CASTEL GANDOLFO, 24 agosto 2003 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Juan Pablo II a mediodía de este domingo al encontrarse con los miles de peregrinos reunidos en la residencia pontificia de Castel Gandolfo para rezar la oración mariana del «Angelus».
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Queridos hermanos y hermanas:
1. Mi pensamiento se dirige una vez más al actual proceso de integración europea y, en particular, al papel determinante de sus instituciones.
Pienso, en primer lugar, en la Unión Europea, comprometida en la búsqueda de nuevas formas de apertura, encuentro y colaboración entre sus Estados miembros.
Pienso, además, en el Consejo de Europa, con sede en Estrasburgo, y en la anexa Corte Europea de los Derechos del Hombre, que desempeñan la noble tarea de realizar la Europa de las libertades, de la justicia y de la solidaridad.
Por último, es un deber mencionar también la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, que se dedica a promover la causa de las libertades fundamentales de las personas y de las naciones del continente.
2. Sigo con la oración el laborioso camino del Tratado constitucional de la Unión Europea, que ahora está siendo estudiado por los gobiernos de los diferentes países. Confío en que cuantos le están dedicando sus energías se muevan siempre con la convicción de que «un buen ordenamiento de la sociedad debe basarse en auténticos valores éticos y civiles, compartidos lo más posible por los ciudadanos» (exhortación apostólica «Ecclesia in Europa», 114).
Por su parte, la Iglesia católica está convencida de que el Evangelio de Cristo, que ha constituido el elemento unificador de los pueblos europeos durante muchos siglos, sigue siendo hoy una inagotable fuente de espiritualidad y fraternidad. Ser conscientes de esto es una gran ayuda para todos y reconocer explícitamente en el Tratado las raíces cristianas de Europa se convierte para el continente en la principal garantía de futuro.
3. Pidamos a María santísima que haga lo necesario para que no falte, en la constitución de la Europa de hoy y de mañana, esa inspiración espiritual, indispensable para actuar auténticamente al servicio del hombre. Esa inspiración encuentra en el Evangelio una garantía segura a favor de la libertad, de la justicia y de la paz de todos, creyentes y no creyentes.
[Tras rezar el «Angelus» el Papa saludó en varios idiomas a los peregrinos. En castellano, pronunció estas palabras]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, de modo particular a los de la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Museros, Valencia. ¡Qué la Palabra del Señor guíe vuestro camino! ¡Feliz Domingo!