Eslovaquia: Ocho mujeres enamoradas de Dios

50 años de la detención de las Hijas de María Auxilidora

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BRATISLAVA, 18 julio (ZENIT.org).- El 29 de agosto de 1950 en Bratislava, Eslovaquia, ocho Hijas de María Auxiliadora fueron obligadas, de imprevisto, por la policía a subir a unos camiones para ser transportadas a los campos de concentración, y desde 1950 a 1990 fueron obligadas a vivir en la clandestinidad en el país.

Seis de ellas, sor Vilma Sutková, sor María Cerná, sor Emilia Kubicová, sor Hedvìka Norávková, sor Marina Rajtarová, sor Irene Skapcová, han celebrado el 25 de junio pasado, ante la presencia de Madre Antonia Colombo, superiora general de las Hijas de María Auxiliadora, el cincuenta aniversario de su profesión religiosa y el sesenta de la presencia de la congregación religiosa en aquella nación.

Las hermanas –dice sor Rosalía Mrenova en declaraciones publicadas por la agencia de las comunidades religiosas VID– fueron apartadas de sus superioras para debilitarlas moralmente, y todas ellas trabajaron durante aquellos años en fábricas o granjas, siempre bajo una estrecha vigilancia. Las condiciones más difíciles –recuerda– son las vividas en Voderady. Allí las religiosas cuidaban de los enfermos y compartían el «hábitat» con cerdos y ovejas.

Cuando llovía –cuenta sor Vilma Sutková– no teníamos ni siquiera con qué cambiarnos. Y apenas dejaba de llover, completamente mojadas, nos obligaban a volver a los campos. Nuestra habitación estaba en el nivel inferior del patio, y durante los días de lluvia el agua entraba por el techo.

Cuatro de nosotras –prosigue sor Vilma– fueron a Sladeckovce a trabajar en un gallinero. Durante todo este tiempo de aislamiento nos sentíamos profundamente solidarias y hacíamos todo lo posible para renovar juntas nuestra fidelidad al Señor. Por turno, las hermanas de otras Congregaciones hacían guardia mientras nosotras rezábamos.

Dos de nuestras superioras, sor Estefanía Bokorova y sor Antonio Hederova, fueron llevadas a prisión. Sor Estefanía permaneció allí durante tres años y medio, mientras que sor Antonia cuatro, casi todos ellos vividos aisladamente. Sólo en 1958 recibieron la amnistía.

En la primavera de 1968 –concluye sor Rosalía Mrenova — las religiosas pudieron regresar a casa de sus propios familiares y trabajar en la parroquia.

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ZENIT Staff

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