«El perdón es la opción cristiana ante un mundo tan inhumano»

Entrevista al profesor de teología moral Gaspar Mora

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BARCELONA, lunes, 6 marzo 2006 (ZENIT.org).- Saber perdonar es un «arte del espíritu». Lo sostiene el sacerdote y profesor de teología moral Gaspar Mora Bartres.

Gaspar Mora enseña teología moral en la Facultad de Teología de Cataluña, de la que fue decano, y en esta entrevista presenta el perdón como una opción cristiana para el mundo de hoy al mismo tiempo que analiza el binomio justicia y misericordia.

Este profesor empieza un curso este martes, 7 de marzo, en la Universidad de Barcelona sobre «El coraje de perdonar» dentro de las propuestas de Teología en la Universidad, una iniciativa de varias instituciones eclesiásticas académicas de Barcelona junto a la delegación de pastoral universitaria de la archidiócesis para proponer estudios teológicos en las universidades laicas de la ciudad.

Entre sus últimos libros destaca «¿Qué es ser cristiano?», del Centro de Pastoral Litúrgica.

–¿El coraje del perdón, es connatural o se aprende?

–Mora: La llamada cristiana al perdón forma parte de lo que es más radical y nuclear del mensaje evangélico: el amor. Hablar del perdón sorprende, pero no es un aspecto distinto o regional del mensaje evangélico, sino que manifiesta el rostro cristiano del amor.

La pregunta, por tanto, sólo puede entenderse como planteada al conjunto: ¿el mensaje cristiano, es connatural o se aprende? Sin duda, se aprende, a partir de la Palabra y el Espíritu de Jesús y en el ámbito de la propia experiencia personal.

Pero precisamente se aprende no como algo raro y sublime que llega a nuestra vida como un añadido, sino como la respuesta a la pregunta que la humanidad se formula y que todos sentimos dentro: cual es la actitud adecuada ante los demás, y en concreto, ante los que hacen y nos hacen mal.

–El mundo está marcado por conflictos a todos los niveles: ¿el valor cristiano del perdón puede paliar todas estas heridas?

–Mora: Situemos el mensaje cristiano sobre el amor que perdona. No es sólo una palabra propuesta a unas personas que sufren. Es la revelación de Dios Padre a una humanidad marcada por el odio, la confrontación y la venganza, hace dos mil años, y hoy también.

Dios revela su llamada a un amor que perdona, no para paliar sino para resolver, como salvación de nuestra violencia humana por caminos de paz y de reconciliación.

El perdón es la opción cristiana ante un mundo tan inhumano. De todas maneras, los hombres podemos ignorar esta llamada; los conflictos continúan ahí y de hecho son muy graves.

Metidos en este mundo tan violento, la actitud de perdón está llamada a crear ámbitos de humanidad, a recuperar relaciones que quizá ya han sido rotas, paliando así heridas muy hondas.

Incluso el perdón ofrecido por una persona o un grupo y no reconocido por los demás, puede dar el consuelo de haber encontrado una actitud hondamente humana, aunque sea difícil y no correspondida; supera el odio y la venganza, actitudes que parecen espontáneas e inevitables pero que hunden en un pozo sin salida y acaban destruyendo a la misma víctima.

–¿Cómo se explica a los universitarios que el cristiano perdona porque ha sido antes perdonado por Dios?

–Mora: Saber perdonar es un arte del espíritu. Comporta, como mínimo, dos cosas. Una es aceptar y entender al agresor. Esto no significa justificar algo que puede ser terrible; significa no derivar la experiencia de la agresión en odio al agresor, sino en entender al que hace el mal como persona, incluso en su malicia.

La segunda es todavía más difícil; es entender que la propia vida o la de los míos entra también en el ámbito del mal, que todos navegamos en la misma nave.

Para el Evangelio, perdonar comporta en su raíz aceptar también el propio pecado. Ambas cosas son posibles sólo en el ámbito de una experiencia, la del perdón de Dios, al otro y a mi mismo.

Saberse ya perdonado es el único clima que hace capaz al hombre de dar estos dos pasos; entender al que hace el mal y aceptar las propias negatividades, sin negarlas.

El universitario, como todos los demás, puede acoger este mensaje o puede rechazarlo. No sería la primera vez que la palabra cristiana sobre el perdón es acusada de ineficaz, incluso contraproducente.

Pero probablemente hoy podemos valorar mejor el mensaje del amor que perdona, a la vista de las barbaridades cometidas el siglo pasado, siempre pretendidamente justificadas.

–La misericordia de Dios, ¿es el punto que más atrae a los jóvenes, del cristianismo?

–Mora: La juventud no parte de cero. Los jóvenes de nuestro tiempo son hijos de nuestro tiempo y parten de ahí para seguir haciendo la historia. Nuestro mundo se movió los últimos siglos bajo el impulso de la justicia, y por ella ha vivido cambios y revoluciones muy profundos, terribles, cruentos.

Hoy miramos con horror el sufrimiento causado por las guerras y las revoluciones del siglo pasado, y las que continúan hoy, en muchas partes del mundo.

La justicia es necesaria, pero su exigencia puede llevar a durezas muy inhumanas. Quizá hoy podemos entender algo que antes parecía ridículo: la necesidad de misericordia.

Creo que es propio de una gran madurez entender la sabiduría escondida en el binomio «justicia y misericordia», los dos acentos que la experiencia cristiana descubre en el misterio de Dios Padre.

En esto, la juventud puede vivir una madurez que antes era muy difícil, y valorar el entrañable acento divino y humano de la misericordia de Dios.

–¿Cree que hay una deriva moral en amplios sectores de la juventud?

–Mora: La juventud es una delicada caja de resonancia de nuestro mundo. Si hay deriva moral entre los jóvenes es porque la hay en el conjunto social. Es cierto que hay crisis, pero es bueno entender el sentido de la crisis moral que vivimos y que los jóvenes radicalizan.

Forma parte de uno de los acentos de nuestra postmodernidad, el desencanto ante el fracaso de muchos grandes proyectos, y el recurso a experiencias palpables, inmediatas, casi como un refugio ante la falta de perspectivas.

Toda nuestra sociedad está en esta situación como ante un desafío. Hay quien augura la pérdida cultural de todo sentido. No lo creo. Se trata de aprender de nuestro pasado y buscar, sin caer de nuevo en los engaños de siempre.

Hoy suena como luminosa y aleccionadora la frase del Evangelio: Quien busca, encuentra. Hoy es posible buscar, y hay personas y grupos, adultos y jóvenes, que buscan, en medio de todas las crisis. Son el germen de la humanidad noble y positiva del futuro.

La experiencia cristiana entiende que quien busca la luz sobre la vida, la encuentra; y que toda luz auténtica es reflejo del Evangelio de Jesús.

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ZENIT Staff

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