ROMA, domingo, 27 marzo 2005 (ZENIT.org).- Sin la resurrección de Cristo no es posible comprender los inicios del cristianismo, afirma el periodista italiano Andrea Tornielli, quien acaba de dedicar un libro al estudio de su historicidad.

El volumen, «Investigación sobre la Resurrección. Misterios, leyendas y verdad. De los Evangelios al Código Da Vinci», fue distribuido el pasado miércoles en italiano en todos los quioscos de Italia, junto al diario «Il Giornale».

En el prólogo del libro, monseñor Gianfranco Ravasi, prefecto de la Biblioteca Ambrosiana de Milán y profesor de Exégesis del Antiguo Testamento, en la Facultad Teológica de Italia Septentrional, explica que «en el momento de la Resurrección aparecen testigos, considerados entonces poco creíbles, como las mujeres, que no podían declarar en un tribunal porque su palabra no tenía ningún valor».

Ravasi sostiene que «un indicio importante de la Resurrección es el cambio inexplicable de postura de los apóstoles: desorientados, aterrorizados, derrotados tras la muerte de su Mesías en el patíbulo más infamante. De repente, este grupito de personas se siente revestido de una increíble fortaleza para iniciar su predicación en el mundo, anunciando que Jesús ha resucitado».

«Ninguna de las personas que niega la historicidad de la Resurrección ha logrado explicar cómo se produjo este cambio radical de postura, en personas muy realistas, ni poseídas ni visionarias, que por el contrario, al principio, dudan de lo que ven. Hay un misterioso "big bang" en el origen del cristianismo».

En esta entrevista, concedida a Zenit, Andrea Tornielli explica los motivos que le han impulsado a escribir un libro sobre este argumento.

--¿Por qué seguir investigando sobre la resurrección de Cristo?

--Tornielli: Es un trabajo que continúa. Sigo investigando los indicios de historicidad de los Evangelios. En la actualidad se subraya, demasiado a menudo, incluso en la Iglesia, el aspecto simbólico, o el núcleo del mensaje pascual. Está bien, pero no debemos olvidar nunca que el cristianismo procede de un hecho, un acontecimiento que se produce en un momento bien determinado de la historia. Y los Evangelios no contienen una filosofía o consejos para vivir bien, sino que narran cómo se produjo este hecho. Por esto es importante la historicidad.

--¿De qué pruebas e indicios disponemos para ilustrar la resurrección de Jesús?

Tornielli: Los Evangelios canónicos, al contrario de los apócrifos que son siempre fantásticos y repletos de imaginería, no nos describen el momento de la Resurrección sino que nos hablan, mediante testimonios creíbles del sepulcro vacío, y sobre todo del hecho de que Jesús se dejó ver y tocar por sus discípulos después de la Resurrección.

San Pablo escribe, en la primera carta a los Corintios, que vieron a Jesús más de «quinientos hermanos» juntos, algunos de los cuales ya habían muerto, mientras que «muchos viven todavía». Es como si el apóstol de los gentiles nos dijera: podéis ir a comprobarlo y preguntarles a ellos. Me impresiona mucho el hecho de que las primeras personas que vieron a Cristo resucitado son las mujeres que corrieron al sepulcro. Encontramos aquí otro significativo indicio de historicidad: las mujeres, en la sociedad judía de la época, eran consideradas testigos sin credibilidad ya que no podían presentarse ante un tribunal. Si los Evangelios, como afirman algunos, fueran la piadosa invención de un grupo de poseídos que han construido, planificándola, una nueva religión, ¿por qué habrían elegido testigos tan poco estimados por aquella sociedad?

--¿Cómo podemos saber que los apóstoles no eran unos visionarios?

--Tornielli: En ellos se produce el proceso exactamente inverso al de los visionarios. Éstos, en un primer momento están muy convencidos y son entusiastas, y poco a poco empiezan a dudar de la visión. Los discípulos de Jesús, en cambio, al principio dudan. No creen enseguida en la Resurrección. Tomás no se fía de la palabra de los demás y quiere tocar el cuerpo del Cristo resucitado. Así eran aquellos hombres: sencillos, concretos, realistas. La mayoría eran pescadores, no eran ni visionarios ni místicos. Un grupo de personas abatidas, aterrorizadas tras la muerte de Jesús. Nunca habrían llegado por sí solos a un autoconvencimiento de su Resurrección. No, se rindieron a una evidencia concreta y experimentable.