Los obispos españoles denuncian los abusos contra las mujeres

Mensaje de la Comisión Episcopal de Pastoral Social para Corpus Christi

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MADRID, viernes, 25 abril 2008 (ZENIT.org).- Con motivo de la próxima solemnidad de Corpus Christi, Día de la Caridad, que se celebra el 25 de mayo, la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española ha hecho público hoy 25 de abril un mensaje titulado «La Eucaristía, esperanza para el pobre». En el mismo se une a la campaña de Cáritas dedicada a los derechos de las mujeres y denuncia los abusos que estas sufren.

En su Mensaje, la Comisión explica que la festividad del Corpus Christi invita «a entrar en el corazón del misterio de la Eucaristía, que se ha de creer, celebrar y vivir».

Recuerda la última encíclica de Benedicto XVI -«Spe salvi; Salvados en la esperanza»-, a cuya luz, afirma «contemplamos la Eucaristía descubriendo en ella un verdadero sacramento de esperanza para toda la humanidad y, de manera muy especial, para los más pobres y excluidos de los bienes necesarios».

Los obispos que integran la Comisión se unen a la campaña que viene desarrollando Cáritas sobre derechos humanos e igualdad de oportunidades, que ahora dedica a los derechos de la mujer, invitando «a poner de manifiesto la igualdad entre hombres y mujeres y la importancia de que se reconozcan oportunidades equitativas para ambos sexos como expresión de la común dignidad humana que compartimos y como base de una sociedad más justa y más fraterna».

Los prelados subrayan que «la Eucaristía, sacramento del amor, aviva en nosotros la conciencia de que donde hay amor brilla, también, la esperanza, de que donde el ser humano experimenta el amor se abren para él puertas y caminos de esperanza».

Recuerdan palabras de Benedicto XVI: «No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. Eso es válido incluso en el ámbito intramundano. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de ‘redención’ que da un nuevo sentido a su existencia».

«Cuando se descubre y vive la Eucaristía -indican los obispos–, como misterio de presencia de Cristo acompañando al hombre en el camino de la vida, como misterio de vida entregada por el ‘Otro’ y como servicio humilde y generoso al hermano necesitado, como misterio de comunión que nos hace sentar en la misma mesa superando toda diferencia, resulta fácil descubrir que la Eucaristía es el gran sacramento de la esperanza, anticipo de los bienes definitivos a los que todos aspiramos en lo hondo de nuestro corazón y que esperamos alentados por la fe».

Por ello afirman que la Eucaristía, vivida y celebrada «se traduce inevitablemente en gestos y signos de esperanza».

Recordando palabras del Papa, subrayan que «toda nuestra acción en favor de la justicia y de los pobres, es ‘esperanza en acto’, es decir, es un signo y un testimonio de esperanza».

Los obispos reconocen que en la sociedad actual «hay muchas sombras que oscurecen y debilitan la esperanza». Y recuerdan algunas de ellas que es necesario denunciar y que están demandando la luz de nuestro compromiso abierto y decidido.

En primer lugar afirman que «la igualdad original entre hombres y mujeres se ha constituido en un principio jurídico universal» y sin embargo, «asistimos en el mundo a una feminización de la pobreza que se caracteriza por el creciente empobrecimiento de las mujeres, el empeoramiento de sus condiciones de vida y la vulneración de sus derechos fundamentales».

Reconocen que, «entre nosotros, los logros en este campo, aun siendo muchos, resultan todavía insuficientes». Y señalan problemas como «la violencia doméstica, la discriminación salarial, el mayor desempleo femenino, la todavía escasa presencia de las mujeres en puestos de responsabilidad política, social y económica, las cargas familiares que tienen que soportar en situaciones de escasos recursos y los problemas de conciliación entre la vida personal, laboral y familiar, muestran cómo la igualdad, siendo diversos el hombre y la mujer, es todavía una tarea muy incompleta».

«La trata de mujeres -añaden- es una de las formas más crueles de violencia y de esclavitud. Son miles las mujeres extranjeras que son captadas y traídas a España por personas, grupos de delincuentes o redes criminales organizadas, a través de engaño, amenazas o coacción, con el fin de someterlas a explotación, en la prostitución, en la agricultura, en el servicio doméstico, en la construcción, la hostelería o los talleres clandestinos».

Todo ello, recuerdan los obispos «sin olvidar otros datos como que hemos rebasado la escalofriante cifra de 100.000 abortos al año en España; que unos 20.000 niños son objeto en España de la trata de personas y están sometidos a diversas formas de explotación sexual y laboral; que miles de inmigrantes llegan a nuestras fronteras huyendo del hambre y sin ser reconocidos en su derechos humanos».

No obstante, a pesar de las sombras, los obispos reconocen las luces y los signos de esperanza, entre los que citan «el compromiso de muchas comunidades parroquiales con su entorno cercano, siendo activas en la formación de un tejido social solidario y responsable ante los más pobres».

Así como «el servicio de las Cáritas y de otros grupos eclesiales, asistiendo a las víctimas de la explotación en su proceso de recuperación física, psicológica, económica y de integración social, así como brindándoles asistencia jurídica».

Además de «la implicación de cristianos en movimientos sociales diversos en defensa de los derechos humanos, personales y sociales, de las personas y de los pueblos empobrecidos».

Otro signo positivo es «el compromiso de personas e instituciones en la promoción de políticas sociales que eviten formas de discriminación ofensivas a la dignidad y vocación de la mujer en la esfera social».

Al que hay que añadir «el protagonismo que están asumiendo las mujeres en muchos países del sur empobrecido, para sacar sus familias adelante y abrir caminos hacia un orden social nuevo, como reconocen los Obispos africanos».

«Contemplando el don de la Eucaristía en este Día de la Caridad -exhortan los obispos–, os invitamos a entrar en su misterio y a dejaros configurar por él, para que todo el caudal de amor y de vida generosamente entregados por el Señor, y ofrecido por cuantos entran en comunión con él, constituyan para todos, especialmente para los más pobres, una fuente permanente de esperanza».

De manera especial invitan este año a secundar la campaña de Cáritas «trabajando decididamente para que la igualdad de derechos entre hombres y mujeres pase de ser un derecho formal a ser un derecho real que configure relaciones personales y sociales de igualdad en los distintos ámbitos de la vida».

Concluyen «confiando en la fuerza que nos da la comunión en el Señor y con la esperanza cierta de que, como dice Benedicto XVI, «la injusticia de la historia no puede ser en absoluto la última palabra».

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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