BELEN, 8 enero 2002 (ZENIT.org).- Una luminosa capa de nieve dio la bienvenida este lunes a las celebraciones de la Navidad ortodoxa en el tradicional lugar del nacimiento de Jesús, con un frío helador en el aire que hacía juego con la tristeza de una ciudad bajo asedio.

La Iglesia de la Natividad, construida sobre la tradicional gruta del nacimiento de Jesús, tenía un aforo que no llegaba a la mitad. Los fieles eran en su inmensa mayoría habitantes de la localidad. Los turistas y peregrinos se tuvieron que quedar afuera, debido a los puestos de control y a los 15 meses de enfrentamientos entre israelíes y palestinos.

En la tradicional Misa de Medianoche, presidida por el patriarca griego ortodoxo Ireneo I, hubo también escasez de fieles. «Dios de la paz, da la paz a nuestra tierra», rezaron los asistentes.

Belén ha sido víctima del fuego cruzado en los enfrentamientos. La Iglesia de la Natividad recibió hace unos meses impactos de bala y un palestino murió en la próxima Plaza del Pesebre.

Dentro, en la sección reservada a los dignatarios, también en la Navidad ortodoxa había un asiento vacío, testigo silencioso de la ausencia obligada del líder palestino Yasser Arafat que sigue confinado en su sede de Ramalá, después de que Israel le negara la libertad de movimiento.

Al igual que en la Navidad católica, la silla estaba marcada con la inscripción «Su Excelencia Presidente Yasser Arafat» y adornada con el típico pañuelo de cabeza a cuadros negros y blancos que caracteriza la vestimenta del líder palestino.

El ministro de Exteriores de Rusia hizo pública una declaración afirmando que la prohibición israelí ha servido para mantener la tensión alta entre Israel y los palestinos. La declaración incluye una nueva petición a Israel para que levante las restricciones de viajar al líder palestino.

Belén y Ramala están tan sólo a 18 kilómetros de distancia y la Autoridad Palestina controla las dos ciudades de la Franja Occidental. Pero la tropas israelíes tienen el control de las carreteras que las comunican.

Israel rebajó sus puntos de control en las carreteras palestinas la semana pasada con motivo de una visita del enviado de Estados Unidos Anthony Zinni pero, desde septiembre de 2000, los residentes en Belén, no pueden viajar ni siquiera a las ciudades vecinas.

El bloqueo ha devastado la economía palestina y para Belén, que depende principalmente del turismo, ha sido un golpe extremamente duro. Israel dice que las restricciones son necesarias para evitar atentados de militantes palestinos a los israelíes.

«La estación ha acabado sin trabajo, sin turistas y sin peregrinos --ha explicado a la agencia AP Nasri Kanawati, propietario de un restaurante--. Hemos vivido la Navidad con tristeza pero gracias a Dios no hemos perdido la esperanza y esperamos el próximo año con paciencia, con el deseo de que Belén pueda vivir en paz y alegría».

El panorama contrasta con el ambiente de la pasada Navidad. En Belén había miles de peregrinos y turistas extranjeros. Decoraciones e iconos religiosos llenaban las calles. Tiendas y casas estaban iluminadas y los restaurantes llenos estaban abiertos hasta la noche.

En esta Navidad, las calles casi no tenían decoración, a excepción de las banderas palestinas. Hoteles y restaurantes estaban vacíos. Y las tiendas de recuerdos, que dependen sobre todo de la estación de las fiestas, estaban cerradas.