Juan Pablo II: El mensaje de Lourdes

Intervención en la audiencia general del miércoles, 11 de agosto

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CASTEL GANDOLFO, lunes, 16 agosto 2004 (ZENIT.org).- Este miércoles, 11 de agosto, Juan Pablo II celebró su tradicional audiencia general ante numerosos peregrinos de todas partes del mundo, que se hicieron presentes en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo para escuchar su catequesis. En su discurso en lengua italiana, el Papa habló de la peregrinación a Lourdes con ocasión del 150º aniversario de la promulgación del dogma de la Inmaculada Concepción, que emprendería entre el 14 y el 15 de agosto. Publicamos la catequesis del Santo Padre.

* * *

Queridos Hermanos y Hermanas:
1. El sábado y domingo próximos realizaré una peregrinación apostólica al Santuario mariano de Lourdes. En aquel lugar bendito tendré la alegría de celebrar la solemnidad de la Asunción de María Santísima al Cielo.

El motivo de la peregrinación es el 150º aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María, hecha por el Beato Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Cuatro años después, la Virgen se le apareció a santa Bernardita, en la gruta de Massabielle, presentándose como «La Inmaculada Concepción». Considero, por tanto, un don especial de la Providencia la posibilidad de regresar a Lourdes en el signo de esta luminosa verdad de fe.
Con un único acto de alabanza a Dios y a la Virgen, abrazaré los dos grandes misterios marianos: la Inmaculada Concepción y la Asunción al Cielo en cuerpo y alma. Ellos, en efecto, constituyen el inicio y la conclusión de la vida terrenal de María, unidos en el eterno presente de Dios, que la ha llamado a participar en modo singular en el evento salvífico de la Redención realizada por el Señor Jesucristo.

2. Los momentos públicos de la peregrinación serán tres: en la tarde del sábado, el rezo del santo Rosario; en la noche, la tradicional procesión con velas; y finalmente, el domingo en la mañana, la solemne Celebración eucarística. Además, llegando al Santuario y antes de dejarlo, tendré ocasión de detenerme en oración silenciosa delante de la Gruta. En cada circunstancia llevaré en mi corazón los agradecimientos y las súplicas de toda la Iglesia y, podría decir, del mundo entero, que sólo en Dios puede encontrar paz y salvación.

¿Cuál es, en efecto, el mensaje que el Señor ha querido dirigir a la humanidad a través de la Virgen de Lourdes? En síntesis, se puede resumir en una célebre expresión de la Sagrada Escritura: Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 33,11). Dirigiéndose a la joven Bernardita, María quiso recordar este fundamental mensaje evangélico: la oración y la penitencia son el camino a través del cual la victoria de Cristo puede afirmarse en cada persona y en la sociedad.

3. Pero para cambiar la propia conducta, es necesario escuchar la voz de la conciencia, donde Dios ha puesto el sentido del bien y del mal. Por desgracia, el hombre moderno a veces muestra haber perdido de alguna manera el sentido del pecado. Es necesario implorar para él un despertar interior, que le permita volver a descubrir plenamente la santidad de la ley de Dios y los compromisos morales que de ella derivan.

Con estas intenciones en el alma, me apresto a partir hacia el Santuario de la Virgen María de Lourdes. Les pido a todos que me acompañen espiritualmente, para que la peregrinación del Sucesor de Pedro sea rica de frutos para todo el Pueblo de Dios.

[Traducción realizada por Radio Vaticano. A continuación, el Santo Padre dirigió particulares expresiones de saludo a los grupos de fieles presentes. Este fue su saludo a los peregrinos de lengua española]

Saludo con afecto a los visitantes venidos de España, especialmente a los fieles de Tortosa, Gandía, Rafelguaraf, Mataró, Yecla y Aldaia. Al saludar a los peregrinos de América Latina, recuerdo hoy particularmente a Venezuela, pidiendo al Señor que bendiga e ilumine a todos sus ciudadanos concediéndoles un futuro abierto al progreso y la esperanza. Invoco también un clima sereno de paz y reconciliación sobre esa querida Nación, que encomendaré a la Virgen María en mi próximo viaje a Lourdes.

Muchas gracias por vuestra atención.

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ZENIT Staff

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