CIUDAD DEL VATICANO, 19 diciembre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha pedido que la nueva Europa unida no decepciones las esperanzas de sus jóvenes generaciones, especialmente en estos momentos en los que tiene lugar el proceso de su ampliación hacia el Mediterráneo y el Este del viejo continente.
El pontífice expresó su deseo este jueves al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Eslovaquia ante la Santa Sede, Dagmar Babcanova. El viernes pasado la cumbre de Copenhague anunció la acogida de diez nuevos países en la Unión Europea (EU) para el 1 de mayo de 2004. Entre los países candidatos, se encuentra Eslovaquia.
«Se abre hoy la prometedora perspectiva de la entrada de Eslovaquia en la Unión Europea –afirmó el Papa en su discurso al nuevo embajador–. Estoy seguro de que este acontecimiento servirá para ofrecer a la nueva Europa una contribución significativa de cultura y de valores, contribuyendo a la consolidación de la «casa común» del continente».
«El largo camino de crecimiento realizado por el país en estos diez años, si bien realizado entre complejos problemas, es garantía de una integración positiva en la concordia de las demás naciones europeas con recíprocas ventajas», aclaró el Santo Padre.
«Desde esta perspectiva, podrá facilitarse la solución de dificultades que duran desde siglos –afirmó–. ¿Cómo no ver en esta cita también una posibilidad para que las nuevas generaciones puedan ofrecer sus propias energías para beneficio del bien común?».
«Este es también mi ferviente deseo, recordando el entusiasmo con el que en numerosas ocasiones multitud de jóvenes eslovacos me han expresado su alegría, así como las trepidantes expectativas que llevan en su corazón para el futuro», confesó el obispo de Roma.
«Enriquecidos con una sólida formación cristiana, podrán llevar a sus coetáneos del continente un testimonio convincente de los valores que surgen del Evangelio, demostrando su dinámica fecundidad par la construcción de una sociedad justa, solidaria y pacífica», aseguró.
«Sobre los jóvenes se fundará la sociedad de mañana –insistió–. Es necesario, por tanto, que el Estado salga en su ayuda, ofreciendo el indispensable apoyo para su formación y para la sucesiva inserción en el mundo del trabajo».
«En este contexto –concluyó–, es sumamente importante la solicitud de todos para favorecer la formación de nuevas y sólidas familias, fundadas en el matrimonio y abiertas a la vida. La Iglesia no dejará de ofrecer su propia contribución en su campo específico».