El cardenal de Bosnia-Herzegovina y las apariciones de Medjugorje

Habla el arzobispo de Sarajevo

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ROMA, lunes 23 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Contrariamente a las voces difundidas hace algún tiempo, el cardenal Vinko Puljić, arzobispo de Sarajevo y presidente de la Conferencia Episcopal Bosnia, no se encuentra en Roma estos días para discutir la cuestión de las controvertidas apariciones de Medjugorje.

Lo declaró a ZENIT el propio cardenal, que participó estos días pasados en la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, de la que es miembro, y que se reunió en la Universidad Urbaniana para reflexionar sobre el tema “San Pablo y los nuevos areópagos”.

“Lo que sucede en Medjugorje – afirmó el cardenal Puljić – es de la competencia del obispo de Mostar, monseñor Ratko Peric, y de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Nosotros esperamos sugerencias y propuestas sobre cómo acompañar este fenómeno en cuanto que obispos de la Conferencia Episcopal, y creo que la Santa Sede quiere actuar en este sentido”.

“Ya en la declaración sobre Medjugorje de la entonces Conferencia Episcopal de Yugoslavia, que se remonta al 10 de abril de 1991, tras haber explicado que no se podía constatar nada de sobrenatural en lo que sucedía, se afirmaba la necesidad de asistir a nivel pastoral, bajo la responsabilidad del párroco y del obispo local, a todos aquellos que se dirigen a rezar en este lugar”.

“Espero que la Santa Sede dé indicaciones sobre las confesiones y las celebraciones eucarísticas – añadió –. Y quizás también sobre la constitución de una comisión que siga el fenómeno, registrando los contenidos de las apariciones y de los mensajes, teniendo en cuenta que hasta hoy son más de treinta mil”.

En el libro publicado por el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de Benedicto XVI y ex secretario de esta Congregación vaticana, L’ultima veggente di Fatima (La última vidente de Fátima, ndt), se lee que “las declaraciones del obispo de Mostar reflejan una opinión personal, no son un juicio definitivo y oficial de la Iglesia. Todo se ha remitido a la declaración de Zara de los obispos de la ex Yugoslavia del 10 de abril de 1991, que deja la puerta abierta a futuras investigaciones. La verificación debe, por ello, seguir adelante. Mientras tanto se permiten las peregrinaciones privadas con un acompañamiento pastoral de los fieles. Finalmente, todos los peregrinos católicos pueden dirigirse a Medjugorje, lugar de culto mariano donde es posible expresarse con todas las formas devocionales”.

Es una realidad que el fenómeno de Medjugorje continua atrayendo a miles de peregrinos, reconoce el cardenal Puljić. “Rezar no es pecado – afirma el purpurado con una sonrisa – Hay muchas hermosas presencias que han generado también conversiones y vocaciones sacerdotales o religiosas. Son frutos de la oración: donde el hombre reza con fe, Dios da os frutos de su Gracia”.

“Rezar en los santuarios marianos – explicó el cardenal Puljić – forma parte de la identidad de nuestros fieles católicos. En el transcurso de los acontecimientos problemáticos de nuestra historia, nuestra gente se ha vuelto a encontrar en los diversos santuarios de la región para pedir consuelo, luz, esperanza y la Virgen es un signo para nuestra fe”.

Heridas de guerra

También hoy, 12 años después del final del conflicto de los Balcanes, la Iglesia católica tiene que afrontar muchas dificultades, empezando por la dispersión de sus fieles.

“Antes de la guerra – explicó – en la diócesis de Banja Luka había más de 120.000 católicos, hoy han descendido a 35.000-40.000; la diócesis de Sarajevo antes de la guerra contaba con 528.000 católicos, hoy son como mucho 213.000”.

También la vuelta de los prófugos en algunas zonas sigue siendo problemático: “tras los acuerdos de Dayton, Bosnia ha sido dividida en dos identidades: la República Srpska y la Federación. Mientras que en esta última viven juntos musulmanes bosnios y croatas católicos, en la República Srpska viven casi exclusivamente serbios ortodoxos. En esta zona – donde han quedado como mucho 15.000 católicos – deberían volver cerca de 220.000 católicos, pero son obstaculizados por la falta de permisos por parte de las autoridades serbias y por la dificultad de encontrar un trabajo y de reconstruir las casas destruidas. Entre quienes han conseguido volver, muchos son ancianos y hay que ayudarles a sobrevivir”.

El problema más grande es el reconocimiento de la igualdad de derechos entre los pertenecientes a comunidades religiosas distintas. “No somos todos iguales – afirmó el cardenal Puljić – En la República Srpska prevalecen los serbios, en la Federación los musulmanes. Los católicos sufren la falta de igualdad de oportunidades bajo muchos aspectos especialmente a nivel administrativo y en el acceso al trabajo”.

A menudo se alegan retrasos burocráticos para desanimar la realización de iniciativas por parte católica. “En un barrio de Sarajevo existe una parroquia ya desde hace 28 años pero no consigo construir la iglesia; durante diez años tenía el permiso pero no se me asignaba un espacio mientras que continuamente se conceden para la construcción de mezquitas. Finalmente se me ha asignado un pequeño espacio, pero hay que pagar mucho y además debajo hay una infraestructura que hay que transferir a otro sitio, y esto también es costoso”.

La convivencia entre las comunidades está amenazada sobre todo por las influencias externas. “Un grupo imprimió cien mil libros contra Jesucristo, que distribuyó gratis entre la población musulmana; cuando protesté con un jefe religioso musulmán porque un libro semejante no ayuda a la convivencia, el me respondió que lo ignorara y basta”.

“Los petrodólares – añadió – ayudan a construir muchas mezquitas y centros islámicos y provocan un cambio de mentalidad: contra el cristianismo y especialmente contra los católicos. Cuando falta el respeto de los derechos, se cuela el miedo. Nosotros seguimos dialogando en el consejo interreligioso pero no es fácil resolver situaciones tan complejas porque existen tres historias, una por cada comunidad religiosa, y cada una cuenta la suya”.

Tampoco la comunidad internacional parece entender la situación. “A finales de octubre, el Ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, dijo en Sarajevo que el objetivo de la política turca es el nuevo surgimiento del imperio otomano en los Balcanes, como en el siglo XVI: ninguna voz en Europa y en América se ha elevado en signo de protesta. En Fiume y en Colonia se permite construir mezquitas y esto es justo, pero ¿por qué nadie mira cómo viven los católicos en Sarajevo o en Turquía? Es necesario afirmar la reciprocidad, no contra nadie, sino positiva, por el bien de todos”.

Las dificultades no abaten la vitalidad de la Iglesia bosnia: “Nuestros institutos interétnicos ‘Escuelas por Europa’, fundadas durante e inmediatamente después de la guerra, han llegado a 15 y tienen 5.000 alumnos, mientras que recientemente la Facultad de Teología de Sarajevo ha sido inserta en la universidad estatal y sus diplomas son reconocidos por el Gobierno bosnio”.

“Entre nosotros hay un proverbio – concluye el cardenal – : los hombres pueden hacer lo que quieran, pero no hasta cuando quieran. Nuestra esperanza viene de Dios, estamos en sus manos”.

[Por Chiara Santomiero, traducido por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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