«Las exequias del Sumo Pontífice, que son celebradas en la fe y en la esperanza por los fieles de Roma, por la Curia Romana, por las Iglesias de todo el mundo que están en comunión con la sede de Pedro, son sufragio por el reposo eterno del Pontífice difunto, testimonio del ministerio que Dios, en su Providencia, le confió en la Iglesia y grato recuerdo de las palabras con las cuales el difunto Pastor edificó el pueblo de Dios, de los sacramentos con los que lo nutrió, de la solicitud con la cual lo defendió, lo custodió, lo guió»: así introduce el arzobispo Piero Marini, maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, el «Ordo Exsequiarum Romani Pontificis» (Rito de las Exequias del Romano Pontífice).

Las Premisas del Rito explican las tres estaciones (Cf. n. 5 y ss) antes mencionadas. La primera tiene lugar en la casa pontificia en dos momentos: la verificación de la muerte del Papa y la exposición de los restos en un lugar adecuado.

La Basílica Vaticana es en cambio el contexto de la segunda estación --comprende la traslación de los restos del Sumo Pontífice de la casa pontificia a la Basílica y la Misa exequial con la última recomendación y la despedida--, mientras que la tercera estación se realiza en el lugar de la sepultura y comprende dos momentos rituales: la traslación del féretro al lugar de la sepultura y el entierro.

Hasta la celebración de la Misa exequial, mientras los fieles se acercan a visitar –desde la tarde del lunes pasado hasta la noche de este jueves-- los restos del Romano Pontífice, se están recitando oraciones y hay celebraciones litúrgicas, siguiendo lo dispuesto en el Ordo (Cf. n. 11).

El viernes a las 10.00 horas --según estableció la Congregación general de los Cardenales-- celebrarán la Misa exequial en el atrio de la Basílica Vaticana los Cardenales y los Patriarcas de las Iglesias Orientales; presidirá la concelebración el Decano del Colegio Cardenalicio,el cardenal Joseph Ratzinger.

La Misa exequial será precedida por la colocación de los restos mortales del Papa en el féretro --tras la Misa tendrá lugar la traslación al sepulcro y el entierro-- en una hora conveniente, en una caja de madera de ciprés. Entonces tendrá lugar el rito de clausura del féretro, presidido por el Camarlengo, el cardenal Eduardo Martínez Somalo, en presencia de determinadas personas --señaladas por el Ritual--.

Durante éste, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, el arzobispo Piero Marini, leerá un Acta «que recuerda la vida y las obras más importantes del difunto Pontífice» (Cf. n.96), y junto al Secretario del Papa extenderá el velo de seda blanca sobre el rostro del difunto.

Del Acta leída habrá dos ejemplares: uno se introducirá en un tubo de metal dentro del féretro, el otro será conservado en Archivo. Igualmente se colocará en el féretro la bolsa con las monedas acuñadas durante el Pontificado de Juan Pablo II. El rezo del Salmo 41 (42) 2-6 acompañará el cierre del féretro.

Ornamentos rojos se utilizarán en la Misa exequial. Como es tiempo de Pascua, en la Liturgia de la Palabra la primera lectura será de los Hechos de los Apóstoles (10,34-43), el Salmo responsorial el 22 (23) y la segunda lectura de la Carta de San Pablo a los Filipenses (3,20-4,1).

«Esta es la voluntad de mi Padre, que quien ve al Hijo y cree en él tenga la vida eterna» (Jn 6,40) introducirá la proclamación del Evangelio de Juan (21,15-19).

Al final de la celebración eucarística, la última Recomendación y Despedida se caracteriza por la súplica de la Iglesia de Roma, presidida por el Vicario, el cardenal Camillo Ruini, y por la súplica de las Iglesias orientales, presidida por un Patriarca oriental. Este rito lo abre y lo cierra el Cardenal Decano, situado próximo al féretro con los demás concelebrantes.

Al término de este rito, el féretro con el cuerpo de Juan Pablo II será acompañado al lugar de la sepultura --dentro de la Basílica de San Pedro, en las Grutas Vaticanas, a través de la puerta de Santa Marta--, mientras que previsiblemente todos cantarán el Cántico de la Virgen María, el Magnificat (Lc 1,46-55).

El Camarlengo preside el rito del entierro confiando una vez más al Sumo Pontífice difunto a la misericordia del Padre.

El féretro de ciprés será colocado en una caja de zinc, y ambos en otra de madera; las cajas, convenientemente selladas –la de zinc soldada--, serán depositadas en el sepulcro --que acogió en su momento el cuerpo del beato Juan XXIII— mientras los presentes cantan la antífona «Salve, Regina». En la tapa estarán la cruz y el escudo de Juan Pablo II.

Nueve días de especiales celebraciones de la Eucaristía en sufragio por el Papa –los «Novendiali»-- iniciarán a partir de la Misa exequial. Se desarrollarán de forma que participen las principales comunidades eclesiales de Roma y, a través de la variedad de sus miembros, esté representada la imagen de toda la Iglesia.