Las cosas de Dios son las que merecen urgencia, afirma el Papa

En su homilía durante la misa en la festividad de la Asunción

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CASTEL GANDOLFO, martes 16 de agosto de 2011 (ZENIT.org).- Dios es la verdadera urgencia de nuestra vida, declaró Benedicto XVI este lunes en la homilía que pronunció durante la misa de la solemnidad de la Asunción celebrada en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva de Castel Gandolfo.

El Papa destacó la expresión “con prontitud” con la que el Evangelio de Lucas señala que María se dirigió a la casa de Zacarías y de su prima Isabel.

En referencia a esta expresión, indicó que “las cosas de Dios merecen esta urgencia, incluso podemos decir que las únicas cosas que merecen urgencia son las de Dios, la verdadera urgencia de nuestra vida”.

El Pontífice explicó que “Zacarías, Isabel y el pequeño Juan Bautista, son de hecho, el símbolo de todos los justos de Israel, cuyos corazones, colmados de esperanza, esperan la venida del Mesías Salvador”.

“Y es el Espíritu Santo el que le abre los ojos a Isabel para hacerle reconocer en María la verdadera arca de la alianza, la Madre de Dios que va a visitarla”, añadió.

Continuando esta explicación, el Papa señaló que “Juan Bautista, en el seno de su madre danza ante el arca de la Alianza, como David”.

“Reconoce así que María es la nueva arca de la alianza, ante la que el corazón exulta de alegría, la Madre de Dios presente en el mundo, que no se queda para sí misma esta divina presencia, sino que la ofrece compartiendo la gracia de Dios”, continuó.

En referencia a la Virgen, Benedicto XVI afirmó que “nos conduce a la esperanza, a un futuro lleno de alegría”.

Al mismo tiempo, añadió, María nos enseña el camino para alcanzar este futuro de plenitud: “acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con Él, sino dejarnos iluminar y guiar por su palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en los que sentimos que nuestras cruces se hacen pesadas”.

En su homilía, el Papa también se refirió a la asunción de María “a la gloria del cielo en alma y cuerpo, es decir con todo el ser humano, en la integridad de su persona”.

Y aseguró que “también nuestra existencia cotidiana, con sus problemas y sus esperanzas, recibe luz de la Madre de Dios, de su recorrido espiritual, de su destino de gloria”.

Para el Obispo de Roma, el camino y la meta de María “pueden y deben convertirse, de alguna manera, en nuestro mismo camino y nuestra misma meta”.

Y ello teniendo en cuenta el “destino de gloria extraordinaria” que se le ha reservado a Ella al estar “estrechamente unida al Hijo que ha acogido en la fe y generado en la carne”.

“María, el arca de la alianza que está en el Santuario del Cielo, nos indica con luminosa claridad que estamos en el camino hacia nuestra verdadera casa,  comunión de alegría y de paz con Dios”, destacó.

Después de la misa, al rezar la oración mariana del Ángel us, el Papa insistió en el misterio de la Asunción, “un misterio de esperanza y de alegría para todos nosotros” porque “en María vemos la meta hacia la que caminan todos los que saben unir su propia vida a la de Jesús, que lo saben seguir como hizo María”.

“Con la victoria de Jesús sobre el mal, también son derrotadas la muerte interior y física”, aseguró.

Según el Papa, la fiesta de la Asunción “nos dice que también nosotros estaremos al lado de Jesús en el gozo de Dios y nos invita a ser valientes, a creer que la potencia de la Resurrección de Cristo puede actuar también en nosotros y convertirnos en hombres y mujeres que, cada día, intentan vivir como resucitados, llevando la luz del bien a la oscuridad del mal que hay en el mundo”.

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ZENIT Staff

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