Un abrazo entre Argentina y Uruguay en Roma

Guzmán Carriquiry, «Gran Oficial de la Orden al mérito»

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ROMA, 12 junio 2001 (ZENIT.org).- Argentina ha condecorado con uno de sus máximos galardones, «Gran Oficial de la Orden al mérito», al abogado Guzmán Carriquiry, subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos, uno de los laicos a quien Juan Pablo II ha confiado un cargo de mayor responsabilidad en la Curia romana.

Vicente Espeche Gil, embajador de Argentina ante la Santa Sede, entregó el reconocimiento a Carriquiry, de nacionalidad uruguaya, en la tarde de este martes, en representación del presidente de la República, Fernando De la Rúa, en la sede de la embajada argentina ante la Santa Sede.

Un gesto que, como reconoció el mismo Guzmán Carriquiry, constituyó al mismo tiempo un llamamiento a promover el auténtico proceso de integración y de diálogo entre culturas en que se encuentran embarcados los dos países y que se extiende ya por todo el continente americano y por la otra orilla del Atlántico.

En el acto estuvieron presentes el cardenal estadounidense Francis J. Stafford, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, y el arzobispo polaco Stanislaw Rylko, secretario de ese mismo organismo vaticano, además de otros obispos y miembros de la Curia romana.

Se hicieron presentes con un telegrama el cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, monseñor Nicolás Cottugno, arzobispo de Montevideo, así como los nuncios apostólicos en Argentina y en Uruguay.

Asimismo, se encontraba presente el padre Fernando Vérgez, quien fue durante décadas secretario y colaborador incansable del fallecido cardenal argentino Eduardo Pironio, ex presidente del Consejo para los Laicos. Una presencia que provocó el recuerdo conmovido de Carriquiry, quien también trabajó muchos años junto a aquel querido cardenal, gran ideador de las Jornadas Mundiales de la Juventud.

El mismo Carriquiry consideró que el hecho de que Argentina otorgue un galardón tan significativo a un uruguayo constituye un auténtico mensaje para los países de la región.

«Uruguay no es más «estado tapón» –aseguró–, ni «algodón entre cristales», ni Suiza de América abstraída en su insularidad, sino que es y quiere ser cada vez más nexo, y no neutralización, vínculo, puente, lugar de encuentros y convergencias, en esa gran apuesta del MERCOSUR y de la integración sudamericana sólo posible a través de una conjugada estructuración de la Cuenca del Plata en torno al eje entre las dos grandes naciones vecinas y hermanas: Argentina y Brasil».

«Es también abrazo fraterno y solidario que asocia a Bolivia y a Chile, destinado a articularse, a estrechar relaciones, con el espinazo andino y por medio de la «gran Colombia», con ese tercer grande latinoamericano, que es México, junto a Centroamérica y el Caribe», añadió.

«España y Portugal están en ello necesariamente implicadas, como lo demuestran las Cumbres iberoamericanas», continuó diciendo el subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos.

«Pues bien –consideró Carriquiry–, me agrada poder decirlo aquí y ahora, en voz alta y con convicción: el fortalecimiento y la ampliación del MERCOSUR, no obstante todas las presentes dificultades y obstáculos, es condición para un renovado protagonismo de nuestras naciones en tiempos de globalización, para emprender un desarrollo autosostenido y acelerado bajo nuevas modalidades de cooperación e integración, para afianzar nuestro proprio perfil cultural y la tradición católica de nuestros pueblos en la civilización adveniente del nuevo milenio».

«Ello es tanto más crucial –y los tiempos se hacen breves y decisivos– hoy día que se prospecta la construcción de un gran mercado continental desde Alaska a Tierra del Fuego –concluyó este laico con casi treinta años de trabajo al servicio directo de la Santa Sede–. No podemos llegar a esa cita histórica aislados, dispersos, desperdigados, y por ende debilitados, en medio a una muy desproporcionada asimetría de poderes –hubo quien lúcidamente vaticinara: «El 2000 nos verá unidos o dominados»–, sino muy conscientes y clarividentes sobre los propios y solidarios ideales e intereses históricos, para emprender una negociación que vaya creando condiciones realistas e inteligentes de auténtica solidaridad continental en pos de la paz, de la justicia y el progreso de todos los pueblos americanos».

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ZENIT Staff

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