Óscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios (El Salvador) el 15 de agosto de 1917. Sus padres, Santos y Guadalupe tuvieron una hija y seis hijos, el segundo de los cuales fue él. A los doce años ingresó en el Seminario Menor de San Miguel, gracias a la ayuda espiritual y económica del Obispo Monseñor Juan Antonio Dueñas. Posteriormente fue enviado a estudiar a Roma, donde recibió la ordenación sacerdotal el 4 de abril de 1942.
De regreso a El Salvador fue Canciller y Secretario de la Diócesis de San Miguel, Vicario General, Párroco de la Cátedra, Director de Asociaciones y Movimientos Apostólicos y Rector del Seminario. Colaboró como Secretario Ejecutivo con el SEDAC (Secretariado Episcopal de América Central). Fue Obispo Auxiliar de San Salvador y finalmente nombrado Arzobispo, el 22 de febrero de 1977.
Su trabajo pastoral se centró en la atención al clero y al pueblo, la celebración de la liturgia, la atención a los enfermos y a los pobres, de acuerdo a los lineamientos del Concilio, Medellín y Puebla. Anunció la Buena Noticia, denunció el pecado e iluminó desde el Evangelio la realidad del país sumido en una grave situación de violencia y división. Llamó al diálogo y a la paz, y acompañó a las víctimas, reclamando continuamente la conversión de quienes actuaban con violencia, injusticia, impunidad y corrupción, especialmente los ricos y poderosos, los guerrilleros y el ejército.
Su actitud profética le hizo vivir un auténtico calvario: intentos de manipulación, insultos y amenazas. El 24 de marzo de 1980 fue asesinado de un disparo mientras celebraba la Eucaristía en la Capilla del Hospital de la Divina Providencia. Fue beatificado el 23 de marzo de 2015.
ESPIRITUALIDAD
Como buen pastor dio la vida por sus ovejas, siempre preocupado por el pueblo Salvadoreño, especialmente los más pobres y las víctimas de la violencia. Atendió paternalmente a los sacerdotes y agentes de pastoral, afrontando con valor y sufrimiento los numerosos casos de persecución, cárcel y asesinatos de miembros del clero y catequistas.
Defendió incansablemente la paz, llamando a todos a la conversión, defendiendo la Doctrina Social de la Iglesia y denunciando todas las violaciones a los Derechos Humanos.
Sus homilías y declaraciones, iluminaron la conflictiva situación de El Salvador y orientaron, no sin dificultades, el cumplimiento de la misión liberadora de la Iglesia al servicio del Reino de Dios: «La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia encuentra su salvación» (11 de noviembre de 1977). “La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre.
En nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”. (23 de marzo de 1980).
Su muerte martirial coronó una vida de seguimiento de Cristo, opción decidi- da por el Reino de Dios y su justicia, escucha de la Palabra, fidelidad, valentía, sentido de Iglesia y servicio al pueblo.
MODELO PARA LA JUVENTUD
- Seguimiento de Cristo
- Opción por los pobres
- Fidelidad y valentía
- Compromiso por la justicia social
- Llamado al diálogo, la paz y la conversión
PRIMER ARZOBISPO MÁRTIR DE AMÉRICA
Defensor de la dignidad humana.
Consagrado al servicio del Reino en la Iglesia