ROMA, 27 abril 2001 (ZENIT.org).- La complicada relación entre la Iglesia y los medios de comunicación social se ha convertido en el meollo del debate del Congreso Internacional de Comunicación Institucional que organiza la Universidad Pontificia de la Santa Cruz del 26 al 27 de abril en Roma.

El encuentro reunió a periodistas y expertos de comunicación con los máximos portavoces y comunicadores de la Iglesia (participaron, entre otros, arzobispo John Patrick Foley, presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales y Joaquín Navarro-Valls, portavoz oficial del Vaticano).

Para comprender mejor el argumento, Zenit ha entrevistado al profesor Norberto González Gaitano, decano de la Facultad de Comunicación Social Institucional de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz y miembro consultor del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales.

--Zenit: Las relaciones entre la Iglesia y los medios de comunicación no han sido habitualmente particularmente buenas. Los medios suelen ser poco indulgentes con esta institución, a la que la consideran como demasiado cerrada. ¿No cree usted que algo de razón tienen (y en ocasiones mucha) cuando hablan de secretismo?

--Norberto González Gaitano: Que la Iglesia, o mejor la jerarquía y el estamento institucional eclesiástico --no siempre se identifican--, ha pecado históricamente de secretismo, y no sólo frente a los medios, es algo que la propia Iglesia ha reconocido numerosas veces. Dice Mark Silk que «a ninguna institución le gusta ver publicados sus pecados; sin embargo cuando se trata de la religión, existe el uso no sólo de condenar sino de demonizar a los portadores de malas noticias».

Ahora bien, la Iglesia necesita, como cualquier institución humana, de la discreción y de la reserva, «pero no debería hacerlo con miras a la manipulación y al control» («Ética en las comunicaciones sociales», Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales).

Las instituciones en la Iglesia, como el Vaticano, las conferencias episcopales y las diócesis han sido reacias y lentas en establecer oficinas de comunicación, y sobre todo oficinas de comunicación profesionalizadas que suministren información. Una historia rigurosa de este retraso está por escribir.

--Zenit: De hecho, esta es otra de las críticas que se hace la Iglesia: el desconocimiento de las reglas profesionales del periodismo.

--Norberto González Gaitano: Es verdad, los eclesiásticos a menudo pretenden una publicidad gratis o un tratamiento de favor o de guante blanco que la prensa, puntillosa de su independencia, no concede a los políticos o al Gobierno o cualquier otra institución.

Esa visión ingenua de los medios de comunicación se manifiesta en las oscilaciones del juicio de conjunto sobre ellos, de la condena en bloque a la exaltación simplista de estos medios. En el segundo caso por ejemplo, se encuentran muchos «operadores pastorales de la comunicación» que se han lanzado a la compleja olla de la comunicación social produciendo una jerga «mediático-eclesiológica» que pocos entienden. Personas llenas de buena intención se visten con plumas prestadas para acercarse a un mundo que desconocen manifestando así no sólo ignorancia, sino ingenuidad.

Cristianizar una profesión exige, en primer lugar, conocerla a fondo, creer en ella, reconocer lo que naturalmente tiene de bueno y sanearla desde dentro. Echar agua bendita desde fuera o adular a los profesionales es una práctica tan inútil como contraproducente.

--Zenit: Una tercera crítica nace de una constatación simple. La religión es fuente de controversias y agrias polémicas que encienden los ánimos y dividen a la opinión pública --y habría que añadir a los lectores, que son quienes compran los diarios a fin de cuentas--.

--Norberto González Gaitano: Cierto. La religión es como dinamita para un periódico. Para un editor, tocar argumentos religiosos es exponerse a cartas de los lectores, protestas, pérdida de audiencia o a quedar atrapados en espinosas disputas teológico-morales que a menudo no interesan más que a cuatro especialistas o devotos. El clero y los pastores no pueden pretender un trato de favor como el que gozaron en el pasado. «El trabajo de un periodista es informar de los hechos, no servir como firma de relaciones públicas», dice M. Cosgrove, director de «The Fairfield Daily Republic».

--Zenit: Ahora bien, todas estas acusaciones de los medios revelan una cierta superficialidad. En realidad ninguna critica la naturaleza y esencia misma de la Iglesia.

--Norberto González Gaitano: El diagnóstico del libro «Unsecular Media» (de Mark Silk «Making News of Religion in America». University of Illinois Press, 1995, p. 5) es válido en parte para todos los países de impronta judeo-cristiana. La tesis de su autor es que en los Estados Unidos la religión en general tiene una cobertura informativa mayor y mejor de lo que se suele afirmar, porque la sociedad estadounidense es religiosa en su origen y en su historia. Los medios están llenos de «topoi» religiosos, de otro modo no se entenderían ni se venderían. Los «topoi» o lugares comunes que la retórica clásica estudió expresan juicios sobre la condición humana, sobre la conducta, el comportamiento social y la política en general.

--Zenit: Cuáles son estos lugares comunes en la información religiosa.

--Norberto González Gaitano: Silk mismo los enuncia: la religión produce obras buenas socialmente, en caso contrario no es auténtica; la tolerancia es un fruto de la verdadera religión; la hipocresía y los falsos profetas son corrupciones del espíritu religioso; lo sobrenatural es tan connatural a la religiosidad popular como extraño al genuino periodismo; la religión es incluyente de suyo y, por último, el declive religioso en la sociedad es endémico. En la raíz de muchas noticias negativas sobre la religión se encuentran estos «topoi».

--Zenit: Ante este panorama, que parece más bien difícil, ¿que recomienda usted a los hombres de Iglesia en su relación con los medios.

--Norberto González Gaitano: Los ciudadanos necesitan una información correcta y completa. Los medios de comunicación viven para informar y la Iglesia quiere y necesita proporcionar información sobre sí misma y su actividad. He ahí en tres palabras la razón de ser de un servicio que las instituciones de la Iglesia están moralmente obligadas a prestar. Y no sólo reactivamente o en situaciones de incomprensión.

Esto nos lleva a hablar de relaciones públicas, término que no sólo pone nerviosos a los periodistas, sino también a algunos eclesiásticos. Cómo llevarlas a cabo se puede leer en el primer libro que trata claramente del argumento y con estos términos, escrito por quien fue director de la oficina de información de la Conferencia episcopal estadounidense por más de 20 años: Russell Shaw, «Dealing with Media for the Church».