ROMA, martes, 19 diciembre 2006 (ZENIT.org).- Se está inyectando «mucho veneno» en el cuerpo de España: es la constatación que hace a Zenit el sacerdote e historiador español Vicente Cárcel Ortí, quien el pasado martes habló en Roma sobre los nuevos documentos del Archivo Secreto Vaticano que arrojan luz sobre la etapa de la II República Española y la Guerra Civil (1931-1939)
Cárcel Ortí ofreció una conferencia en el Centro de Estudios Eclesiásticos –ligado a la Iglesia de Santiago y Montserrat- sobre ese preciso período histórico de división en España y de persecución religiosa a la luz de nuevos hallazgos en los Archivos Vaticanos, de reciente apertura por decisión de Benedicto XVI.
Desde el 18 de septiembre la documentación relativa al pontificado de Pío XI (6 de febrero de 1922 – 10 de febrero de 1939) está a disposición de los historiadores. Cárcel Ortí ha sido el primer español que ese mismo día comenzó a examinar estos textos con el fin de publicarlos íntegramente en los próximos años en una obra, dividida en varios volúmenes, que se titulará «Documentos del Archivo Secreto Vaticano sobre la Segunda República y la Guerra Civil» (1931-1939).
Vicente Cárcel Ortí, natural de Manises (Valencia), ha sido Jefe de la Cancillería del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica hasta el año pasado, en que se jubiló voluntariamente para dedicarse a la investigación histórica y al ministerio pastoral en una parroquia romana.
También es actualmente Vicario Episcopal para los sacerdotes valencianos residentes en Roma. Desde 1967 vive en el Colegio Español de la capital italiana.
–¿Han aportado sorpresas, estos documentos vaticanos concernientes a la historia de España y en concreto de la Iglesia?
–Carcel Ortí: Más que sorpresas, aportan datos hasta ahora desconocidos para precisar algunos puntos polémicos y discutidos, que necesitan ser aclarados y refuerzan la tesis de que la República atacó abiertamente a la Iglesia y a los católicos y de que el Vaticano aconsejó siempre moderación y prudencia para no provocar males mayores, sobre todo cuando empezó la persecución religiosa.
–Brevemente, ¿cuál era la situación de la Iglesia durante la II República, y cuál durante la Guerra Civil española?
–Carcel Ortí: La Santa Sede reconoció inmediatamente la República y pidió a los obispos y católicos en general que la aceptaran lealmente y colaboraran con ella por el bien común de todos los españoles.
La Iglesia demostró mucha paciencia al soportar la política abiertamente hostil, discriminatoria y humillante de los republicanos, que violaron el primero y fundamental de los derechos humanos, que es la libertad religiosa.
Cuando empezó la Guerra Civil, la Santa Sede siguió reconociendo la República como gobierno legítimo de España, y solamente en mayo de 1938 decidió reconocer el Gobierno nacional, aunque con muchas reservas, debido a las infiltraciones de paganismo nazi en la ideología de la Falange; pero entonces la República había perdido mucho crédito a nivel internacional. De hecho otras naciones comenzaron a reconocer el nuevo régimen y a enviar embajadores a Franco.
Los obispos tardaron exactamente un año en pronunciarse, con la carta colectiva del 1 de julio de 1937, a favor de los nacionales; pero para esa fecha ya habían sido asesinados más de cuatro mil sacerdotes y religiosos.
–Usted habla de «holocausto de sacerdotes, religiosos y católicos» entre 1936 y 1939. ¿Holocausto?
–Carcel Ortí: Ciertamente, porque estaba programada la destrucción total de la Iglesia en su conjunto, y ahí están los datos que lo demuestran.
No solamente fueron asesinados miles de sacerdotes, religiosos y católicos por motivos de fe, sino que además fueron destruidos e incendiados miles de templos, y con ellos desapareció para siempre un ingente patrimonio histórico, artístico y cultural que nunca más volveremos a ver.
El ministro republicano de Justicia, Manuel de Irujo, denunció en un Consejo de Ministros a principios de 1937 que la República se había convertido en un «régimen verdaderamente fascista porque cada día era ultrajada la conciencia individual de los creyentes por las fuerzas del poder público».
Y el profesor Domínguez Ortiz ha escrito: «La persecución a la Iglesia fue, aparte de una atrocidad, un tremendo error, y de los que más perjudicaron a la causa republicana. Por ello, no tienen razón los que hoy exigen a la Iglesia que pida perdón por ello; no tienen razón porque no es lógico que las víctimas pidan perdón a los verdugos». Se refiere al apoyo de la Iglesia a los nacionales, porque los republicanos la persiguieron a muerte.
–Ser imparcial cuando se habla de guerra, por ejemplo de la Guerra Civil española, ¿es posible y deseable?
–Carcel-Ortí: Es deseable, por supuesto, pero es muy difícil, porque cuesta mucho admitir las razones del otro.
Debemos hacer todos un gran esfuerzo, setenta años después, a pesar de la parcialidad inherente en cada persona, para reconocer que, entre tantos vicios y defectos, republicanos y nacionales también tenían algunas virtudes: la sagacidad, la valentía, el vigor y la lealtad a sus propios ideales políticos.
–Hay quien compara los años de la República española con la política hostil y discriminatoria de los católicos en la España de hoy. ¿Exageraciones?
–Carcel Ortí: Se están repitiendo puntualmente muchos de los errores que llevaron fatalmente a la división trágica de los españoles, porque no se busca la concordia sino la confrontación abierta, no la tolerancia sino el totalitarismo ideológico, no la democracia sino la partitocracia, no el respeto de las ideas y símbolos cristianos sino la ofensa permanente de los mismos. Y esto crea crispación, división.
Se desentierran muertos con fines políticos y no podemos seguir viviendo de cadáveres, que alimentan polémicas infinitas y a menudo indecentes.
El pasado es pasado. No lo liquidemos, no lo archivemos, pero no lo usemos nunca más unos contra otros, para sostener las tesis que nos gustan o nos acomodan y para condenar las que no coinciden con las nuestras o las contradicen.
La razón no estaba en una parte y el error en otra. Esta es una visión maniquea, falsa e inaceptable. Buenos y malos, valientes y cobardes militaron en uno y otro bando. Pero todo esto ya pasó y no debe repetirse nunca más.
Pero ahora se está inyectando de nuevo mucho veneno en el cuerpo de una España, que durante el quinquenio republicano dividió profundamente a los ciudadanos y, después de una guerra terrible, tras cuarenta años, no consiguió reconciliarlos.
Lo intentó la Transición, pero ahora volvemos a tener una España dividida en facciones rencorosas y litigiosas. Y así no podemos seguir viviendo.