ROMA, 22 enero 2002 (ZENIT.org–Avvenire).- La religiones del mundo se desmarcarán de cualquier legitimación religiosa de la violencia, asegura uno de los organizadores de la Jornada de líderes religiosos por la paz que se celebrará este 24 de enero en Asís.
Cuando tuvo lugar el primer encuentro de estas características en la ciudad de san Francisco, en 1986, el cardenal François Nguyen Van Thuan, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, se encontraba encerrado en una cárcel de Vietnam.
Tuvo que esperar dos años, en 1988, para saber lo que había sucedido en aquella cumbre, después de haber sido liberado tras trece años de prisión.
«Nunca habría maginado que un día estaría presente en una jornada de oración en Asís»,
susurra con voz suave.
«Nunca he odiado a mis carceleros, ni siquiera en los momentos más oscuros», afirma sonriendo como un niño. Si hay alguien para quien el mensaje de Asís no es una proclama sino una experiencia vivida es para este pequeño sacerdote vietnamita, convertido en el hombre a quien Juan Pablo II ha encomendado de manera especial la promoción de la paz y la justicia en el mundo.
–No es la primera vez que Juan Pablo II convoca a los representantes de todas las religiones en Asís. Pero esta vez parece que la convocatoria tiene un carácter de extrema urgencia. ¿Es así?
–François Nguyen Van Thuan: Para comprender las motivaciones profundas que han llevado al Santo Padre a tomar esta iniciativa, tenemos que referirnos a su mensaje para la Jornada mundial de la paz de este año. Nos encontramos frente a la primera reflexión orgánica del magisterio pontificio sobre el fenómeno del terrorismo. El Papa va más allá del punto de vista común. Tras el 11 de septiembre, la gente ha quedado estremecida. La superpotencia económica, financiera y militar se ha descubierto tremendamente vulnerable. Hay una demanda de seguridad, hay una improrrogable petición de justicia.
Juan Pablo II comparte estos sentimientos pero dice algo más: la sed de justicia puede convertirse en venganza si no hay disponibilidad al perdón y a la reconciliación. De aquí la exigencia de un gesto fuerte que proponga a esta verdad fundamental, sin la cual el mundo se hundirá en nuevos y lacerantes conflictos.
–Algunos consideran que la religión es uno de los motivos del conflicto…
–François Nguyen Van Thuan: Justamente por esto el Santo Padre llama a los representantes de las religiones a rezar y a dar testimonio común de la voluntad de paz. Y a juzgar por el gran número de adhesiones, llegadas de todas partes del mundo, diría que esta voluntad existe.
–En Asís, ¿se dará una neta condena del terrorismo?
–François Nguyen Van Thuan: Si, y es el elemento nuevo respecto a las dos jornadas precedentes de oración de 1986 y 1993. Habrá un compromiso común por la paz que será leído por los varios exponentes religiosos, una solemne reafirmación del auténtico sentimiento religioso que, como ha escrito el Papa, es fuente de mutuo respeto y de armonía entre los pueblos.
–En este camino, ¿el Islam no es más bien una piedra de tropiezo?
–François Nguyen Van Thuan: Debemos mirar a la religión islámica con gran respeto, distinguiendo sus enseñanzas del fanatismo fundamentalista. El Papa se ha movido enseguida en esta dirección. No olvidemos que pocos días después del 11 de septiembre se encontraba visitando un país musulmán como Kazajstán donde tendió una mano al Islam. El Islam auténtico, dijo, el Islam que reza y sabe hacerse solidario con quien está en necesidad. No es casualidad el que la gente y las autoridades musulmanas lo acogieron con gran cordialidad, en espíritu de amistad.
–Usted ha tenido experiencia del martirio, ¿qué siente ante los llamados «mártires-asesinos» que en nombre del Islam se matan y matan?
–François Nguyen Van Thuan: El mártir cristiano no desprecia la vida, sufre y está dispuesto a morir por amor. Pero tiene miedo de la muerte, no experimenta indiferencia ante la vida. Ni la suya ni la de los otros. El martirio es el sufrimiento de quien acepta ser tratado injustamente para permanecer fiel a Dios. No es la pretensión de hacer justicia en nombre de Dios.
–¿Es posible dialogar sobre estos temas con quien tiene una visión completamente opuesta?
–François Nguyen Van Thuan: Se puede abrir un diálogo con todos. Lo experimenté durante mis años de prisión en Vietnam. Entre mis compañeros de desventura había católicos pero también budistas de diversas confesiones. En la vida normal, era difícil que un budista se hiciera amigo de un católico, sobre todo si se trataba de un budista animado por el fanatismo. En la cárcel comenzamos a hablar, a dialogar, hasta considerarnos hermanos. No sólo con los budistas sino también con quien se decía ateo, como los carceleros. Nos hicimos amigos. Alguno me ayudó. Un policía me consiguió la madera con la que pude fabricar una pequeña cruz que tuve siempre escondida en el jabón y que, ahora, revestida de hierro, es mi cruz pectoral. Comprendieron que el cristianismo no era su enemigo. Todo esto con un diálogo paciente. Nunca, repito nunca, el genuino sentimiento religioso puede hacer violencia.
–El encuentro entre los exponentes de las religiones en Asís será indudablemente algo espectacular. Pero, ¿cuál será su eficacia concreta?
–François Nguyen Van Thuan: Yo creo que habrá una gran eficacia, sobre todo a nivel de educación. Es lo que el Santo Padre llama la pedagogía del perdón. El gesto de Asís tiene la fuerza del ejemplo. Es como si todos los líderes religiosos dijeran al mundo: mirad cómo se puede caminar todos juntos por el camino de la paz, aún respetando las diferencias de cada uno.