CIUDAD DEL VATICANO, martes, 12 diciembre 2006 (ZENIT.org).- La paz sólo puede alcanzarse en el respeto de la ecología natural (el respeto de la naturaleza) y la ecología humana (respeto de las personas), asegura Benedicto XVI.
La gran prueba de este binomio, según el pontífice, se puede ver en el problema del abastecimiento energético.
«La ecología de la paz» constituye precisamente uno de los apartados principales de su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2007 con el tema «La persona humana, corazón de la paz».
«La tierra ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado», explica Benedicto XVI desarrollando un pensamiento de Juan Pablo II.
Por este motivo, aclara la misiva pontificia presentada este martes, «además de la ecología de la naturaleza hay una ecología que podemos llamar “humana”, y que a su vez requiere una “ecología social”».
Según Benedicto XVI, «la humanidad, si tiene verdadero interés por la paz, debe tener siempre presente la interrelación entre la ecología natural, es decir el respeto por la naturaleza, y la ecología humana».
«La experiencia demuestra que toda actitud irrespetuosa con el medio ambiente conlleva daños a la convivencia humana, y viceversa», subraya.
Como prueba de la relación entre ecología «natural»y ecología «humana», el obispo de Roma cita «el problema cada día más grave del abastecimiento energético».
«En estos años, nuevas naciones han entrado con pujanza en la producción industrial, incrementando las necesidades energéticas», reconoce.
«Eso está provocando una competitividad ante los recursos disponibles sin parangón con situaciones precedentes».
«Mientras tanto, en algunas regiones del planeta se viven aún condiciones de gran atraso, en las que el desarrollo está prácticamente bloqueado, motivado también por la subida de los precios de la energía».
«¿Qué será de esas poblaciones? –se pregunta el Papa– ¿Qué género de desarrollo, o de no desarrollo, les impondrá la escasez de abastecimiento energético? ¿Qué injusticias y antagonismos provocará la carrera a las fuentes de energía?»
«Y ¿cómo reaccionarán los excluidos de esta competición?», sigue interrogándose.
«Son preguntas que evidencian cómo el respeto por la naturaleza está vinculado estrechamente con la necesidad de establecer entre los hombres y las naciones relaciones atentas a la dignidad de la persona y capaces de satisfacer sus auténticas necesidades», considera.
«La destrucción del ambiente, su uso impropio o egoísta y el acaparamiento violento de los recursos de la tierra, generan fricciones, conflictos y guerras, precisamente porque son fruto de un concepto inhumano de desarrollo», indica.
De este modo se comprende, según el sucesor del apóstol Pedro, que «un desarrollo que se limitara al aspecto técnico y económico, descuidando la dimensión moral y religiosa, no sería un desarrollo humano integral y, al ser unilateral, terminaría fomentando la capacidad destructiva del hombre».