SERRA SAN BRUNO, lunes 10 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- “La Iglesia os necesita” es el mensaje que Benedicto XVI dejó este domingo a los monjes de la Cartuja de Serra San Bruno, en la región italiana de Calabria, donde realizó una visita pastoral de un día.

El Pontífice llegó a la Cartuja de los Santos Stefano y Bruno tras la mañana transcurrida en Lamezia Terme, y presidió la celebración de las vísperas con los monjes.

En su homilía, quiso subrayar la importancia de la vida cartuja para la Iglesia universal.

“La Iglesia os necesita, y vosotros necesitáis a la Iglesia”, afirmó. “Vuestro lugar no es marginal: ninguna vocación es marginal en el Pueblo de Dios: somos un único cuerpo, en el que cada miembro es importante y tiene la misma dignidad, y es inseparable del todo”.

“También vosotros, que vivís en un aislamiento voluntario, estáis en realidad en el corazón de la Iglesia, y hacéis correr por sus venas la sangre pura de la contemplación y del amor de Dios”.

“Quisiera que este encuentro nuestro pusiera de relieve un vínculo profundo que existe entre Pedro y Bruno, entre el servicio pastoral a la unidad de la Iglesia y la vocación contemplativa en la Iglesia”, confesó Benedicto XVI.

La comunión eclesial, explicó, “necesita una fuerza interior”, y “el ministerio de los pastores toma de las comunidades contemplativas una linfa espiritual que viene de Dios”.

El núcleo de la espiritualidad cartuja, indicó el Papa, es “el fuerte deseo de entrar en unión de vida con Dios, abandonando todo lo demás, todo aquello que impide esta comunión y dejándose aferrar por el inmenso amor de Dios para vivir sólo de este amor”.

“Todo monasterio – masculino o femenino – es un oasis en el que, con la oración y la meditación, se excava incesantemente el pozo profundo del que tomar el 'agua viva' para nuestra sed más profunda”.

Pero la Cartuja “es un oasis especial, donde el silencio y la soledad son custodiados con particular cuidado, según la forma de vida iniciada por san Bruno y que ha permanecido sin cambios en el curso de los siglos”, y que es “de lo más actual y significativa en el mundo de hoy”.

El valor del silencio

Benedicto XVI señaló que “el progreso técnico, especialmente en el campo de los transportes y de las comunicaciones, ha hecho la vida del hombre más confortable, pero también más agitada, a veces convulsa”.

Además, en las últimas décadas, “el desarrollo de los medios de comunicación ha difundido y amplificado un fenómeno”, el de “la virtualidad, que corre el riesgo de dominar sobre la realidad”.

“Cada vez más, incluso sin darse cuenta, las personas están inmersas en una dimensión virtual a causa de mensajes audiovisuales que acompañan su vida de la mañana a la noche. Los más jóvenes, que han nacido ya en esta condición, parecen querer llenar de música y de imágenes cada momento vacío, casi por el miedo de sentir, precisamente, este vacío”.

Aunque esta tendencia siempre ha existido, “especialmente entre los jóvenes y en los contextos urbanos más desarrollados”, sin embargo “hoy ha alcanzado un nivel tal que se habla de mutación antropológica”.

“Algunas personas ya no son capaces de quedarse durante mucho rato en silencio y en soledad”, reconoció el Papa.

Retirándose en el silencio y en la soledad, sin embargo, “el hombre, por así decirlo, se 'expone' a la realidad de su desnudez, se expone a ese aparente 'vacío' que señalaba antes, para experimentar en cambio la Plenitud, la presencia de Dios, de la Realidad más real que exista, y que está más allá de la dimensión sensible”.

“El monje, dejando todo, por así decirlo, 'se arriesga', se expone a la soledad y al silencio para no vivir de otra cosa más que de lo esencial, y precisamente viviendo de lo esencial encuentra también una profunda comunión con los hermanos, con cada hombre”.

Camino de toda una vida

Alguien, comentó el obispo de Roma, podría pensar que sea suficiente con ir a una Cartuja “para dar ese 'salto'”, “pero no es así”, porque, “como toda vocación, encuentra respuesta en un camino, en la búsqueda de toda una vida”.

“Como en el matrimonio, no basta con celebrar el Sacramento para convertirse en una cosa sola, sino que es necesario dejar que la gracia de Dios actúe y recorrer juntos la cotidianeidad de la vida conyugal, así el llegar a ser monjes requiere tiempo, ejercicio, paciencia, “en una perseverante vigilancia divina – como afirmaba san Bruno – esperando el regreso del Señor para abrirle inmediatamente la puerta”.

“Precisamente en esto consiste la belleza de toda vocación en la Iglesia”, subrayó Benedicto XVI: en “dar tiempo a Dios de actuar con su Espíritu y a la propia humanidad de formarse, de crecer según la medida de la madurez de Cristo, en ese particular estado de vida”.

Para el Papa, puede considerarse “un camino de transformación en el que se realiza y se manifiesta el misterio de la resurrección de Cristo en nosotros”.

“A veces, a los ojos del mundo, parece imposible permanecer durante toda la vida en un monasterio, pero en realidad toda una vida es apenas suficiente para entrar en esta unión con Dios, en esa Realidad esencial y profunda que es Jesucristo”.

Terminada la celebración de las vísperas, el Papa se dirigió al refectorio para saludar a la comunidad. Tras firmar en el Libro de Oro de los huéspedes ilustres, visitó una celda y la enfermería, y después se despidió de los monjes en el patio.

Desde ahí volvió en papamóvil al campo deportivo “La Quercia” de Serra San Bruno, desde donde partió en helicóptero hacia el aeropuerto de Lamezia Terme, para tomar el avión hacia Roma.