CASTEL GANDOLFO, 6 abr 2001 (ZENIT.org).- Santidad y ganancias; economía y espiritualidad. Términos considerados muchas veces como contrapuestos que deberían ser decisivos para un proyecto económico. Lo puso de manifiesto Chiara Lubich al inaugurar la primera Escuela internacional de empresarios, que comenzó ayer en Castel Gandolfo, a las puertas de Roma.

La iniciativa forma parte del proyecto «Economía de comunión» surgido en el seno del Movimiento de los Focolares, fundado por Lubich, que cuenta con diez años de experimentación en los cinco continentes y que se ha aplicado en más de 750 empresas.

Lubich recordó el objetivo fundamental del proyecto: revivir las primeras páginas de la Iglesia en donde «Todo era común entre ellos. Ninguno estaba en la necesidad».

La idea surgió en 1991. Atravesando la ciudad de San Pablo, Chiara Lubich se había quedado impresionada al ver personalmente, al lado de una de las mayores concentraciones de rascacielos del mundo, grandes extensiones de «favelas», en las que sabía que vivían también personas que adherían Movimiento de los Focolares.

Constataba que la comunión de bienes practicada hasta entonces en el Movimiento no era suficiente. Sintió la urgencia de proveer comida, un techo, atención médica y posiblemente un trabajo, al menos para aquellos brasileños tan cercanos a ella.

Con la encíclica de Juan Pablo II «Centesimus Annus», en la mente, que acababa de ser publicada, Lucich propuso la «Economía de Comunión en la libertad»: Invitaba a los doscientos mil miembros del Movimiento en Brasil a hacer nacer («somos pobres, pero muchos») actividades productivas capaces de producir beneficios y nuevos puestos de trabajo a sus habitantes, confiándoselo en especial a los más competentes entre ellos.

Chiara proponía, a quien se convirtiera en socio de estas empresas, destinar cada año, libremente, un tercio de las ganancias para su propio desarrollo y --una vez pagados los impuestos-- devolver los beneficios restantes en favor de los indigentes más próximos y para financiar la formación de aquellos hombres que creen en los valores más universales y auténticos.

Por lo general, las empresas que adhieren al proyecto tienen una dimensión mediana o pequeña, con facturaciones no superiores a los 20 millones de dólares, pero a menudo con una gran fuerza laboral, teniendo en cuenta que el modo mejor de ayudar a los indigentes consiste en darles una ocupación productiva.

En algunas zonas europeas y de América Latina las empresas que adhieren a la Economía de Comunión están conectadas entre ellas y publican catálogos ilustrativos comunes.

En Alemania, por iniciativa de veintitrés empresarios de Solingen, nació la Solidar Capital, una sociedad financiera dedicada al desarrollo de empresas de Economía de Comunión en los países del Este y de otras partes del mundo que requieren un desarrollo económico.