ROMA, 25 abril 2001 (ZENIT.org).- Vladimir Putin ha hecho cambios en la Comisión Presidencial para la Religión de Rusia, tanto en sus funciones, como en sus componentes, con una decisión que los expertos consideran como una señal clara de la independencia que quiere mantener la administración frente a las autoridades religiosas.
En el nuevo equipo, el presidente de la Federación Rusa ha incluido al obispo metropolitano ortodoxo Mefodi de Voronezh y Lipetsk, quien se hizo famoso en el país después de un informe publicado en el periódico ruso «Russkaya Mysl», en el que el arzobispo Crisóstomo de Vilnius le calificaba como un agente del KGB y ateo. Afirmaciones que el metropolitano Mefodi no ha desmentido ni confirmado.
El hecho de que Putin haya introducido a un personaje como éste en la Comisión religiosa indica que Rusia camina hacia una mayor secularización, según un informe del KNS (Keston News Service).
Más de un año después de la ascensión al poder del nuevo presidente y sus claros pronunciamientos en materia religiosa --informa este instituto, especializado en la libertad religiosa la ex Unión Soviética--, se ve claro que la política de apoyo a las religiones no es una de sus prioridades. A diferencia del aparato partidista que apoyaba a Mijaíl Gorvachov y a Boris Yeltsin, el respaldo de Putin viene de los servicios secretos y su principal interés es la seguridad nacional. La religión sólo se convierte en prioridad si puede afectar a la seguridad del Estado. En tal caso, la respuesta de la Administración es de intransigencia, explica KNS.
Los expertos del KNS, con sede en Oxford (Inglaterra), afirman que los misioneros extranjeros, especialmente los que provienen de Estados Unidos, son presuntos agentes de los poderes occidentales. Una visión alimentada por la sospecha, en muchos gobiernos locales, de que el objetivo de los misioneros es promover entre los ciudadanos los valores antirrusos. Esta preocupación se ha traducido en negaciones de visados y expulsiones de misioneros extranjeros el año pasado, así como en la adopción de un nuevo decreto provincial que regula la actividad misionera.
Aunque no ha adoptado una política religiosa propiamente hablando, hay ya señales de la dirección que está tomando, añade KNS. Siguiendo la política de la última fase de Yeltsin, Putin parece animar la formación de una coalición entre las confesiones «tradicionales». Con este trato de favor, se ven obligadas a apoyar la consolidación del Estado. Quien no actúe así, tendrá serias dificultades con el poder.
Es probable que la Iglesia católica sea tratada cada vez más como una confesión no tradicional, aunque formalmente sea considerada tradicional, añade el Instituto de análisis británico. A dos obispos católicos se les denegó la ciudadanía rusa en los últimos años y se les dijo, por parte de autoridades de relieve, que el único modo de recibirles sería «casándose con una rusa». El resultado es que los obispos no pueden responsabilizarse legalmente de sus administraciones apostólicas y la Iglesia católica se ve imposibilitada de acceder al registro.
«Además de tener dificultades para que se le devuelvan las propiedades confiscadas por las autoridades soviéticas, aumenta la hostilidad hacia la presencia de la Iglesia católica en Rusia, evidenciada por recientes incidentes de rechazo y restricciones de visados para el clero visitante», añade KNS.
Las visitas del presidente Putin y el primer ministro Mijail Kasyanov al Vaticano, en los últimos años, sin embargo, permite pensar que esta hostilidad no llega a los altos niveles.
Las últimas decisiones de Putin parecen indicar que quiere evitar problemas en sus relaciones religiosas adoptando una política religiosa más laica. Un representante del cuerpo estatal al que se le ha confiado el diseño de la política religiosa aseguró a KNS que su principal campo actuación será enfatizar la naturaleza laica del Estado ruso y la igualdad de todas las confesiones ante la ley.
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Apr 25, 2001 00:00