Treinta mil jóvenes en la peregrinación europea de Santiago de Compostela

SANTIAGO DE COMPOSTELA, domingo, 22 agosto 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la crónica de Jesús de las Heras Muela, hasta ahora director de la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española, sobre la Peregrinación Europea de jóvenes a Santiago de Compostela 2004 (PEJ Santiago’2004).

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«¡Esta es la juventud del Papa! ¡Esta es la juventud del Papa! ¡Esta es la juventud del Papa!» exclamaban en la noche del sábado 7 de agosto los más de treinta mil jóvenes participantes en la Peregrinación Europea de jóvenes a Santiago de Compostela 2004 (PEJ Santiago’2004).

«Testigos de Cristo de una Europa de la esperanza» era el lema y el reclamo de la Peregrinación, que había reunido a jóvenes de España, Alemania, Italia, Portugal, Francia, Rusia, Lituania, Ucrania o Rumanía.

Pasaban las veintidós horas y treinta minutos de aquel sábado 7 de agosto. El lugar del encuentro era ahora el Auditorio del Monte del Gozo, el mismo escenario de aquella memorable Jornada Mundial de la Juventud de agosto de 1989, presidida por el Santo Padre y que congregó a medio millón de jóvenes.

Quince años después, los jóvenes de la PEJ Santiago´2004 vitoreaban, de nuevo, al Papa, que se hacía presente en la Vigilia de oración mediante una grabación audiovisual.

Juan Pablo II recordó sus dos anteriores visitas apostólicas a Santiago de Compostela y al hilo del lema de la PEJ 2004, se dirigió a los jóvenes para que, fieles a las raíces cristianas, sean «centinelas del futuro para alumbrar el nuevo camino de una Europa de la esperanza».

Fue uno de los momentos más bellos, cálidos y emblemáticos de aquella Vigilia comenzada bajo el signo de un cambio climatológica, que en la mañana siguiente, domingo 8 de agosto, cristalizaría en una abundante y pertinaz lluvia, «fecunda en promesas», como afirmara el Cardenal Rouco Varela, Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Legado especial y representante personal del Papa para la PEJ 2004.

El Monte del Gozo, a cinco kilómetros de la Catedral Compostelana, emblemático lugar de alegría para todos los peregrinos jacobeos de la historia, era el lugar de las dos celebraciones finales de la PEJ Santiago 2004.

Antes habían tenido cinco etapas de camino, a través de la ruta de la plata, a lo largo de 130 kilómetros entre Orense y Santiago, o entre Sarria y Santiago, en el camino francés, o por otros caminos asturiano-galáicos. Participan jóvenes de la práctica totalidad de las diócesis españoles y de los países anteriormente citados. Con ellos iban un par de centenar de sacerdotes y cerca de medio centenar de obispos. Especialmente nutridas fueron las representaciones juveniles de diócesis como las de Madrid, Getafe, Granada, Toledo, Orihuela-Alicante, Córdoba, Cádiz o Valencia.

En la calurosa tarde del jueves, 5 de agosto, habían sido recibidos y acogidos, al son de gaitas gallegos y cánticos universales de alabanza, en la Plaza del Obradorio. Durante los días siguientes habrían de participar en las Misas del Peregrino de la Catedral Compostelana, en conferencias, mesas redondas, talleres, seminarios, catequesis, actos de oración y en el bullicio y en la alegría de la fiesta y del jubileo compostelano, tan repleto de gentes de toda nación, raza y condición, en estos días estivales.

«Testigos de Cristo para una Europa de la esperanza» era el lema de la PEJ 2004. Una canción, tantas veces reiterada, mantenía vivo el lema y el anhelo, expresado también mediante numerosos testimonios al respecto. Esta Europa de la esperanza, a la que nos llama el Papa y la Iglesia, y de la que los jóvenes deben ser sus principales constructores, es la Europa del Espíritu, la Europa de la solidaridad y de los valores, la Europa casa común y faro universal, la Europa fiel a sus raíces cristianas.

El sábado, día 7 de agosto, llegó uno de los momentos claves de la PEJ 2004. Era la vigilia, celebrada en el Monte del Gozo, entre las 10,15 y las 12 de la noche. Presidía el Legado Pontificio, Cardenal Antonio Rouco Varela, arzobispo de Madrid.

La primera parte de la vigilia era la liturgia de la palabra. Destacaron cinco testimonios presentados por otros tantos jóvenes: un seminarista de Terrassa (Barcelona), diócesis recién creada; una joven religiosa italiana; una pareja de novios de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), que se casarán el próximo 16 de agosto; una laica consagrada alemana perteneciente al Instituto Secular «Milicia de Santa María» y un joven profesor madrileño. Precisamente este último testimonio fue especialmente hermoso y conmovedor al tratarse de un hermano de unas 192 víctimas mortales de los atentados del 11-M en Madrid.

El Cardenal Rouco Varela tuvo seguidamente una homilía, en la que llamó a los jóvenes a servir, vivir y transmitir los valores del cristianismo a Europa en y desde la Iglesia.

Esta vigilia sirvió también de anuncio y presentación de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Colonia entre el 11 y 21 de agosto de 2005. Uno de los organizadores de este próximo Encuentro se dirigió a los jóvenes, invitándoles a ir a Colonia.

Tanto Santiago de Compostela como sus caminos más próximos, los caminos de estos treinta mil jóvenes peregrinos, habían vivido desde el día 30 de julio, comienzo de la PEJ 2004, unas altas temperaturas y un sol radiante. Sin embargo, las previsiones metereológicas para el domingo 8 de agosto no podían ser más inequívocas en el anuncio de lluvias. Así fue. Como sucediera también en la PEJ 1999, en el transcurso del anterior Año Jubilar Compostelano. Con todo, la lluvia de la mañana del 8 de agosto de 2004 era siembra fecunda del futuro de estos jóvenes valientes y comprometidos.

Entre las 10 y las 11,30 horas, también en el Monte del Gozo, se celebró, a pesar de la lluvia, y en celebración transmitida por TVE y la TV Autonómica de Galicia, la Eucaristía de clausura. Fue presidida, de nuevo, por el Cardenal Antonio Mª Rouco Varela, Legado Papal a la PEJ 2004. El cardenal Rouco volvió a insistir en las raíces cristianas de Europa y en la necesidad de su reconocimiento para que la nueva Europa no sea un proyecto «sin alma», que tendría una fecha ineludible de caducidad.

El Legado Papal dividió su homilía en tres partes. En la primera de ellas habló de la vigencia y de la exigencias para los jóvenes del reto de construir una Europa cristiana. En la segunda parte, aludió al reto personal y colectivo de los jóvenes cristianos europeos en en esta dirección desde un renovado encuentro con Cristo y con el evangelio. Por fin, habló del secreto de Santiago y de su peregrinación, que es el seguimiento y el anuncio de Jesucristo.

Un día antes, en el acto de presentación del Legado Papal, en la Invocación al Apóstol, el Cardenal Rouco había pedido a Santiago para los jóvenes europeos «permanecer en oración en el gozo y en el dolor», «a descubrir generosamente la voluntad del Padre a través de las distintas vocaciones» y a vivir en la «gracia de la verdadera y continua conversión», que se traduce en limpieza de corazón, en caridad con los necesitados, en una fe y esperanza firmes y en «el abandono de las distintas tentaciones y reclamos de idolatría para encontrar el verdadero amor que sólo se puede vivir en Dios».

Así, estos jóvenes, «esta juventud del Papa», serán testigos de Cristo para la Europa de la esperanza y para un mundo mejor.

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ZENIT Staff

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