la cuestión longobarda», a la que el Papa Gregorio dedicó «toda energía posible con vistas a una solución verdaderamente pacificadora».

Y lo hizo contemplando aquel pueblo «con los ojos del buen pastor -alabó Benedicto XVI–, preocupado de anunciar [a los longobardos] la palabra de salvación, estableciendo con ellos relaciones de fraternidad orientadas a una futura paz fundada en el respeto recíproco y en la serena convivencia entre italianos, imperiales y longobardos».

Logró con tal pueblo un armisticio estable gracias, también, a la reina católica bávara Teodolinda, un aspecto en el que hizo hincapié este miércoles el Santo Padre para mostrar «un bello testimonio de la importancia de las mujeres en la historia de la Iglesia».

Por su santidad de vida y rica humanidad, el Papa Gregorio era muy amado por los fieles.

«El deseo de Dios estaba siempre vivo en el fondo de su alma y precisamente por esto estaba siempre muy cerca del prójimo, de las necesidades de la gente de su época», recalcó Benedicto XVI.

De la amplia documentación que se conserva de san Gregorio Magno se desprende su «perenne nostalgia», en constante aumento, por el período de vida monástica de los inicios, «vida de diálogo permanente con el Señor en la escucha de su palabra».

«En un tiempo desastroso, más aún, desesperado, supo crear paz y esperanza -confirmó Benedicto XVI–. Este hombre de Dios nos muestra las verdaderas fuentes de la paz, de dónde viene la esperanza, y se convierte así en una guía también para nosotros hoy».

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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