La Iglesia debe redescubrir la belleza como «camino de evangelización»

Conclusiones de la asamblea del Consejo Pontificio de la Cultura

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 29 marzo 2006 (ZENIT.org).- La Iglesia tiene el desafío de comprender la manera en que la belleza puede ser «camino de evangelización y diálogo», ha constatado la asamblea plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura, celebrada entre el 28 y el 28 de marzo en Roma.

Miembros y consultores de este dicasterio vaticano–cardenales, obispos, sacerdotes y laicos de los cinco continentes–, han afrontado el argumento centrándose en tres cuestiones: «la belleza de la naturaleza, la belleza del arte, la belleza de la santidad cristiana».

Al concluir la asamblea, el cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura y recientemente nombrado presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, presentó las conclusiones del encuentro.

Según el purpurado francés, el tema afrontado es decisivo «para afrontar la situación cultural en la que nos encontramos, en particular, el desafío crucial de la secularización que, desde Occidente, se extiende a través de un mundo», que vive como «si Dios no existiera».

Si bien se ha constado en el encuentro que «el camino de la belleza tiene una larga tradición en la Iglesia», el cardenal Poupard reconoció que «hoy exige ser redescubierto, pues con frecuencia es olvidado y en ocasiones incluso combatido, por ser mal entendido».

«La Iglesia sólo puede proponer el mensaje del Evangelio en toda esa belleza, que es capaz de atraer espíritus y corazones, ofreciendo a través de sus pastores y fieles el testimonio de integridad («integritas») de vida y de claridad («claritas») del mensaje que reflejan», afirmó el cardenal al enunciar una de las conclusiones centrales.

De hecho, reconoció, «el examen del desafío de las sectas ha sacado a la luz las desastrosas consecuencias de los anti-testimonios ofrecidos por sacerdotes y laicos cuya vida cotidiana está en contracción del mensaje del Evangelio, y de este modo su falta de espiritualidad oscurece la claridad, el esplendor de la gracia».

Los participantes han reconocido que el hedonismo dominante, oscurece en las personas, y particularmente en los jóvenes, la percepción de la auténtica belleza. Por eso el cardenal constató que es necesario ayudar a los contemporáneos «a escapar de las redes que la apariencia exterior y volver a encontrar su ser profundo».

En definitiva, aclaró citando a san Agustín, es necesario hacer descubrir lo que «es más interior en mí mismo que mi mismo interior» («intimus meus interior»).

Dado que la liturgia es un lugar privilegiado de encuentro con la Iglesia, el cardenal advirtió ante los peligros del «clericalismo litúrgico» por el que, «en vez de conducir al misterio de Cristo, el sacerdote se presenta como el único director de cine», transformando «las ceremonias en espectáculos que no tienen nada que ver con la belleza del misterio de la fe».

Ahora bien, concluyó, «la santidad de vida es el mejor vector de la belleza divina», subrayando «la urgencia de una renovación profunda en la Iglesia a través de la búsqueda de una auténtica cultura de la santidad» y como ejemplos concretos puso a Juan Pablo II y a la Madre Teresa de Calcuta.

Entre los arzobispos de importantes diócesis del mundo que han participado en el encuentro, destacan el cardenal Antonio María Ruoco Varela, arzobispo de Madrid; el cardenal Polycarp Pengo, arzobispo de Dar-es-Salaam (Tanzania), el cardenal Rodolfo Quezada Toruño, arzobispo de Guatemala; el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara (México).

Entre los exponentes de la Curia Romana que han presentado ponencias se encuentran el cardenal Francis Arinze, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y el cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de vida Consagrada y las Sociedades de vida Apostólica.

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ZENIT Staff

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