Dolor del Papa por el «gigantesco incendio» de Lima

LIMA, 1 enero 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha expresado públicamente en un mensaje su dolor por el incendio que el 29 de diciembre se cobró la vida de unas 290 víctimas, aunque este número todavía no ha sido confirmado por las autoridades.

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En un telegrama enviado el 30 de diciembre al cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, arzobispo de Lima y primado del Perú, el Santo Padre reconoce que se encuentra «profundamente apenado al conocer la dolorosa noticia de las numerosas muertes ocasionadas por un gigantesco incendio acaecido en el centro histórico de Lima, que ha llenado de luto a tantas familias del querido pueblo peruano».

Por este motivo, dice el mensaje, enviado por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, el obispo de Roma «ofrece sufragios por el eterno descanso de los fallecidos y eleva su oración para que el Señor conceda consuelo y serenidad a quienes lloran la pérdida de sus seres queridos».

El cardenal Sodano pidió al mismo tiempo al arzobispo de Lima que «transmita el sentido pésame del Santo Padre a los familiares de las víctimas y exprese su paterna solicitud y cercanía a todos los heridos, a la vez que les imparte de corazón la Bendición Apostólica».

Perú comenzó el 2002 de duelo y sepultando los restos de los primeros 19 muertos identificados en el incendio desatado el pasado sábado en el centro de Lima, el peor de la historia reciente de este país andino.

Las víctimas reconocidas eran enterradas en los cementerios El Angel y Présbitero Maestro, de la Beneficencia Pública de Lima, en ataúdes y tumbas donados por el Gobierno, que costea los gastos funerarios.

El Gobierno también abonará el costo de los exámenes de ADN que serán necesarios para identificar los cadáveres que no han podido ser reconocidos, según informó el lunes pasado el presidente peruano, Alejandro Toledo.

El número de víctimas del siniestro ha ido aumentado conforme han avanzando la remoción de los escombros, lo cual hace temer que la cifra pueda aumentar. Algunos medios de prensa hablaban inclusive de 400 muertos.

El drama se vive de manera simultánea en un nuevo escenario: el depósito de cadáveres, donde centenares de personas agobiadas por la angustia se aglomeran para que les confirmen si entre los cuerpos depositados están los de sus familiares desaparecidos.

Las autoridades han pedido a esas personas que lleven los odontogramas, placas dentales o alguna radiografía que muestre que su familiar desaparecido había sufrido alguna fractura ósea.

El ministro de Salud, Luis Solari, ha aclarado que será imposible identificar a corto plazo al 80 por ciento de los muertos, pues sus restos están calcinados.

La mayoría de las víctimas murieron quemadas por llamas que alcanzaron hasta mil grados centígrados de temperatura, según informó el jefe del cuerpo de bomberos, comandante Tulio Nicolini.

Toledo informó de que el miércoles próximo enviará al Congreso un proyecto de ley que establece una pena máxima de diez años de cárcel para quienes en el futuro fabriquen o comercien con artefactos pirotécnicos de pólvora. El incendio fue provocado precisamente por estos artilugios.

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ZENIT Staff

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