El santo padre Francisco recibió el pasado jueves, 14de enero, en audiencia en el Vaticano, a los miembros del Colegio Sacerdotal Argentino de Roma, con motivo de la visita pastoral de los obispos de la Comisión Episcopal de Ministerios de la Conferencia Episcopal (CEMIN).
La cita fue en la Biblioteca del Palacio Apostólico, donde se desarrolló un diálogo informal, cálido y profundo durante más de una hora entre el Obispo de Roma y los sacerdotes y obispos.
El rector del Colegio Sacerdotal, el padre Ángel Hernández, en esta entrevista a ZENIT ha indicado que en el encuentro realizado en un ambiente de sinceridad, el Santo Padre inició comentándoles que la idea del Jubileo de la Misericordia había sido una inspiración del Espíritu Santo. Además les invitó a que cuando confiesen sean ‘verdaderamente padres’ y les exhortó también a ‘ser Pastores’ allí donde estén. También les puso en guardia de los riesgos del pelagianismo que impulsa un restauracionismo que quiere volver a una situación que ya no existe más y que suele esconder una cierta mundanidad espiritual; así como del gnosticismo. Sobre la reforma en curso en la Curia les confió que a pesar de lo que indican ciertos medios, la contra cara es que en la Iglesia de hoy y en la Curia hay muchos santos. Añadió que se sentía siempre “en paz”, una paz que lo ha acompañado desde el día de su elección y nunca lo ha abandonado en medio de las dificultades.
A continuación compartimos con nuestros lectores la entrevista:
¿Cómo fue el ambiente del encuentro que tuvieron con el Santo Padre?
— Padre Ángel Hernández: Sin discursos preliminares ni palabras formales, después de los saludos y fotos de rigor se pasó directamente a una rica conversación sobre distintos temas. El clima fue de sinceridad, llano e íntimo, donde no faltaron el humor, las preguntas de tono más personal y un espíritu de alegría y comunión.
¿Cuál fue el primer tema tratado por el Papa?
— Padre Ángel Hernández: El punto de partida fue el Jubileo de la Misericordia recientemente iniciado en todo el mundo. Francisco subrayó que la génesis de este evento extraordinario venía de lo que él confiaba era una verdadera inspiración del Espíritu, nacida en su oración personal y confirmada en el diálogo con algunos de sus consejeros.
Al mismo tiempo resaltó que era una profundización del camino ya marcado por Pablo VI y acentuado luego por Juan Pablo II con su encíclica Dives in Misericordia, la canonización de Faustina Kowalska, la institución de la fiesta de la Divina Misericordia en el segundo domingo de Pascua y otras opciones suyas.
¿Y en concreto sobre el Jubileo de la Misericordia?
— Padre Ángel Hernández: Como es habitual en Francisco, la mirada universal descendió a cuestiones pastorales sumamente concretas, particularmente la preocupación por el ministerio de la reconciliación. Insistió en la necesidad de confesores con profunda conciencia de ser instrumento de la misericordia, humanamente sanos y dispuestos a recibir en todo momento al penitente, que siempre debe llevarse en el corazón la experiencia de ser acogido aún en los casos en los que por diversos motivos no pueda recibir la absolución. En una palabra, el Papa afirmó que el confesor está llamado a ser un verdadero padre en el encuentro sacramental.
O sea, que le hicieron preguntas varias, ¿verdad?
— Padre Ángel Hernández: Las preguntas de los integrantes del Colegio estuvieron dirigidas a la vida de los sacerdotes, y hacia la misión que los esperan al regresar a sus diócesis al finalizar su tiempo de estudios en la Ciudad Eterna. El Papa destacó que lo central era “ser Pastores” allí donde estén y en las tareas que les toque desempeñar, sea en la actividad académica, los seminarios o tribunales donde ejerzan su ministerio. Recordó el núcleo del ministerio apostólico del libro de los Hechos, válido también para los presbíteros: “la oración y el anuncio de la Palabra”.
¿Qué desafíos y riesgos les indicó?
— Padre Ángel Hernández: Al hablar de los retos para la Iglesia en la actualidad, Francisco dijo que hoy había dos riesgos representados por dos herejías antiguas, pero aún activas: el pelagianismo y el gnosticismo. En particular la primera se percibe cuando se impulsa un cierto restauracionismo que pretende volver a una situación que ya no existe más, pero que en realidad denota una fragilidad interna en la manera de vivir la fe. Este restauracionismo suele ocultar una mundanidad espiritual, verdadero peligro para el creyente. Es necesario, recordaba el Papa a los sacerdotes del Colegio, distinguir entre el mundo y el espíritu mundano, para no esconderse de la realidad, pero tampoco perder aquello que nos hace cristianos, según la oración del Señor al Padre: “No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno” (Jn 17, 15).
¿Es verdad que le indicaron al Papa que la gente lo quiere mucho?
— Padre Ángel Hernández: Los sacerdotes le manifestaron el afecto y la oración de la gente de sus respectivas diócesis y de todos los que querían hacerle llegar su saludo al Papa. Francisco agradeció el gesto y expresó, como suele hacer, lo mucho que necesitaba la oración de todos y lo bien que le hacía el contacto cotidiano con la gente, hoy especialmente en las misas que celebra casi diariamente en Santa Marta. Afirmó que “estar con la gente me hace bien”.
¿Sobre las causas de beatificación en curso les ha adelantado algo?
— Padre Ángel Hernández: Sí, hizo memoria de dos argentinos en proceso de beatificación y canonización, Mamá Antula y el Cura Brochero; los milagros atribuídos a la intercesión de ellos acaban de ser aprobados por la junta médica de la Congregación de los Santos.
¿Les comentó algo sobre Vatileaks y la reforma de la Curia?
— Padre Ángel Hernández: Al referirse a algunos hechos que han tenido particular impacto mediático, concluyó diciendo que a pesar de estos casos hoy, «en la Iglesia hay muchos santos; y aquí (en la Curia) hay santos». Es la contra cara de eso que resaltan los medios.
¿Y sobre su vida cotidiana?
— Padre Ángel Hernández: Charlando sobre las numerosas responsabilidades y desafíos que tiene que enfrentar diariamente, manifestó estar siempre “en paz”, una paz que lo ha acompañado desde el día de su elección y nunca lo ha abandonado en medio de las dificultades, logros, dolores y alegrías cotidianas en el ejercicio de su servicio apostólico. “Estoy en las manos de Dios” fue una de sus últimas frases antes de concluir un encuentro verdaderamente familiar y amistoso.