ROMA, 20 diciembre 2002 (ZENIT.org).- Hasta este jueves, pocos conocían la heroica historia de la madre Maria Xavier Marteau, religiosa de la Orden de las Ursulinas, que estuvo en Roma en los años de la ocupación nazi (1943-1944) en la Casa generalicia de su congregación.
La hermana Lignone Colette, Superiora general de las Ursulinas de la Unión Romana, recibió el jueves el reconocimiento «Justo entre las Naciones» asignado a la memoria de Maria Xavier Marteau (1870-1962).
Se trata del mayor reconocimiento otorgado por el Estado de Israel a ciudadanos no judíos. Se entrega a quienes, arriesgando la propia vida y sin recibir nada a cambio, salvaron a uno o a más judíos de la persecución.
El Instituto «Yad Vashem», después de haber realizado las debidas investigaciones históricas y recogido testimonios, ha sacado a la luz que durante los años de la Segunda Guerra Mundial, la hermana Maria Marteau, entonces secretaria general de la Congregación, abrió las puertas del convento de Via Nomentana dando refugio a 103 judíos.
En octubre de 1943 la comunidad religiosa recibió un certificado firmado por el secretario de estado de Pío XII, el cardenal Maglione, según el cual la casa dependía directamente de la Santa Sede y, por consiguiente, no podía ser registrada. Ello impidió que los alemanes descubrieran a los refugiados en el convento.
Los actos de heroísmo de la religiosa fueron relatados por dos judías, Maria Luisa della Seta –señora de Fornari— y su hermana Marcella Della Seta –señora de Deutch–, quienes en aquel período fueron escondidas, protegidas y salvadas precisamente en el convento de las Ursulinas.
Escribió Maria Luisa della Seta al «Yad Vashem»: «La madre Maria Xavier fue nuestra protectora. El convento donde vivía se encuentra en Via Nomentana. Se ocupó de mi hermana y de mí sin reparar en gastos, sin tener en cuenta las circunstancias históricas, ayudándonos a cualquier hora del día o de la noche».
«Cuando desesperábamos por dar con un lugar donde escondernos –continúa–, llamamos a la puerta del convento y la madre Maria Xavier nos acogió ofreciéndonos un refugio y haciendo todo lo posible para encontrar un escondite seguro también para nuestros familiares, quienes de hecho fueron escondidos en una clínica».
«Maria Xaviera se las ingenió asimismo para encontrar más lugares donde ocultar a otros judíos y para facilitar nuevas tarjetas de identidad. Nos dio el valor de luchar por nuestra supervivencia y nos animó con el hecho de que estábamos entre amigos», recuerda.
La tarea de las religiosas ursulinas había comenzado mucho antes de la ocupación nazi de Roma. A partir del 22 de agosto de 1940, día en que la Gestapo inició la persecución de los refugiados polacos dondequiera que se encontraran, las ursulinas de Via Nomentana acogieron a los perseguidos.
De la documentación se desprende que la madre Maria Stanislas Polotynska distribuía ayudas a los refugiados con el dinero que había recibido del Santo Padre. El número de polacos relacionado con la comunidad en aquella época era significativo.
Por estas actividades, desde finales de 1941 la casa generalicia de las Ursulinas se puso bajo estricta vigilancia por las autoridades fascistas. A pesar de ello, la acogida en el convento se intensificó desde septiembre de 1943, cuando la amenaza de exterminio de los judíos se hizo explícita.
En el libro de registro de entradas y salidas de la comunidad se lee que Maria Siele se escondió en el convento en abril de 1943. Lucia y Gisella Endelli (Hendel) en septiembre del mismo año.
La hermana Maria Magdalena Bellasis relata así la llegada de éstas: «Una joven muchacha judía, cuyos padres habían sido deportados a Alemania, vino y nos pidió que la acogiéramos junto a su hermana de ocho años. Habían huido de Croacia y llegaron a Italia como pudieron. La niña iba vestida de chaval y la llevaba una señora que tenía el nombre del hijo pequeño registrado en el pasaporte».
Maria Luisa y Marcella Della Seta fueron acogidas por las ursulinas el 29 de septiembre de 1943; el 15 de diciembre, se hizo lo mismo con otros quince miembros de la familia. El 3 de diciembre de 1943 llega la familia Frassoni-Andreani, la madre, Francesca, Marcello y Andrea. Los padres del señor Frassoni llegaron el 6 de diciembre.
La familia Naldi (Anticoli), formada por Paola y su madre, llegaron el 22 de enero de 1944. Raja Garosci es recibida por las ursulinas el 2 de febrero. Franca Pontecorvo, su hija mayor y su niño de tres meses, Giuseppe, se escondieron allí el 3 de marzo de ese año. Al final, más de un centenar de judíos consiguieron refugio en las ursulinas de Via Nomentana.
Era tan conocida la obra de asistencia a los perseguidos que en diciembre de 1943 el Santo Padre hizo llegar a Maria Xavier –a través de monseñor Riberi, encargado de ayudas a las víctimas civiles de la guerra— la suma de 10.000 liras.
Para recordar cómo el árbol de la vida continuó viviendo en medio de tanta barbarie, el Fondo Nacional Hebraico plantará un olivo en el jardín de la casa generalicia de las ursulinas en Via Nomentana.
Bajo el olivo, se pondrá una piedra con la inscripción del salmo de David (85, 11): «Amor y Verdad se encuentran. Justicia y Paz se besan».