«En esta especial coyuntura histórica –dijo monseñor Orlando B. Quevedo, también arzobispo de Cotabato, en un comunicado–, con armas de excepcional velocidad que pueden provocar devastaciones increíbles y amenazar la seguridad de todo el mundo, es casi imposible hablar de una guerra justa», citó la agencia misionera Misna .
Recordando que todos vivimos en un solo mundo, y que pertenecemos a la misma familia humana ante Dios, el prelado subrayó que «debemos intentar afrontar las diferencias a través de la negociación y el diálogo, de manera pacífica, no con métodos violentos».
Además, el presidente de la Conferencia Episcopal filipina recordó las palabras que el Papa dirigió el 13 de enero al cuerpo diplomático, cuando exclamó su «no a la guerra», porque «la guerra no es jamás un mal inevitable», sino que es «siempre una derrota para la humanidad».
Monseñor Quevedo expresó su deseo de que la presidente de Filipinas, Gloria Macapagal Arroyo, atienda el llamamiento del episcopado.
Muchos temen que su gobierno –hasta ahora casi siempre de acuerdo con la administración estadounidense, especialmente en materia de lucha contra el terrorismo internacional–, opte por apoyar una posible declaración unilateral de guerra del presidente George W. Bush contra Irak.