Jay Greene
(ZENIT Noticias – The Daily Signal / Estados Unidos, 06.11.2024).- Hace dos años, sólo tres estados prohibían las intervenciones quirúrgicas en niños para tratar la disforia de género, frente a sólo uno un año antes.
Hoy en día, exactamente la mitad de los estados tienen prohibiciones de este tipo, y muchos más las están considerando. El Tribunal Supremo de EE.UU. tiene previsto escuchar los argumentos en un caso de Tennessee que cuestiona estas prohibiciones el 4 de diciembre.
Estos procedimientos, insisten los defensores, casi nunca ocurren y son en gran medida un mito inventado por la derecha para asustar a la gente.
En palabras de la revista LGBTQ+ Them: «Contrariamente a la propaganda conservadora moderna, las cirugías de reafirmación de género en menores son excepcionalmente raras».
Del mismo modo, la Campaña de Derechos Humanos refuta lo que alega es una «campaña de desinformación concertada» declarando que, con «raras excepciones», «las personas transgénero y no binarias no suelen someterse a cirugías de afirmación de género antes de los 18 años.»
La Association of American Medical Colleges se hace eco de ese tema, afirmando que este tipo de «cirugía entre los jóvenes es poco frecuente». Pero, ¿hasta qué punto son raras estas cirugías en niños?
Según un nuevo estudio del grupo de defensa médica Do No Harm, se realizaron 5,747 cirugías de cambio de sexo en niños en los Estados Unidos entre 2019 y 2023.
Dado que hay alrededor de 12,5 millones de niños de entre 15 y 17 años -las edades de los menores que reciben estas cirugías-, la tasa anual de cirugías para eliminar y modificar rasgos sexuales y órganos en niños resulta ser de 9,2 por cada 100.000.
Esa tasa puede parecer muy rara hasta que se compara con otras tasas que afectan a niños. Por ejemplo, cada año mueren ahogados 0,8 de cada 100.000 jóvenes de entre 14 y 17 años. Esto significa que estas muertes son aproximadamente 1/11 veces más frecuentes que las operaciones de sexo entre niños de aproximadamente las mismas edades.
Pero no actuamos como si las muertes por ahogamiento de niños fueran tan raras que no tuvieran importancia. Por el contrario, dedicamos importantes recursos a garantizar la presencia de socorristas en playas y piscinas. Presionamos a las familias para que matriculen a sus hijos en clases de natación.
De hecho, la AAMC está tan preocupada por las muertes por ahogamiento que se unió a otras organizaciones en la elaboración de una carta a principios de este año instando al Congreso a evitar recortes en la financiación del Centro Nacional de Prevención y Control de Lesiones que «eliminaría varios programas clave», incluida la «prevención de ahogamientos».
La AAMC citó incluso el aumento de las muertes por ahogamiento como una razón para luchar contra el cambio climático, enumerando el ahogamiento como uno de «los riesgos particulares para la salud que el cambio climático plantea a las personas en las zonas costeras.»
Sin embargo, esa misma organización quiere hacerle creer que las cirugías mayores que a menudo destruyen las funciones sexuales de los niños -un procedimiento 11 veces más común entre los adolescentes que las muertes por ahogamiento- son «raras.»
El estudio «Do No Harm (No hacer daño)» identifica una “Dirty Dozen” de hospitales a los que considera los mayores promotores de los procedimientos de cambio de sexo en niños.
Cabría esperar que la mayoría de los hospitales de “Dirty Dozen” estuvieran situados en estados profundamente liberales, donde existe el mayor interés por parte de los pacientes potenciales y el mayor apoyo de los políticos estatales. Pero tanto el hospital número 1 como el número 11 de la lista de la “Dirty Dozen” de Do No Harm se encuentran en el estado de Pensilvania.
El Hospital Infantil de Pensilvania -conocido irónicamente por las siglas CHOP- es el más sucio de la “Docena Sucia” y el Hospital Infantil UPMC de Pittsburgh ocupa el undécimo lugar. Los responsables políticos de Pensilvania consideraron la posibilidad de promulgar leyes para restringir el pago de estos procedimientos por parte de los seguros, pero los funcionarios de estos dos hospitales se opusieron con éxito a esos esfuerzos.
No se puede engañar a la gente eternamente. Con el tiempo, la gente se da cuenta de que las cirugías de modificación de rasgos sexuales se están realizando en niños en cantidades alarmantes. Y al final la gente de los estados morados se da cuenta de que sus principales instituciones médicas están promoviendo procedimientos que van en contra de los valores de su estado.
Pensilvania puede estar entre los más sucios de la “Dirty Dozen” que realizan estos procedimientos macabros en niños, pero eso no puede durar.
Con el tiempo, los responsables políticos de allí y del resto de los estados pondrán fin a estas prácticas bárbaras, y podrán pasar de ser supuestamente «raras» a realmente inexistentes.
Jay Greene es investigador principal del Centro de Política Educativa de The Heritage Foundation. Traducción del original en lengua inglesa realizada por el director editorial de ZENIT.
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