CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 6 marzo 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI considera que es justo preguntarse si es posible dejar más responsabilidades a la mujer en la Iglesia católica, según explicó el 2 de marzo en un encuentro con los párrocos de Roma.
El pontífice distinguió, sin embargo, esta cuestión del sacerdocio de las mujeres, mencionando la doctrina de Juan Pablo II en la carta apostólica «Ordinatio sacerdotalis» , según la cual, «la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres».
El Papa afrontó el argumento en respuesta al padre Marco Valentini, vicario parroquial de San Jerónimo en Corviale (sector oeste de la diócesis), quien presentó su pregunta basándose en la experiencia de una madre de familia y de algunas religiosas comprometidas en la recuperación de sacerdotes en crisis.
La respuesta del Santo Padre recibió ese día amplio eco en las agencias de noticias internacionales, a pesar de que no se había publicado el texto escrito de la conversación. Ahora ha sido facilitado por la Sala de Prensa de la Santa Sede.
El sacerdote preguntó: «¿Por qué no hacer que la mujer también participe en el gobierno de la Iglesia? De hecho, su punto de vista en las decisiones que hay que tomar es diferente del masculino».
En su respuesta, el Papa comenzó constatando que los sacerdotes tienen la experiencia de «mujeres creyentes que nos ayudan en nuestro camino», motivo por el cual «la Iglesia tiene una gran deuda que agradecer a las mujeres», añadió.
En realidad, el Papa aclaró que «las mujeres hacen mucho, me atrevería a decir, por el gobierno de la Iglesia, comenzando por las hermanas de los grandes padres de la Iglesia, como san Ambrosio, hasta las grandes mujeres de la Edad Media –santa Hildegarda, santa Catalina de Siena–, y después santa Teresa de Ávila hasta llegar a la Madre Teresa».
«Diría que este aspecto carismático se distingue ciertamente del sector ministerial, en el sentido propio de la palabra, pero es una auténtica y profunda participación en el gobierno de la Iglesia», indicó.
«¿Cómo podría imaginarse el gobierno de la Iglesia sin esta contribución, que en ocasiones se hace muy visible, como cuando santa Hildegarda critica a los obispos, o como cuando santa Brígida y santa Catalina de Siena amonestan y logran que los Papas regresen a Roma?», preguntó.
Esta contribución, indicó, «es siempre un factor determinante, sin el que la Iglesia no puede vivir», respondió.
Ahora bien, el Papa mismo dejó espacio a voces, como la del sacerdote que dicen: «queremos ver también más visiblemente, de manera ministerial, a las mujeres en el gobierno de la Iglesia».
Aclaró que «ministerio sacerdotal está reservado por el Señor, como sabemos, a los hombres, pues el ministerio sacerdotal es gobierno en el sentido profundo». En definitiva, subrayó, «el Sacramento gobierna a la Iglesia».
«El punto decisivo» de la cuestión, según el obispo de Roma, es éste: «No es el hombre quien hace algo, sino que el sacerdote, fiel a su misión, gobierna, pues mediante el Sacramento es Cristo mismo quien gobierna, ya sea a través de la Eucaristía ya sea en los demás sacramentos, de modo que es siempre Cristo quien preside».
«Sin embargo es justo preguntarse si también en el servicio ministerial –a pesar de que en esta cuestión Sacramento y carisma conforman la única vía en que se realiza la Iglesia– es posible ofrecer más espacio, más posiciones de responsabilidad a las mujeres», concluyó.