Moscú congela el diálogo entre católicos y ortodoxos

Se niega a aceptar los derechos de los católicos de rito oriental

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CIUDAD DEL VATICANO, 20 julio (ZENIT.org).- Las relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa pasan cada vez más por Moscú y encuentran en los católicos de rito oriental presentes en Europa del Este su mayor obstáculo. Esta es la conclusión que se puede sacar de la reunión de representantes de las dos confesiones cristianas que del 9 al 19 de julio se celebró en el Mount St.Mary´s College de Ermitsburg, Maryland,(EE.UU.).

El encuentro, que se suspendió el año pasado por petición ortodoxa en protesta contra de los bombardeos de la OTAN en Serbia, congregó a obispos y teólogos católicos de Estados Unidos, Italia, Austria, Bélgica, Bosnia-Herzegovina, Alemania, Grecia, Israel, Líbano, Polonia y Rumania. Los representantes ortodoxos –obispos y expertos– procedían del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla y de los Patriarcados de Alejandría, Antioquía, Moscú y Rumania y de las Iglesias de Chipre, Grecia, Albania, Polonia, Finlandia y Estonia.

La reunión se celebró bajo los auspicios del cardenal William Keeler, arzobispo de Baltimore, y sus vicepresidentes fueron el cardenal Edward Idris Cassidy, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el arzobispo Stylianos de Australia, patriarca ecuménico.

Católicos y ortodoxos, separados desde el año 1054, han intensificado sus esfuerzos para superar la división desde que el 7 de diciembre de 1965 el Papa Pablo VI y Atenágoras, patriarca de Constantinopla, levantaran las mutuas excomuniones que dieron vida al cisma. Este camino ha encontrado un obstáculo imprevisto tras la caída del muro de Berlín. Con la recuperación de la libertad religiosa en tierras que gravitaban en torno a la ex Unión Soviética, el patriarcado de Moscú, que si bien no es el de mayor dignidad en la Iglesia ortodoxa es el que cuenta con el mayor número de fieles, se ha negado a proseguir con el diálogo acusando a Roma de proselitismo en sus tierras y en protesta por los derechos recuperados por los católicos de rito oriental.

El tema fundamental tratado en la arquidiócesis de Baltimore fue precisamente este último: «Las implicaciones canónicas y eclesiológicas del Uniatismo». Conocidos también con el nombre de «uniatas», estos los católicos de rito oriental eran antiguos ortodoxos que hace varios siglos reconocieron la autoridad del Papa, preservando; sin embargo, por concesión del mismo pontífice, la liturgia ortodoxa que celebraban. Es lógico, por tanto, que la Iglesia ortodoxa les viera durante siglos como «infiltrados».

Durante el invierno de la persecución religiosa comunista, Stalin trató de eliminarlos del mapa: sus templos fueron entregados a la Iglesia ortodoxa mientras que sus obispos, sacerdotes y fieles sufrieron en muchos casos la cárcel e incluso el martirio. La persecución duró hasta los años ochenta, cuando Mijaíl Gorbachov trajo la «Perestroika». Con su independencia, las autoridades de Ucrania han tratado de reparar la injusticia sufrida por los católicos devolviéndoles los templos que Stalin entregó a los ortodoxos. Esta decisión, sin embargo, ha sido difícil de aceptar por los ortodoxos, quienes vivían en estas parroquias desde entonces (algunos sacerdotes ortodoxos tienen familia y han perdido así su parroquia). Se entiende, por tanto, la oposición del patriarcado de Moscú a perder templos que había dirigido desde hace décadas.

El comunicado final de la reunión de Baltimore es algo pesimista: «A pesar de que las reacciones han sido por lo general positivas» –explica– los documentos que abordan los aspectos teológicos y las directrices prácticas «han encontrado algunas reservas e incluso fuerte oposición, a veces por una y otra parte. De ahí que se haya sentido la necesidad de que la Comisión Mixta prosiga la reflexión para poder llegar a un entendimiento mutuo en esta espinosa cuestión».

La Santa Sede ha propuesto soluciones a la situación en parte ya aplicadas con éxito en Rumanía, donde también se da este problema, –como compartir templos según horarios, etc.–. Por lo que se desprende en el comunicado, los ortodoxos rusos van mucho más allá, y llegan a poner en tela de juicio el «el concepto teológico básico del uniatismo».

Por este motivo, añade el comunicado, «se ha decidido no efectuar en esta ocasión una declaración común». Los participantes en el encuentro «informarán a sus iglesias que les indicarán cómo superar este obstáculo para la pacífica continuación del diálogo».

«A pesar de todas las dificultades –concluye el comunicado final del encuentro de Baltimore–, la Comisión espera que mediante este proceso sería capaz de proseguir la búsqueda de la plena comunión entre las Iglesias Católica y Ortodoxa».

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ZENIT Staff

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