CIUDAD DEL VATICANO, 28 julio (ZENIT.org).- Las Jornadas Mundiales de la Juventud se convertirán a mediados de agosto en el marco de celebración del Genfest, la fiesta organizada por el movimiento de los Focolares, que quiere ser un momento de unidad entre jóvenes de diferentes culturas, religiones o confesiones cristianas.
El Genfest tendrá lugar en el estadio Flaminio de Roma, el 17 de agosto, y se espera la participación de unos 25 mil jóvenes. Durante el encuentro un joven católico irlandés, un filipino musulmán y un ortodoxo ruso –por poner unos ejemplos– expondrán su compromiso al servicio de la paz y la caridad.
Maruska Brezinova, una chica de 26 años de la República Checa, que forma parte del Comité organizador de este acontecimiento revela algunos de los detalles del próximo Genfest: «habrá música, baile, canciones, coreografías y se ofrecerá la experiencia de los Jóvenes por un Mundo Unido. Después, a las 20,00, llegará Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, quien nos hablará de su experiencia con Dios».
–En el mensaje que el Papa dirige a los jóvenes con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, dice: «El Señor os quiere apóstoles intrépidos de su Evangelio y constructores de una nueva humanidad. En efecto, ¿como podréis afirmar que creéis en el Dios hecho Hombre, si no tomáis posición contra todo aquello que envilece a la persona humana y a la familia?» ¿Qué es lo que experimentaste al leer estas palabras del Papa con las que invitaba a los jóvenes a participar en la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en estos días de agosto en Roma?
–Esta Jornada Mundial de los Jóvenes me llevará a hacer algo concreto, en cuanto regrese a mi casa, en Praga. Se trata de amar a las personas que están a mi alrededor. Yo vivo en un barrio de Praga en el que hay niños que con frecuencia están por la calle y que en la tarde no saben qué hacer. Estoy pensando en reunir a estos niños y hacer algo con ellos.
–¿Qué han significado para ti las Jornadas Mundiales de la Juventud en las que has participado?
–La primera Jornada Mundial de los Jóvenes, en la que participé, fue hace nueve años, en 1991, en Czestochowa. Fue la primera oportunidad que tuvimos los que vivimos en el Este de Europa de participar en un encuentro con toda la Iglesia universal. En aquellos días vivimos en una atmósfera de Dios. Algunos de mis amigos encontraron en aquellos días el camino de la vida, su vocación.
–¿Puedes ser más concreta?
–Habíamos traído toda la comida para aquellos días en mochilas. Yo, por ejemplo, llevaba una que pesaba unos veinte kilos. Cuando estaba a punto de terminar la Jornada Mundial de la Juventud nos dieron la noticia de que los rusos presentes no tenían nada que comer. En ese momento, me dio la impresión de que no teníamos mucho que darles, pues la semana estaba a punto de acabar. Decidimos, entonces, llevar lo que teníamos al palco. Al final pudimos llenar un camión lleno de comida. Fue una experiencia única. Al día siguiente llegó uno de los jóvenes rusos con los ojos llenos de lágrimas y nos dio las gracias… Me impresionó el constatar que podíamos amarnos recíprocamente. No hay que olvidar que, en nuestra historia, los rusos nos ocuparon durante casi cincuenta años. Pero, en aquel momento, pensé en todo menos en esto. Realmente queríamos amarles a todos, a pesar de que su país nos había hecho tanto daño.