KIEV, 27 junio 2001 (ZENIT.org-FIDES).- Voluntarios católicos y ortodoxos trabajan codo a codo en la casa-familia «Otchi Dom» (Casa del Padre) de Kiev, que recoge y asiste a niños de la calle.

La Casa, fundada por el médico protestante ucraniano Roman Kornijko en 1999, asiste a un centenar de niños gracias a la obra de 40 voluntarios y personal de todas las denominaciones cristianas, entre éstas una nutrida representación de la Comunidad de San Egidio.

La estructura nació a mitad de los años noventa. Según cálculos no oficiales, en la capital hay al menos 10.000 niños o jóvenes entre los 5 y 18 años y, en todo el país, son entre 200 y 300 mil.

Explica a «Fides» el padre Adriano Roccucci, coordinador del proyecto de la comunidad de San Egidio: «Entre las causas se encuentra el empobrecimiento de las familias, destrozadas por el alcoholismo y la desocupación».

Los niños también acaban en la calle procedentes de los institutos sociales para huérfanos, herencia de la antigua Unión Soviética. A causa de los problemas económicos actuales, estos centros han disminuido el control. De este modo, los muchachos huyen comenzando una vida de vagabundos.

En países fríos como Rusia y Ucrania su vida es particularmente dura. Durante el invierno se refugian en la red subterránea de la ciudad, por donde pasan sistemas de canalización de agua caliente. Viven como pueden, de limosnas, de pequeña criminalidad e incluso de prostitución.

Casi todos son drogadictos, respiran vapores de cola para atenuar los mordiscos del hambre, pero que causa graves daños neurológicos.

La «Otchi Dom» presta asistencia escolar, con programas de alfabetización y recuperación, así como en el sector médico-sanitario.

El instituto cubre los gastos con financiaciones y donaciones privadas y con la participación del obispo ortodoxo Pavel, superior del monasterio de Laura de las Grutas, perteneciente al patriarcado de Moscú.

La Comunidad de San Egidio, movimiento eclesial surgido en Roma en 1968, ha organizado un programa de apoyo con la adopción a distancia de niños ucranianos por parte de escuelas y familias italianas. Asimismo, cuenta con el trabajo de doscientos voluntarios miembros de la Comunidad.

Estos voluntarios recorren cada día las calles y subterráneos de la ciudad para entregar víveres y vestidos a los niños de la calle. Los responsables de la Casa del Padre se proponen abrir en Kiev un comedor abierto a los pequeños abandonados.