CIUDAD DEL VATICANO, 11 mar 2001 (ZENIT.org).- Mártires para la concordia en España. Este fue el deseo que confesó Juan Pablo II al concluir la beatificación de 233 hombres y mujeres, laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas, asesinados entre 1936 y 1939 en ese país.
Al rezar con todos los peregrinos a mediodía la oración mariana del Angelus, con la que ponía punto final a la beatificación más numerosas de la historia, el pontífice afirmó: «Que los nuevos beatos, modelo de coherencia de vida, constancia en la fe y espíritu reconciliador, intercedan en el cielo por sus paisanos de hoy, les impulsen a mantener vigorosa la savia cristiana que fecunda su historia patria y alienten sus esfuerzos por alcanzar cotas cada vez más altas de concordia, solidaridad y fraternidad».
El Papa saludó «de manera calurosa» a los casi 25.000 españoles congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano y a la delegación oficial, «que han venido –dijo– en representación de un pueblo que en todos los estamentos sociales y rincones de su geografía ha dado tantos ejemplos de santidad».
La delegación oficial estuvo encabezada por el ministro de Medio Ambiente, Jaume Mata Palou; el embajador ante la Santa Sede, Carlos Abella; el presidente de la Generalitat valenciana, Eduardo Zaplana; el secretario de estado de Justicia, José María Michavilla, y el vicepresidente primero del Congreso de los Diputados, Francisco Camps.
También acudió la Consejera de Gobernación de la Generalitat de Cataluña, María de Gispert; la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y el alcalde de Lérida, Antonio Siurana.
La Iglesia española estuvo representada por los cardenales de Madrid, Toledo y Barcelona, Antonio María Rouco Varela, Francisco Alvárez y Ricard María Carles, respectivamente; los arzobispos de Valencia y Granada, Agustín Garcia Gasco y Antonio Cañizares, y una decena de obispos de otras diócesis en las que nacieron, aunque después murieron en la zona de Valencia o Cataluña, los nuevos beatos.
