Los diplomáticos de la Iglesia, deben ser heraldos de la dignidad humana

Juan Pablo II visita la Academia que forma a los futuros nuncios

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CIUDAD DEL VATICANO, 26 abril 2001 (ZENIT.org).- Los diplomáticos de la Iglesia no son servidores de la razón de Estado, sino heraldos de la dignidad humana y del diálogo entre los pueblos. Lo aseguró Juan Pablo II este jueves al visitar a los alumnos de la escuela que forma a los nuncios apostólicos y al personal diplomático al servicio de la Santa Sede.

La Academia Pontificia Eclesiástica es, en pocas palabras, la escuela de la diplomacia vaticana. Fue fundada hace exactamente tres siglos. Con este motivo, el Papa abandonó esta mañana los muros vaticano para visitar sus instalaciones, que se encuentran en la sede romana de la histórica Plaza de la Minerva.

La vida de varios Papas del siglo pasado ha estado íntimamente ligada a esta Academia. León XIII, Benedicto XV, Pío XII y Pablo VI han sido alumnos o profesores de esta institución. Hoy día está dirigida por el arzobispo español Justo Mullor García, quien llegó a Roma tras haber sido nuncio apostólico en México.

De hecho, Juan Pablo II evocó esta mañana una sugerente frase del Papa Montini, en su discurso a los alumnos para recordarles que estudian en ese centro para ser «expertos de humanidad», que es lo que exige precisamente el difícil arte de la diplomacia.

«Otros tendrán que «ver» a Cristo en una parroquia o en medio de un grupo juvenil, en un barrio industrial o entre los marginados de la sociedad –observó–. Vosotros lo tenéis que «mostrar» en los contactos con los ambientes políticos y diplomáticos; esto lo lograréis a través del testimonio de la vida antes incluso que con la fuerza de los argumentos jurídicos o diplomáticos».

«Seréis eficaces en la medida en que quienquiera que se os acerque tenga la sensación de encontrar en vuestra palabra y en vuestras actitudes, en vuestra vida la presencia liberadora de Cristo resucitado», aclaró el Santo Padre.

Por este motivo, aclaró, los estudiantes de la Academia Pontificia Eclesiástica no serán nunca promotores de una razón de Estado, sino «heraldos del diálogo», siguiendo el surco de la diplomacia pontificia que, junto a sus valores tradicionales –libertad religiosa y tutela de los derechos de la Iglesia– es acompañado por otro, hoy por hoy cada vez más prioritario: «la defensa del hombre y de la imagen de Dios en él».

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ZENIT Staff

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