CIUDAD DEL VATICANO, 29 agosto 2001 (ZENIT.org).- La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el racismo, que se celebrará del 31 de agosto al 7 de septiembre 2001 en Durban (Sudáfrica), considerada el domingo pasado por Juan Pablo II como una posibilidad para afrontar seriamente un problema propio de todo ser humano y país, podría fracasar antes de haber comenzado.
El Departamento de Estado norteamericano anunció el lunes que el secretario de Estado, Colin Powell, no asistiría al encuentro a causa del lenguaje «ofensivo» contra Israel de algunos de los textos preparatorios, y añadió que Estados Unidos también podría boicotear la conferencia.
Washington teme que el evento sea utilizado por las naciones árabes para declarar el sionismo como una corriente racista y a Israel como un régimen de apartheid.
Por su parte, el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, constató el pasado martes en Australia que estas propuestas, que proceden de países árabes y asiáticos, hacen más necesaria aún la presencia de Estados Unidos para que la Conferencia pueda ser de provecho.
El presidente George W. Bush dijo el viernes que Estados Unidos no iría a la conferencia si los participantes se «ensañan» con Israel o lo denigran.
El ministro de Asuntos Exteriores, John Manley, haciéndose eco de las preocupaciones expresadas por Estados Unidos sobre las críticas a Israel, declaró a la prensa en Ottawa el martes pasado que no ha decidido todavía su participación en la Conferencia.
Un borrador de declaración leída ante 7.000 delegados en la reunión de las organizaciones no gubernamentales exhortó a las Naciones Unidas a aceptar que Israel es un Estado «discriminador». El documento pide también que Israel pague una compensación total a los palestinos, descritos como personas que viven bajo la ocupación de una potencia militar extranjera.
En declaraciones concedidas a la agencia de la Santa Sede Fides, el arzobispo Diarmuid Martin, quien será el delegado de Juan Pablo II para la Conferencia, afirma que «La equiparación de sionismo y racismo ya no la sostiene nadie».
«Queda el problema de hacer una referencia a los sufrimientos del pueblo palestino en manera coherente con el espíritu de la Conferencia –añade–. Hay negociaciones en curso que podrían llevar a una solución positiva. También aquí la Santa Sede aporta su contribución».
Otra moción ha detenido hasta ahora el éxito de la Conferencia: algunos países africanos piden que se reconozca la esclavitud como crimen contra la humanidad para obtener indemnizaciones por el comercio de esclavos de los siglos pasados. Sobre esta cuestión, en las reuniones preparatorias, Washington y los países europeos no ofrecieron una respuesta a las peticiones de esos países africanos.
Sobre este argumento, monseñor Martin considera que «Los gestos del Santo Padre realizados durante el Jubileo pueden indicar una vía de reconciliación: reconocer los errores del pasado para entablar nuevas relaciones de igualdad y paz».
Sin embargo, estos no son los temas centrales de la Conferencia. Los argumentos de la agenda son: causas y formas del racismo contemporáneo; víctimas del racismo y de la intolerancia; medidas de prevención: educación y protección para desraizar el racismo y la intolerancia a nivel local y mundial; remedios, recursos y medidas de compensación contra el racismo; estrategias para obtener una efectiva igualdad de derechos a través de un potenciamiento de la ONU y de otras estructuras internacionales.
La Conferencia afrontará asimismo otros problemas, como el comercio de seres humanos, la discriminación racial y sexual, el racismo contra pueblos indígenas, la protección de las minorías en los Estados multiétnicos.
En la Conferencia participarán representantes de 194 países. Entre ellos, se encontrarán unos 30 jefes de Estado y unos 160 ministros de Asuntos Exteriores.
La delegación vaticana a la Conferencia está formada por el arzobispo Diarmuid Martin, monseñor Frank Dewene, subsecretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz, el padre Michael Blume, SVD, subsecretario del Consejo para los Emigrantes e Itinerantes, André Sanko (laico senegalés propuesto por el Simposio de Conferencias Episcopales de África), dos laicos sugeridos por la Conferencia Episcopal de Sudáfrica (el señor Tshidi y la señora Malepa), Rhyf Gray, colaborador de la misión de la Santa Sede en Nueva York, el padre Martín Alberto Ortega, secretario de la Nunciatura en Sudáfrica.
La Santa Sede ha publicado este miércoles, como contribución a la Conferencia, el documento «La Iglesia y el racismo – Por una sociedad más fraterna», redactado por el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz. El texto actualiza un documento del mismo título publicado por este organismo vaticano en 1988 y añade una nueva introducción.