Ciclo A – Textos: Hechos 1, 1-11; Ef. 1, 17-23; Mt 28, 16-20
P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: la Ascensión es la fiesta de la liberación, exaltación y salvación.
Resumen del mensaje: Hoy la Santa Iglesia celebra el misterio de la Ascensión del Señor, el cual, junto con el misterio de Pentecostés, que festejaremos el próximo domingo, configura la consumación del gran misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo Nuestro Señor y viene a ser la fiesta de la liberación, exaltación y salvación.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, sí, la Ascensión es la fiesta de la liberación, pues es una partida de Cristo al Padre, después de haber cumplido su misión redentora aquí en la tierra. Liberación de la soledad y llanto, de los afanes de esta vida, de los achaques pasionales del corazón, de las inclemencias de esta sociedad, de las guerras como ha denunciado el papa Francisco en Belén, de las impertinencias de los hombres o, como diría Teresa de Ávila, de “esta cárcel y estos hierros en que el alma está metida”. Y con la liberación viene el grito de alegría y de júbilo. ¿Por qué querer seguir atados a tantas cadenas? ¿Por qué no ir desde ahora desatando tantos hilos que nos atan a esta tierra y así experimentar en el corazón esa verdadera libertad que nos ganó Cristo con su Ascensión?
En segundo lugar, sí, la Ascensión además de ser una liberación es una exaltación. Es la exaltación de Cristo, como Hijo predilecto del Padre, ahora ya sentado a la diestra de Dios. El Hijo de Dios, que en la tierra no tenía dónde reclinar su cabeza. Exaltación, después de la terrible humillación de la pasión y muerte, donde quedó postrado Jesucristo nuestro Señor. Exaltación, pero mostrando ya gloriosos los signos y estigmas de su flagelación. Hoy es el día de la exaltación de los grandes valores trascendentales frente a los contravalores terrenos. Los valores del alma, del espíritu. Los valores religiosos, los valores éticos y morales. Hoy es el día que Dios exaltó la humildad de Cristo y la nuestra, por encima de la soberbia; la caridad de Cristo y la nuestra, por encima del odio y el egoísmo; el perdón de Cristo y el nuestro, por encima de las venganzas; la paz de Cristo y la nuestra, por encima de las guerras; la obediencia de Cristo y la nuestra, por encima de las rebeldías; la vida santa de Cristo y la nuestra, por encima de la mediocridad y tibieza. ¡Bendita fiesta de la exaltación auténtica!
Finalmente, la Ascensión, es el día de la salvación. La salvación existe y es posible. Hoy tenemos un hombre seguro de su salvación: Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Hoy tenemos un hombre-Dios que nos ofrece su salvación, y por eso nos precedió y nos está preparando esa salvación que es el cielo. Está preparando ya los cuartos para cada uno de nosotros. Sin excepción. ¿Querrán todos llegar? Esto es motivo de gran alegría para todos. ¡La salvación es posible! La salvación completa, cuerpo y alma. También para los hombres y mujeres, y no sólo para los ángeles. Nuestra naturaleza humana participará también de esta salvación en Cristo y con Cristo. Y esta salvación la tenemos que predicar a todos los vientos, porque nos da paciencia en la lucha, alegría en la vida, fortaleza en las dificultades. ¡Luchemos por conquistar ese cielo ya abierto y ganado para nosotros por Cristo! Y ese cielo tiene un nombre: es Jesús y su amistad.
Para reflexionar: podemos resumir lo dicho en ese verso del poeta Fray Luis de León: “¿Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle, hondo oscuro, en soledad y llanto, y tú, rompiendo el puro aire, te vas al inmortal seguro?”. ¿Experimento la Ascensión del Señor como una invitación a la liberación, exaltación y salvación de mi propia vida escondida en Cristo?
Para rezar: Recemos con Fray Luis de León en su Oda “En la Ascensión”.
¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, obscuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
A aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado,
estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay! Nube envidiosa
aun de este breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas!
Tú llevas el tesoro
que sólo a nuestra vida enriquecía,
que desterraba el lloro,
que nos resplandecía
mil veces más que el puro y claro día.
¿Qué lazo de diamante,
¡ay, alma!, te detiene y encadena
a no seguir tu amante?
¡Ay! Rompe y sal de pena,
colócate ya libre en luz serena.
¿Que temes la salida?
¿Podrá el terreno amor más que la ausencia
de tu querer y vida?
Sin cuerpo no es violencia
vivir; más es sin Cristo y su presencia.
Dulce Señor y amigo,
dulce padre y hermano, dulce esposo,
en pos de ti yo sigo:
o puesto en tenebroso
o puesto en lugar claro y glorioso.
Poesía de Fray Luis de León
Agustino, catedrático de Salamanca (1527-1591)
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