ROMA, miércoles, 22 diciembre 2004 ZENIT.org).- Los cristianos quieren ayudar a crear leyes «humanas» para que la sociedad sea más respetuosa «de los derechos de las personas socialmente más débiles», pero esto no significa que quieran crear «leyes cristianas» o sólo para cristianos, advierte «La Civiltà Cattolica».
El editorial de esta quincena de la revista, cuyos borradores son revisados por la Secretaría de Estado del Vaticano, se pregunta si «la Iglesia y sus principios morales son atacados hoy por el laicismo hasta el punto de que puede considerarse «una fortaleza asediada»».
Su respuesta es que «la Iglesia no debe sentirse asediada ni debe abstenerse de confirmar su propia enseñanza, fundada en la persona de Jesús, subrayando que lo que enseña no sólo tiene una valencia religiosa, sino también propiamente humana».
«Nos parece que hoy los cristianos no tienen que sorprenderse ni escandalizarse por el hecho de que el laicismo ideológico rechace la fe y la moral cristiana y combata contra ellas», escriben los redactores jesuitas en el editorial titulado «La Iglesia, ¿fortaleza asediada?».
«Esta condición en la que viven hoy los cristianos no debe inducirles ni a cerrarse en el silencio ni a asumir actitudes de cruzada contra el mundo moderno», constata el editorial.
Los redactores sugieren que «los cristianos tienen que entrar en diálogo con los hombres de nuestro tiempo, mostrando y demostrando en el diálogo que la Iglesia quiere contribuir a humanizar la sociedad».
«A veces se manifiesta una creciente agresividad por parte del laicismo contra los católicos», pues «el laicismo tiende con frecuencia a perder las características de la laicidad para convertirse en un laicismo ideológico y, por ello, intolerante y agresivo». reconoce el texto.
El editorial distingue entre laicidad y laicismo: «la laicidad política no está en contra de la religión, sino que da espacio público a las religiones presentes en el territorio, sin privilegiar ni excluir a ninguna».
«El laicismo por el contrario –añade– tiende a convertirse cada vez más en una ideología, no sólo indiferente ante la religión sino contraria a la religión y, por tanto, intolerante hacia ella. En manera totalmente particular, si se trata de la religión católica».
«De este modo, al ser una ideología contra la religión y anticatólica, el laicismo actual tiende a confinar la religión en la vida privada y a prohibirle todo espacio y toda manifestación pública», lamenta el artículo.
«Esto significa que un católico puede profesar libremente la propia fe en su conciencia y practicarla en los lugares de culto», sañalan, «pero se trata de impedirles que expresen sus convicciones morales y religiosas, especialmente cuando se trata de una persona con una función pública».
«Significa también que a la religión católica no hay que atribuirle una función en el fundamento de la civilización europea ni una presencia benéfica en su desarrollo», añaden.
¿Por qué esta precaución ante los católicos?, se preguntan los redactores: «La reacción laicista se explica quizá con el temor a que los católicos puedan hacer prevalecer en el terreno legislativo sus principios éticos y, por tanto, obstaculicen a quienes practican la liberalización de las costumbres».
«Si bien hay que lamentar la agresividad del laicismo ideológico contra la fe cristiana, no hay que minusvalorar el hecho de que numerosos laicos miran con simpatía a la fe cristiana», distingue.
El artículo finaliza recordando que «el Evangelio que anuncia la Iglesia es un Evangelio de Vida que promueve la felicidad de los hombres y el bienestar de la sociedad».