60 años de Auschwitz: Aún queda un largo camino de purificación, según los obispos alemanes

MAGUNCIA, jueves, 27 enero 2005 (ZENIT.org).- Cuando se cumplen 60 años de la liberación de los campos de concentración, la Conferencia Episcopal alemana reconoce que aún queda por delante «un largo camino de purificación», y, recordando a las víctimas de la furia homicida nazi, alerta sobre la aparición de nuevas tendencias antisemitas.

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En una Declaración difundida el pasado lunes, los prelados alemanes hacen memoria del 27 de enero de 1945, cuando las tropas soviéticas liberaron los campos de concentración de Auschwitz I y Auschwitz-Birkenau.

«Como ningún otro lugar, Auschwitz representa el símbolo de la aniquilación del judaísmo europeo», escriben los obispos recordando también a los «cientos de miles de nómadas y gitanos», todos víctimas del «homicidio de masa en el signo de la locura racial nacional-socialista» o de «experimentos pseudocientíficos».

A ello añaden la mención a muchos miles de soldados del Ejército rojo, obligados a trabajar en el campo de Auschwitz-Bierkenau y después sistemáticamente asesinados: «A todas estas víctimas, también a los testigos de la fe cristiana, se dirige nuestro recuerdo», expresan.

La Declaración constata como el campo se imprimió de forma particular en el «calvario» de una Polonia ocupada donde «fue asesinada toda la población judía y gran parte de los intelectuales polacos».

Pero la fecha es también ocasión para recordar a «los innumerables soldados aliados que dieron la vida para la liberación de Europa del sistema criminal del nacional-socialismo» y en particular al «Ejército rojo, que liberó a las víctimas aún vivas en el campo de Auschwitz».

«No ignoramos las terribles consecuencias de la conquista de gran parte de Alemania por parte del Ejército rojo para las poblaciones locales –puntualizan–. Animados por sus jefes para vengarse por los terribles crímenes de los alemanes contra la población rusa, los soldados soviéticos no se empeñaban sólo en una lucha justa contra Hitler, sino que estaban también al servicio del criminal Stalin».

«El sufrimiento padecido, que repercutió sobre la población alemana bajo forma de venganza por los crímenes alemanes no nos puede hacer ignorar sin embargo que sin el terrible tributo de sangre derramada sobre todo por los soldados rusos, bielorrusos y ucranianos, los asesinos de Auschwitz no se habrían detenido», subrayan.

«Nuestro pueblo ha empleado mucho tiempo para confrontarse con la responsabilidad por el monstruoso crimen cometido por los alemanes y en nombre de los alemanes. Aún hoy se usan mecanismos de alejamiento», y si bien es cierto que «es justo rechazar la idea de una culpa colectiva», también es «igualmente verdad que el número de alemanes personalmente culpables es superior al de las personas dispuestas a confesar su corresponsabilidad», advierten los obispos.

Y es que «la culpa no es sólo de los protagonistas en los lugares y de los jefes políticos –observan–. A distintos niveles son responsables también los simpatizantes y todos aquellos que fingieron no ver».

Los prelados alemanes son conscientes «de la presión a la que fue sometida entonces la población», «el grado de desinformación pública y la eficacia de los métodos intimidatorios».

«No obstante –añaden–, de nuestro pueblo se espera la admisión de que Auschwitz fue posible porque muy pocos tuvieron el valor de oponer resistencia».

Los obispos alemanes afirman que también la Iglesia católica se debe plantear un interrogante sobre su presunta o no corresponsabilidad en los sucesos acontecidos: «Nosotros tenemos que dar cuenta de una larga tradición de antijudaísmo entre los cristianos y en nuestra Iglesia», escriben.

Al respecto la Declaración recuerda que el documento vaticano «Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah», del 16 de marzo de 1998, suscitó la conveniencia de preguntarse «si la persecución del nazismo con respecto a los judíos no fue facilitada por los prejuicios antijudíos presentes en la mente y en el corazón de algunos cristianos».

Asimismo señalan la admisión de culpa de la Iglesia católica ante todo el mundo el 12 de marzo de 2000, pronunciada por Juan Pablo II: «Oremos por que, en el recuerdo de los sufrimientos padecidos por el pueblo de Israel en la historia, los cristianos sepan reconocer los pecados cometidos por no pocos de ellos contra el pueblo de la alianza y de las bendiciones, y así purificar su corazón».

Los prelados evocan además el gesto del Santo Padre en su visita a Tierra Santa en 2000, cuando se detuvo largo tiempo en el memorial de Yad Vashem: «Este acto del Papa se ha convertido en fuente de renovación. El Papa procede con decisión en los esfuerzos por mejorar las relaciones con el judaísmo y alienta a toda la Iglesia a encontrar caminos comunes con nuestros “hermanos mayores en la fe”».

«Por ello damos las gracias a todos aquellos que, frecuentemente con gran compromiso, se esfuerzan por el diálogo entre judaísmo y cristianismo», prosiguen.

«El recuerdo de Auschwitz nos lleva a interrogarnos por cuánto tiempo Alemania y Europa han aprendido de esta catástrofe que traspasa toda medida», escriben los prelados, poniendo en guardia sobre las tendencias antisemitas que siguen aún apareciendo.

Expresando su gratitud por el hecho de que «en los últimos años muchos judíos hayan tenido el valor de venir a Alemania», los prelados reconocen que «tenemos aún un largo camino de purificación» ante nosotros, pero «guiados por la esperanza de que el encuentro en la fe nos enriquezca a todos y nos acerque al Dios común de Abraham, de Isaac y de Jacob».

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ZENIT Staff

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