ASÍS, 24 enero 2002 (ZENIT.org).- Asís ha sido este jueves el escenario del encuentro de líderes religiosos más representativo de la historia .
Más de doscientos representantes de los credos del planeta se unieron en una sola voz para declarar: «¡Nunca más la violencia! ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más el terrorismo! En nombre de Dios, que toda la religión traiga justicia y paz, perdón y vida, ¡Amor!».
Ha sido también el encuentro ecuménico más importante de todos los tiempos, pues nunca hasta ahora habían participado en este tipo de iniciativas líderes cristianos de todas las confesiones. En esta ocasión, estaba presente el patriarcado de Moscú (el de mayor número de fieles en la Ortodoxia), que en el pasado había rechazado este tipo de invitaciones del Papa.
La Jornada, que Juan Pablo II convocó en respuesta a la situación internacional creada por los atentados terroristas del 11 de septiembre, concluyó uniendo a sijs, confucionistas, budistas, hindúes, judíos, musulmanes, animistas, cristianos de todas las confesiones y creyentes en otros credos en un «Compromiso común por la paz».
Los diferentes pasajes de la declaración, si bien eran comunes, fueron leídos por un líder religioso diferente, en diez idiomas.
El patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, comenzó la declaración recordando la «regla de oro» presente en todas las religiones: «No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti mismo».
El reverendo Konrad Raiser, del Consejo Ecuménico de las Iglesias, leyó el compromiso común de los creyentes a proclamar «nuestra firme convicción: la violencia y el terrorismo son incompatibles con el auténtico espíritu de la religión». Así mismo garantizó el empeño por eliminar «las causas del terrorismo».
El representante sij, Bhai Sahibji Singh, confirmó el compromiso por «educar a la gente en el respeto y la estima mutuos». El vicario del patriarca ortodoxo de Moscú, el metropolita Pitrim leyó el propósito de «alentar la cultura del diálogo».
El metropolita Jovan, del patriarcado ortodoxo serbio, confirmó el «derecho de todos a vivir una vida decente de acuerdo con su propia identidad cultural».
El jeque Abdel Salam Abushukhadaem, representante musulmán, comprometió a los presentes en árabe a respetar las diferencias «para promover un mayor entendimiento recíproco». El obispo Vasilios, de la Iglesia ortodoxa de Chipre, se hizo portavoz en griego del compromiso de «perdonarse mutuamente pro los errores y prejuicios pasados y presentes»
Chang-Gyou Choi, representante del confucionismo, en coreano, comprometió a la asamblea «a ponerse del lado de los pobres y de los que necesitan ayuda», pues «nadie puede vivir feliz solo». El musulmán Hojjatoleslam Ghomi propuso responder «al grito de los que rechazan resignarse a la violencia y al mal», promoviendo «la justicia y la paz».
El reverendo Nichiko Niwano, budista, alentó en japonés la «solidaridad y el entendimiento entre pueblos», pues de lo contrario «el progreso tecnológico expone al mundo a un mayor riesgo de destrucción y muerte»
El rabino francés Samuel-René Sirat en hebreo urgió a los líderes de las naciones a crear «un mundo de solidaridad y paz basadas en la justicia». El doctor Mesach Krisetya, de la Conferencia Menonita Mundial afirmó en inglés que «seguridad, libertad y paz no pueden garantizarse nunca por la fuerza, sino por la mutua confianza».
El clamor que Juan Pablo II elevó en nombre de Dios –«¡Nunca más la violencia! ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más el terrorismo!»– concluyó la declaración.
Al pronunciar este compromiso, los lideres religiosos tenían en sus manos una lámpara, la «luz de la esperanza», diseñada para esta ocasión por una religiosa artista.
Al concluir la declaración, el Papa y los representantes colocaron cada uno su lámpara en un trípode, que permanecerá en la basílica de San Francisco como recuerdo de este histórico encuentro.
A continuación, el Santo Padre rompió los programas de los organizadores, pues se puso a saludar sin prisa a los líderes religiosos. Esto causó un retraso en el regreso del «tren de la paz» que había traído desde el Vaticano a los 250 representantes de las doce religiones presentes.
Este viernes, con un gesto único, les ha invitado a comer en sus propios apartamentos.
Se concluye así la cumbre religiosa más concurrida de la historia. En el primer encuentro de Asís, en 1986, participaron 160 representantes. Se ha cumplido también el sueño de un encuentro pancristiano que el Papa quiso celebrar sin éxito en el año 2000.