El Gobierno iraquí cuenta con los cristianos para la reconstrucción

Lo afirma el embajador de Iraq ante la Santa Sede

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ROMA, viernes 20 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- Para poder resurgir, Iraq no puede dejar de contar con los cristianos, y por ello el Gobierno se ha comprometido a asegurarles un futuro. Así lo afirma, en una nota enviada a la prensa, el embajador de Iraq ante la Santa Sede, Habbeb Mohammed Hadi Ali Al-Sadr.

El nuevo embajador, que presentó sus cartas credenciales el pasado mes de julio, reveló que ha pedido al Papa «que anime a los cristianos a que vuelvan a su país con el ánimo dispuesto a su reconstrucción, siendo la parte cultural, técnica y económica de la que Iraq no puede prescindir en su nuevo crecimiento».

«Por su parte – añadió – el Gobierno se ha comprometido con cuantos vuelvan, a volverles a dar un trabajo, un terreno para reconstruir su casa y un millón y medio de dinares iraquíes».

«La actual Constitución iraquí – prosiguió – ha sancionado la total igualdad de derechos para los cristianos, les ha concedido también la posibilidad, allí donde lo quieran, de crear una región con un estatuto especial, como la del Kurdistán, donde poder adoptar la lengua siríaca o aramea como oficial».

«En cuanto a la ley sobre las elecciones – subrayó también – se han predispuesto cinco escaños parlamentarios para los cristianos, además de los eventuales cargos a nivel regional o provincial».

«Los cristianos iraquíes – explicó también el embajador – hoy gozan plenamente de la librtad de culto, como también de derechos civiles y políticos: muchos de ellos están plenamente insertados en el mundo político desempeñando cargos importantes tanto en el Parlamento como en los ministerios de industria, derechos humanos), recientemente han sido nombrados tres embajadores».

Además, «los cristianos tienen y ejercen la libetad de prensa e información en sus lenguas, prueba de ello es la presencia de canales televisivos cristianos, como AshurIshtar y otros».

Habbeb Mohammed Hadi Ali Al-Sadr recordó también que después de la caída de la dictadura de Saddam Hussein, el Gobierno ha puesto en marcha una superintendencia cristiana independiente «dirigida a la conservación del patrimonio cristiano y con este fin, cada año se han entregado considerables sumas de dinero. También cada año decenas de hijos nuestros son enviados a Roma para estudiar las diversas ciencias teológicas para volver después como sacerdotes a las diversas iglesias iraquíes de pertenencia».

«Incentivar el turismo, también el religioso, está entre los proyectos de la Superintendencia – explicó -: uno de estos es la organización de una peregrinación a Ur, la ciudad natal de Abraham. Otro gran proyecto y deseo de colaboración entre el Gobierno y la Santa Sede es la visita del papa Benedicto XVI».

Todo esto con el fin de garantizar «la tutela y el mantenimiento de todo el patrimonio artístico cultural de los cristianos de Iraq».

Al afrontar en cambio de la cuestión de la violencia anticristiana, el embajador afirmó que en su opinión «los terroristas han comprendido que la sangre de los musulmanes iraquíes que han derramado como ríos, no es tan interesante para los medios de comunicación occidentales».

Por esta razón y «desde el momento en que desean atraer la mirada del mundo entero sobre sus horribles acciones, sólo para afirmar su existencia, es decir al mundo entero que la democracia nunca tomará pie en Iraq, han decidido golpear de forma sistemática habiendo comprendido que este es el camino más rápido para hacerle llegar a su objetivo».

«En este mecanismo – criticó el embajador – sin querer, los medios de comunicación y las organizaciones occidentales han seguido el juego de los terroristas, interesándose en los cristianos, en su futuro y a la falta de desarrollo de la sociedad, por tanto encendiendo los reflectores sobre las obras terroristas».

Además, «los primeros en condenar todos los atentados contra los cristianos han sido siempre los iraquíes de todas las comunidades que componen el país, y esta postura no brota sólo de una actitud nacional, sino también desde la misma religión islámica que en sí ya prohíbe el asesinato injustificado de un inocente».

«Por lo que – subrayó – ligar el terrorismo al islam es un prejuicio equivocado y un juicio ilógico que los medios de comunicación occidentales alimentan, subrayando sólo la obra de los grupos fundamentalistas, sin decir nada de la bondad de las acciones y vida comunitaria de tantos otros musulmanes que viven pacíficamente entre no musulmanes deseosos de abrirse al otro».

El embajador dirigió sucesivamente una crítica contra las políticas occidentales que «crean un terreno fértil para ellos entrando en las cuestiones árabes e islámicas perdiendo el buen sentido: como en el caso de los continuos acosos de Israel respecto de los palestinos y de la franja de Gaza, sometidos a continuas invasiones y lesiones de los derechos humanos».

«Por otra parte Occidente – prosiguió -, si calla sobre cuestiones de este tipo, está dispuesto a alarmarse cuando una ciudad o país islámico menciona el deseo de desarrollar la energía nuclear aunque sea solo con fines pacíficos, cerrando los ojos frente al hecho de que Israel posee 200 cabezas nucleares preparadas para usarse».

«¿Cómo puede esta situación no favorecer la difusión de la ‘ideología fundamentalista’?», se pregunta.

Al respeto, el embajador pidió a todos los gobiernos soluciones resolutivas para luchar contra el fundamentalismo: «secar sus fuentes económicas y de pensamiento», «abatir el muro de separación entre las naciones ricas y las pobres ayudando a estas últimas a salir de la ignorancia, del sufrimiento, de la enfermedad y del paro, terreno fértil para los terroristas»; «detener la puesta en práctica de políticas hipócritas de las grandes potencias cuando se habla de cuestiones árabes e islámicas».

El representante iraquí subrayó finalmente la necesidad de «promover un diálogo verdadero y fructífero entre las distintas culturas y religiones, poniendo el acento en las cosas comunes y las diversidades» para afrontar los desafíos actuales, entre ellos el terrorismo, la increencia, las divisiones familiares, los problemas medioambientales y la crisis del agua emergente.

«Hasta que no se de esto, no habrá una postura unitaria contra las amenazas mundiales de hoy encarnadas en el radicalismo y el fundamentalismo y no habrá una postura unitaria contra cualquier otro problema mundial».

la edición de ZENIT del 20 de agosto.

 

 

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ZENIT Staff

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