CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 11 abril 2005 (ZENIT.org).- El cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de la diócesis de Roma, pidió a la Iglesia ser como Juan Pablo II quería: una Iglesia que no sea «tímida», sino que arda de amor por Cristo y por cada hombre y mujer.
El presidente de la Conferencia Episcopal Italiana lanzó su llamamiento en la tarde de este domingo en la homilía de la misa en sufragio por el Papa, concelebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano con el clero de Roma.
El templo más grande del catolicismo estaba lleno hasta los topes de manera que muchas personas tuvieron que seguir la concelebración eucarística desde la plaza de San Pedro, soportando la lluvia.
El cardenal Ruini recordó las palabras del Papa «sobre la parroquia y sobre la Iglesia, que tienen que buscar y encontrarse a sí mismas fuera de sí mismas, allí donde la gente vive».
«Esta es la Iglesia que él quiso y que hoy sigue pidiéndonos ser y vivir –añadió–: una Iglesia que no está replegada sobre sí misma, que no sea tímida, ni desconfiada, sino que sea una Iglesia que arda de amor por Cristo y por la salvación de cada hombre».
«Juan Pablo II, en su sufrimiento y en su muerte, al igual que a lo largo de toda su vida, ha sido un testigo y heraldo extraordinariamente eficaz de Jesucristo crucificado y resucitado de entre los muertos, a semejanza de los apóstoles Pedro y Pablo, de quienes recogió la gran herencia cristiana y humana», constató.
«Por este motivo –añadió–, los días de sus exequias se han convertido para Roma y para todo el mundo en días de extraordinaria unidad, de apertura del alma a Dios y de reconciliación».
«De este modo, en la misa por el Papa difunto, la Plaza de San Pedro pudo convertirse en un símbolo particularmente elocuente no del «choque de civilizaciones», sino más bien de la gran «familia de las naciones»», recordó el purpurado italiano.
Por último, aconsejó a los fieles que esperen la elección del nuevo obispo de Roma en un clima de oración.
«No seamos inútilmente demasiado curiosos por saber antes de tempo quién será –recomendó por último–. Dispongámonos por el contrario a acoger en la oración, en la confianza y en el amor a quien el Señor quiera darnos».