CIUDAD DEL VATICANO, 11 abril 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha sintetizado en cuatro palabras la clave que permite comprender el sentido de los tres días que a partir de este Jueves Santo reviven los dos mil millones de cristianos del planeta: «amor hasta el extremo».

«En el corazón de este Triduo sagrado --aclaró este miércoles el Papa-- está el misterio de un amor sin límites, es decir, el misterio de Jesús que "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo"», palabras con las que precisamente el evangelista Juan comienza la narración de la Pasión.

De este modo, en el tradicional encuentro con los peregrinos del miércoles, el pontífice ofreció una meditación sumamente personal en la que recorrió aquellas 72 horas en las que Cristo cambiaría radicalmente la historia de la humanidad, según aseguran sus discípulos

Jueves Santo
Comenzó rememorando los sucesos de aquel jueves, en el que Jesús instituyó la Eucaristía en la Última Cena, «signo elocuente de este amor total, libre y gratuito», que «ofrece a cada uno la alegría de la presencia de quien nos hace capaces de amar, según su ejemplo, "hasta el extremo"».

«También hoy amar "hasta el extremo" quiere decir estar dispuestos a afrontar el cansancio y las dificultades en nombre de Cristo --añadió el obispo de Roma--. Significa no tener miedo ni de los insultos ni de las persecuciones, y estar dispuestos a "amar a vuestros enemigos y rogar por los que os persigan"».

Viernes Santo
Luego, el pontífice evocó el viernes trágico en el que Jesús sería crucificado en el Calvario, «donde contemplamos un amor cuyo cumplimiento es el don de la vida». «La Cruz es el signo claro de este misterio --añadió--, pero al mismo tiempo, precisamente por esto, se convierte en un símbolo que interpela e inquieta a las conciencias».

«Cuando, el viernes próximo, celebraremos la pasión del Señor y participaremos en el Viacrucis, no podremos olvidar la fuerza de este amor que se entrega sin medida», recomendó el Papa a los cristianos.

Sábado Santo
Por último, el Santo Padre ilustró la manera en que el cristiano vive el Sábado Santo, «en silenciosa espera del encuentro con el Resucitado».

Meditando en el misterio central del Cristianismo --«Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras»--, concluyó, «podremos prepararnos mejor para la solemne Vigilia Pascual, cuando irrumpirá en el corazón de la noche la fulgurante luz de Cristo resucitado».

Juan Pablo II presidirá en Roma todos los ritos de la Semana Santa.