'Santa Sede y República Islámica de Irán por la paz en el mundo' (Segunda parte)

Mohammad Taher Rabbani, embajador de Teherán ante el Vaticano, habla en exclusiva a ZENIT sobre diálogo interreligioso y del acuerdo de Ginebra sobre actividad nuclear

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 Segunda parte de la entrevista al embajador de Irán. Leer la primera parte aquí

¿Cuál es la situación de los cristianos en la República Islámica de Irán? ¿Qué derechos se les reconocen y, más allá del aspecto jurídico, cuál es la relación con la población musulmana?

— En Irán, la convivencia pacífica entre musulmanes y cristianos es un ejemplo para todo el Oriente Medio. Es también testimonio de ello las relaciones antiguas con la Santa Sede, que se remontan al siglo XIII y que se realizaba en las constantes relaciones políticas y diplomáticas con congregaciones como los carmelitas y los dominicos. Forma parte de las enseñanzas de nuestra religión, por otra parte, mantener relaciones amistosas con las otras religiones del libro. Esta tradición de acogida está presente en la Constitución de la República Islámica de Irán, la cual defiende los derechos de las religiones del libro y les garantiza representantes en el Parlamento. Finalmente el programa del presidente Rohani refuerza esta línea política.

Hay encuentros bilaterales, cada dos años, entre la República Islámica de Irán y la Santa Sede para favorecer el diálogo interreligioso. Recientemente hubo un encuentro entre el presidente iraní Hassan Rohani y el arzobispo Leo Boccardi, nuevo nuncio apostólico en Irán. ¿Qué objetivos comunes se han fijado?

— Durante el encuentro se ha subrayado que, hoy más que nunca, el diálogo entre islam y cristianismo es importante. Chiítas y católicos deben conocerse mejor, para saber individuar los puntos que les unen. Porque muchas incomprensiones nacen precisamente de la ignorancia recíproca. El terrorismo y el extremismo son nuestros enemigos comunes. Pero es nuestro objetivo común, sin embargo, dar una contribución a la paz y combatir la pobreza, más allá de la confesión religiosa y de la nacionalidad de los pobres.

 En su opinión, ¿qué otras incomprensiones impiden a veces una relación serena entre el mundo musulmán y el mundo cristiano?

— Nosotros creemos que todos los profetas tuvieron el mismo objetivo. Por lo tanto, si todos los profetas se encuentran para convivir, no habrá ningún problema entre ellos. En los últimos años no hay ningún enfrentamiento entre islam y cristianismo, los contrastes a los que asistimos en algunas regiones del planeta son más de carácter étnico que religioso. A veces, de hecho, hay conflictos entre personas de una misma religión.

Lamentablemente, algunos obstáculos hay. El principal se debe a los prejuicios que tienen un gran número de creyentes en relación a los seguidores de otras religiones, por vía de comportamientos equivocados hacia el otro por parte de algunos gobernadores musulmanes y cristianos a lo largo de la historia. Estos eventos negativos tenían un matiz religioso solo en apariencia, pero han causado igualmente contrastes entre algunos creyentes de estas dos religiones.  Yo, como diplomático y religioso, estoy convencido que los jefes religiosos a nivel mundial pueden tener un rol importante para alcanzar la paz contra la discriminación y el apartheid. Un ejemplo reciente en este sentido es el de Nelson Mandela, el cual, aunque no era un jefe religiosos, ha revestido un rol importante a favor de la paz en Sudáfrica. Recuerdo que todas las religiones monoteístas invitan a los pueblos a creer y practicar en la sociedad la misericordia de Dios.

¿Cuáles son los desafíos que hoy el islam y el cristianismo pueden afrontar uno al lado del otro?

–Podríamos elaborar una lista larga. El desafío más importante es el diálogo para promover una cultura de paz que pueda contrastar la guerra. En ausencia de diálogo, por otro lado, no puede existir ningún desarrollo sostenible y definitivo. La violencia y el extremismo son heridas que son necesarias curar cuanto antes. Los jefes religiosos del islam y el cristianismo pueden trabajar juntos para alcanzar este objetivo. Por ejemplo los llamamientos del papa Francisco – por el que tenemos un gran respeto – a rezar por la paz, y el rol que desempeñó para prevenir el ataque militar en Siria y reforzar una coalición de paz en el mundo, junto al llamamiento para la paz mundial del presidente iraní Rohani durante la 68ª Asamblea General de la ONU, a mi parecer pueden crear un frente por la paz para contrastar al frente de quien quiere la guerra. Esta colaboración, si continúa con programas comunes, involucrando a muchos jefes religiosos activos en el campo de la paz y de la justicia mundial, puede construir un frente mundial de las grandes religiones por la paz. Mi propuesta es que sean la Santa Sede y la República Islámica de Irán a construir este frente. La ocasión para dar un paso importante en esta dirección podría ser el noveno encuentro interreligioso entre estos dos Estados, que tendrá lugar en Teherán en el 2014. Además Irán puede usar su potencialidad política, en cuanto que está a la guía del Movimiento de los países no alineados – compuesto en mayor parte por países cristianos católicos y musulmanes – para crear un Forum en su interior que acoja la colaboración constructiva de la Santa Sede.

Traducido por Rocío Lancho García

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Federico Cenci

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