El Papa hace su propio balance del estado del planeta

Ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede

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CIUDA DEL VATICANO, 10 enero 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II hizo este jueves un balance del estado del planeta desde la perspectiva del Evangelio al recibir este jueves a los embajadores de los 172 países que mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede.

La lucha contra el terrorismo, la integración de Europa, la violencia en Tierra Santa, la difícil situación social de Latinoamérica y los olvidados conflictos africanos fueron los principales argumentos que afrontó el Santo Padre en el tradicional encuentro con motivo del año nuevo.

Escuchaban al Papa los representantes de Estados Unidos e Iraq, de Rusia y Georgia, Cuba y Sudán, Israel y la OLP… Pocos países no estaban representados al no entablar relaciones diplomáticas con el Vaticano. Entre ellos destacaban China, Vietnam y Corea del Norte.

Respuesta al terrorismo
Tras los atentados del 11 de septiembre, Juan Pablo II afrontó la cuestión de la «lucha legítima contra el terrorismo» que «ha dado una vez más la palabra a las armas».

«Ante la bárbara agresión y las masacres», el pontífice recordó que es necesario tener en cuenta «no sólo la cuestión de la legítima defensa, sino también la de los medios más adecuados para erradicar el terrorismo».

Se limitó a explicar, en este sentido, que la respuesta justa debe apuntar a «la búsqueda de los factores responsables de tales acciones, y las medidas a tomar para emprender un proceso de «curación» para vencer el miedo y evitar que un mal se añada a otro mal, la violencia a la violencia».

Marginación de los creyentes en la nueva Europa
Otro de los temas principales del balance del Papa fue el de la integración europea, proceso que obtiene la «complacencia» del pontífice y del que aplaudió «la adopción de una moneda única».

En estos momentos en que los Estados miembros piensan en la adopción de una Constitución, denunció el que en su redacción se haya excluido la contribución de las comunidades de creyentes.

Consideró la decisión no sólo como «una injusticia», sino también como «un error de perspectiva», pues reconocer esa contribución histórica y actual «no significa en absoluto ignorar toda la exigencia moderna de una justa laicidad de los Estados y, por tanto, de Europa».

Injusticia en Latinoamérica
A continuación la mirada del pontífice se detuvo en Latinoamérica, «gran continente» al que volvió a confesar su cercanía, para denunciar «la persistencia de desigualdades sociales, el tráfico de drogas, fenómenos de corrupción y violencia armada que pueden poner en peligro las bases de la democracia y desacreditar a la clase política».

Una prueba clara de ello, añadió, es la última crisis argentina que «recuerda, una vez más, que la búsqueda del auténtico bien de las personas y de los pueblos debe inspirar siempre la acción política y económica de las instancias nacionales e internacionales».

La violencia no traerá la paz a Tierra Santa
Como sucede todos los años, el Papa afrontó la situación que ensangrienta Tierra Santa recordando los principios que viene formulando desde hace 23 años: «la injusticia de la que es víctima el pueblo palestino desde hace más de cincuenta años»; «el derecho del pueblo israelí a vivir en la seguridad».

«Unos contra otros, israelíes y palestinos no ganarán la guerra. Los unos con los otros, pueden ganar la paz», aseguró el pontífice.

El continente olvidado
El pontífice mencionó después la situación de África, con las «pandemias» y los diecisiete conflictos que «diezman sus poblaciones».

«En una situación así, el nacimiento de una Unión Africana es de por sí una buena noticia –aseguró–. Esta Organización debería ayudar a elaborar principios comunes que unan a todos los Estados miembros, con el fin de superar mayores desafíos, como la prevención de los conflictos, la educación y la lucha contra la pobreza».

Desafíos
Juan Pablo II concluyó invitando a los diplomáticos y a sus gobiernos a no dejarse «abatir por las dificultades del momento presente».

Enumeró así los ocho grandes desafíos que, según él, debe afrontar el mundo en estos momentos: la defensa del carácter sagrado de la vida humana –en particular ante las manipulaciones genéticas–; «la promoción de la familia»; «la eliminación de la pobreza»; «el respeto de los derechos humanos» especialmente de «niños, mujeres y refugiados»; «el desarme»; «la lucha contra las grandes enfermedades»; «la salvaguardia del entorno natural»; y «la aplicación del derecho internacional».

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ZENIT Staff

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