CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 7 abril 2005 (ZENIT.org).- El padre Raniero Cantalamessa, O.F.M.Cap., que junto al cardenal Tomas Spidlik, S.I., dirigirán dos meditaciones a los cardenales reunidos en cónclave, considera que estos momentos que vive la Iglesia con la muerte de Juan Pablo II son una oportunidad única para la evangelización.
El predicador de la Casa Pontificia durante estos años, ante el eco mundial que ha suscitado, considera que «hay dos niveles de interpretación».
«Uno lo vemos en lo que nos rodea, en los medios de comunicación –explica a los micrófonos de «Radio Vaticano»–. Es bueno, nos agrada, pero corre el riesgo de detenerse en lo que es un «plus» en el ministerio del Papa, no es esencial, es decir el papel que ha desempeñado en los asuntos del mundo».
«Para nosotros, el Papa es esencialmente un testigo de Cristo, es el vicario de Cristo, es decir el que predica a Cristo y da testimonio de El. Quizá convendría subrayar en este momento justamente esta dimensión del Papa como hombre de fe, de oración y varón de dolores», concluye.
Ante los testimonios que recogen los medios de comunicación sobre el redescubrimiento de la fe por parte de muchas personas, en particular jóvenes, el padre Cantalamessa reconoce: «en esto se ve la fecundidad del sufrimiento».
«He pensado siempre –en los últimos días, cuando se discutía mucho sobre la situación del Papa, sumido en la impotencia por la enfermedad– que ésta era la fase más rica y fecunda de su vida. Y me parece que esta respuesta, tan fuerte, tan unánime y espontánea, es fruto justamente, en buena parte, del sufrimiento».
«Un hombre así es una imagen viva de Cristo, sin ni siquiera la mediación de las palabras –aclara–. Cobra realidad la gran ley formulada por san Pablo: “Si sufrimos con El, con El seremos también glorificados”. Pero esto sólo se percibe mediante la fe».
Para el fraile capuchino el núcleo del mensaje de este Papa es «¡No tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo!».
«Se veía, en su capacidad de concentración y de oración, que era un hombre profundamente unido con Dios –añade–. Ciertamente luego todo esto tiene una repercusión evangelizadora, porque lo que estamos viendo en estos días es una inesperada ocasión de evangelizar».
«Todo este afecto, este movimiento tan conjunto, es un testimonio dirigido a Cristo, porque todos saben que el Papa lo representa. Y esto nos agrada profundamente», confiesa.
El mensaje póstumo del Papa fue un llamamiento a la humanidad para que acoja el misterio de la Misericordia Divina.
«Es muy hermoso porque toda su “campaña”, que ha sido tan pronunciada, en favor de la ética, del sentido del deber, del respeto de los valores humanos, de la vida… creo que toda ella está recubierta por este mensaje que ha dado el Papa de la Misericordia de Dios».
«Como para recordarnos que más allá de todo, estarán siempre los brazos de la misericordia de Dios para todas nuestras equivocaciones humanas», concluye.