24 mar 2001 (ZENIT.org).- Esta semana, la comisión de derechos humanos de la ONU abrió su sesión anual en Ginebra. Un tema que probablemente no se tratará es la falta de respeto de los derechos humanos en los programas de planificación familiar.
La reciente decisión del presidente de Estados Unidos, George Bush, de denegar fondos federales a las organizaciones implicadas en abortos, llama la atención una vez más sobre la conducta de los grupos financiados y asentados en Occidente. Si embargo, el aborto es sólo uno de los problemas en los esfuerzos de control de población promovidos por los países ricos y Naciones Unidas.
China: empleo de torturas para reforzar los límites
En meses pasados, algunos informes publicados alegan que las autoridades chinas están relajando la limitación de un solo hijo por familia. Pero la situación no es clara y no hay información fidedigna sobre cómo se está llevando a cabo este cambio. China es bien conocida por sus violaciones de las libertades individuales en la planificación familiar obligada.
Lamentablemente no se trata de algo del pasado, como confirman informes recientes.
En febrero, Amnistía Internacional hizo público un estudio sobre el empleo de la tortura por las autoridades chinas, y una parte de este documento examinaba la política de control de natalidad. Amnistía afirma que «numerosos informes públicos desde China indican que las cuotas locales de natalidad por año aún son parte preeminente en la política, mantenidas por firmes penas además de recompensas».
Aunque se han hecho algunas excepciones recientemente, el informe indica que si las mujeres se quedan embarazadas sin permiso oficial pueden ser castigadas con fuertes multas y restituciones. Asimismo, los funcionarios locales pueden ser degradados, despedidos o multados por fracasar en mantener el plan y la cuotas.
Amnistía denunciaba que «los funcionarios siguen recurriendo a la violencia, la tortura y tratamiento para enfermos, incluyendo abortos bajo coacción física y esterilizaciones», como consecuencia de la presión para cumplir los límites impuestos de control de natalidad. La organización de defensa de los derechos humanos detalla casos individuales de abusos. De uno de estos casos informaba el pasado 8 de julio la TV de Hong Kong, revelando que los funcionarios de control de natalidad del condado de Nanhai, provincia de Guangdong, mantenían aún operativos centros de detención ilegales con impunidad, deteniendo a mujeres que se habían quedado embarazadas fuera del plan, y además a familiares de los que no pagaban las multas, por largos periodos y en condiciones de escasez para forzar su sumisión.
Otro problema de derechos humanos creado por el control de la población en China es el tráfico de mujeres. Debido a las limitaciones del número de hijos, y a la tradicional preferencia por los varones, en muchas zonas hay poca disponibilidad de novias potenciales. Esto ha llevado al secuestro y venta de mujeres, según informaba «Los Angeles Times» el 14 de febrero.
La primera generación nacida bajo la política china de un solo hijo, está ahora en edad casadera y, según «Los Angeles Times», un estudio llevado a cabo en 1995 mostraba que los hombres de 20 a 44 años solteros sobrepasaban a las mujeres en la misma situación, en una proporción de 2 a 1. En el rango de edad entre 25 y 39 años, la proporción es de 4 a 1. En números redondos, equivale a un excedente de 26 millones de hombres solteros entre 20 y 44 años en China.
Dada la exagerada caída en la proporción de hijas -tras la implementación en 1979 de la política de un solo hijo- provocada por el aborto selectivo, negligencia fatal o muerte en el acto de las recién nacidas, se espera que empeore la situación en los próximos años.
«Los Angeles Times» informaba que en 1999, de acuerdo con estadísticas gubernamentales, 6.800 mujeres fueron declaradas como raptadas o desaparecidas sin rastro, una cifra que los expertos dicen que está probablemente por debajo de la realidad. Otras 7.660 mujeres fueron
rescatadas.
Asia y el aborto selectivo
La práctica del aborto selectivo de fetos del sexo femenino se da también en otros países asiáticos. El pasado 16 de diciembre, Reuters publicaba un reportaje de un estudio reciente, a cargo del Centro de Desarrollo Humano Mahbub Ul Haq de Paquistán. Según el documento, el creciente uso de ultrasonidos y amniocentesis para controlar la salud de los bebés, cosa que posibilita a los padres conocer el sexo en las primeras fases del embarazo, ha facilitado el aborto y ha desviado la población surasiática hacia los varones.
El estudio realizado en Bangladesh, Nepal, Sri Lanka, Bhutan y las Maldivas, indica que unos 79 millones de mujeres han «desaparecido en el sur de Asia» debido a la discriminación contra la mujer antes y después del nacimiento. El informe basa su hallazgo de «mujeres desaparecidas» en datos que muestran que solamente hay 94 mujeres por cada 100 hombres en el sur de Asia, mientras que el índice mundial es de 106 mujeres por cada 100 hombres.
Los abusos de la esterilización
La esterilización femenina es otra forma de violación de los derechos de las mujeres por parte de la planificación familiar. Según el «Washington Post» (23 diciembre), muchas mujeres brasileñas desean ahora revertir su esterilización, pero el procedimiento es costoso.
A principios de 1980, la esterilización fue con mucho la principal forma de control de natalidad en Brasil, y desempeñó un papel importante en el descenso de la tasa de fertilidad en el país a 2,1 hijos por mujer a comienzos de los 90.
El «Post» informaba que los funcionarios brasileños saben que el difundido empleo de la esterilización es responsable del alarmante y elevado uso de la cesárea, porque las esterilizaciones se realizan a menudo después de una intervención de este tipo. En 1986, el 44% de los niños nacidos en Brasil lo hicieron por cesárea.
En la medida en que aumenta el número de cesáreas, también se eleva la cifra de mujeres que mueren a consecuencia del parto. La cifra de mortalidad materna en Brasil llegaba a 220 mujeres por cada 100.000 nacimientos a principios de los 90, y en algunas ciudades se registraron tasas de hasta 350 por cada 100.000 partos.
Derechos humanos y planificación familiar
En el entusiasmo por la limitación del aumento de la población, los derechos humanos básicos han sido conculcados. En un artículo publicado por la revista «The World and I» el pasado diciembre, Laura L. Garcia, profesora de Filosofía en el Boston College, argüía que los esfuerzos de la planificación familiar han sido reforzados en muchos casos por unaideología feminista que considera la fertilidad de las mujeres como una amenaza para sí mismas y para su autorrealización.
Este tipo de feminismo radical ha dominado el mundo académico y los medios de comunicación en la mayoría de los países occidentales, indicaba Garcia, produciendo una poderosa coalición de bienintencionados pero extremadamente decididos ingenieros sociales.
El artículo observa que el impulso de hacer accesibles los contraceptivos y el aborto a todas las mujeres se representa a menudo como una manera de ayudar a las mujeres y a la raza humana en general en un futuro más ilustrado. En cualquier caso, prosigue Garcia, «persiste el interrogante sobre si este orden de cosas va verdaderamente en interés de las mujeres, especialmente mujeres en culturas menos fragmentadas que en Occidente».
El énfasis sobre el control de natalidad ha llevado también a descuidar las necesidades de salud básica en los países del Tercer Mundo. Garcia citaba a Leanardo Casco, de Honduras, que se quejaba de que «en nuestros hospitales y en nuestro sistema sanitario tenemos muchos problemas para conseguir medicinas básicas, tales como pen
icilina y antibióticos. Hay una terrible carencia de fármacos esenciales, pero se pueden ver las vitrinas llenas de condones, píldoras y dispositivos intrauterinos». De hecho, desde 1969, la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos ha empleado más dinero en programas de control de población que en otros programas de salud. En algunos años, gastó tres veces más en «reeducación» contraceptiva que en el cuidado de la salud, denunciaba Garcia.
Antes de la Conferencia de 1994 sobre Población y Desarrollo de El Cairo, Juan Pablo II, en su alocución al entonces presidente del Fondo de Naciones Unidas para la Población y el Desarrollo, Nafis Sadik, explicaba que respecto a la planificación familiar, «ningún objetivo o política ofrecerá resultados positivos para las personas si no respeta la dignidad única y las necesidades objetivas de esas mismas personas». Si sólo se tuvieran en cuenta estas palabras habría un mayor respeto de los derechos humanos.